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¿POR QUÉ LA SOCIEDAD ACEPTÓ PASIVAMENTE EL DEDO DE LOS POLÍTICOS?

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JUNIO A LA VISTA Y CON KIRCHNER COMO ESTRELLA
JUNIO A LA VISTA Y CON KIRCHNER COMO ESTRELLA

CON JUNIO A LA VISTA Y CON KIRCH

    Aún sin esperar la confirmación contundente de la presentación formal, los analistas, la clase política, su propio entorno y buena parte de la sociedad ya daban por "hecha" desde hace un tiempo la candidatura de Néstor Kirchner a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires y sostenían la certidumbre con mucho más ímpetu, a medida que se acercaba la hora de la verdad, en punto de la medianoche del sábado 9 de mayo. ¿Y si no es? ¿Y si se baja? Para un lado o para el otro, ¿le cambiaría esto de algún modo la vida a la sociedad?
    Este impulso que tiene el personaje por ser el centro del Universo, lo que lo hace jugar siempre al misterio y, por qué no, la ansiosa pasión de los argentinos por desentrañar enigmas, hicieron cambiar, durante los últimos días, el foco de las miradas hacia el próximo 10 de diciembre. ¿Asumirá o no asumirá?, se comenzó a plantear y así apareció una nueva incógnita alrededor de Kirchner, después del culebrón que rodeó su postulación a un cargo que le queda definitivamente grande a un ex presidente.
    Cuesta mucho imaginar que una tan avasallante personalidad de animal político, como es la del hoy habitante de Olivos, pueda dedicarse únicamente a hacer sonar una campanita de orden desde el estrado de la Cámara Baja si el Frente para la Victoria logra conservar la mayoría y allí lo consagran como su titular. A la inversa, si la mano viene cambiada, el mismo Kirchner se debe haber preguntado cómo hacer para dirigirse a Felipe Solá, si le toca al ex gobernador bonaerense presidir las sesiones, y decirle: "Pido la palabra, señor Presidente".
    Es seguro que el propio Kirchner se debe haber preguntado también, hasta el último instante, si su esfuerzo por ser el más "testimonial" de los testimoniales, con su "chapa", tenía que plasmarse sí o sí en una lista, aunque ese beneficio le podría permitir gozar de inmunidad legislativa, para quedar a salvo de eventuales ataques judiciales de sus enemigos. Igualmente, desde la Cámara o desde el llano otra vez, el ex presidente será siempre el que marque los tiempos del Gobierno, aún a riesgo de actuar como una mampara de opacidad que siga enturbiando la visibilidad de la propia presidenta de la Nación.
    No obstante, el matrimonio se ha mostrado unido en ciertas convicciones básicas que tienen que ver con la defensa a ultranza del llamado "modelo", a partir de no reconocer ninguna dificultad del mismo, ni siquiera defectos de la gestión, ni mucho menos atreverse a verificar si seguir en la misma senda puede acarrear consecuencias. Es tanta la pasión que se ha puesto para identificar el proyecto gubernamental con la salida de la crisis de 2001 y con la supuesta bonanza posterior, que el caballito de batalla de campaña de los Kirchner es "esto o volvemos al pasado".
    Sin achicarse, pese a los notorios problemas que presenta hoy la economía desde el costado productivo y los más graves desde el flanco externo y fiscal, hasta la propia Presidenta se ha atrevido a mojarle la oreja a sus adversarios, diciéndoles que no se les cae una idea para discutir el "modelo" y que no hay quien se atreva a confrontar ideas con el mismo. Y esto es verdad y es extraño que no ocurra, porque si hay algo que se observa con claridad es que el esquema económico-social sobre el que el Gobierno apuesta a sostenerse es que resulta llamativamente vulnerable por derecha y por izquierda. Por ejemplo, desde el progresismo se le achaca su mínimo apego a una distribución más justa del ingreso, a no avanzar contra el trabajo en negro, a la instauración estructural de una mayor pobreza y hasta a lo que consideran que es la poca injerencia del Estado en sectores estratégicos y la falta de redireccionamiento de los recursos hacia una mayor contención social. En cambio, desde una óptica más noventista se le critican al "modelo" sus ineficiencias, la falta de institucionalidad, la política de aislamiento del mundo, el no pago a los deudores, la desidia en cuestiones energéticas y el mal manejo del conflicto con el campo y, sobre todo, el avance del Estado sobre la actividad privada, Además, desde todos los ángulos, se apunta al unísono contra el Gobierno en relación al desastre hecho en el INDEC, su poca transparencia, las medias verdades y sobre todo se critica su permanente intención de compra de voluntades. En el fondo, toda la oposición en su conjunto abomina de las formas y del estilo kirchnerista y cree que el "modelo" poco tiene que ver con la producción y sí con el populismo. Por eso, le ha perdido el respeto al matrimonio y quieren que su tiempo pase velozmente, para poder manejarse con esquemas más previsibles.
    Entonces, ¿por qué no confrontan los opositores, en debates abiertos, modelo contra modelo? Probablemente, porque intuyen que lo que el "modelo" gubernamental oculta en el fondo es el apego de una buena parte de la sociedad hacia sus estructuras, la pretendida protección que otorga el Estado (incluida las jubilaciones), el empleo público, los subsidios, las prebendas, las tarifas baratas, el dedo que asigna los recursos y todo lo que ha sido mamado por sus integrantes desde hace muchas décadas, lo que para algunos es la causa del deterioro y el lastre que le impide a la Argentina despegar. En tiempos de crisis y en afán de conservar lo poco que se tiene, ¿qué otra fuerza política se atrevería a opinar en contra de lo que parece que quiere la gente? ¿El peronismo disidente, incluidos Carlos Reutemann y Juan Schiaretti, podría pensar distinto en cuanto al papel del Estado? ¿Los hermanos Rodríguez Saá, quizás? ¿Los radicales, el cobismo o Elisa Carrió?, seguro que no. Puede ser que Mauricio Macri lo vea diferente, pero ¿se atreverá a cambiar, si en un año de gestión porteña poco ha podido o ha querido hacer para desarmar la superestructura que lo envuelve? Por último, ¿hasta dónde los votantes privilegiarán su bronca hacia las formas de los Kirchner, antes que la seguridad de que las cosas no van a cambiar? Según una fuente del círculo K son estos conceptos los que obligaron a Néstor a pensar hasta el último instante si ser o no ser candidato en la provincia de Buenos Aires. Para qué arriesgarse a perder en el distrito si, para él, igualmente es éste el único "modelo" que quieren las mayorías y se supone que es hoy el kirchnerismo quien mejor las interpreta. En cuanto al adjetivo "productivo" como complemento de "modelo" se admite que el mismo ha ido por añadidura, casi como un efecto de marketing, porque "todos tienen en claro que la matriz indica un fuerte impulso al mercado interno". Aunque, por otro lado, los críticos señalan que "para proteger la mesa de los argentinos" no se titubeó en demoler la otra pata de la producción, como son las ventas al exterior.
    Pese a que en las elecciones legislativas lo que tiene importancia son las bancas en juego, sus renovaciones y pérdidas, lo que puede definir el acompañamiento o control de los actos del Ejecutivo en los próximos dos años y lo que pondrá a prueba el temple de la Presidenta desde el 29 de junio en adelante, también ya estaba claro desde hace un tiempo que toda la estrategia kirchnerista estará basada en territorio bonaerense, sobre todo en el llamado segundo cordón del Conurbano, donde se va a librar lo que Kirchner ha definido como "la madre de todas las batallas".
    Más allá de la terminología épica, el número de votantes de esos conglomerados, casi todos pobres de toda pobreza, alcanzaría para inclinar la balanza de todo el distrito bonaerense, donde el Frente para la Victoria pondrá en juego 21 diputados conseguidos en 2005 con 43% de los sufragios. Sin embargo, el discurso kirchnerista buscará poner el acento en los votos, prescindiendo de los porcentajes comparativos (hoy las encuestas no lo dan por encima de 35%) o de las bancas logradas. Aunque en los distritos más grandes el Gobierno pierda por escándalo y triunfe con cierta comodidad en las provincias del Norte y del Sur y aunque no se alcancen a reponer las bancas totales que pone en juego (60 sobre las 115 actuales que posee), el kirchnerismo dirá que ganó la elección si queda primero, aunque sea por un voto, en la provincia de Buenos Aires y no le importará nada más.
    Otro punto de la estrategia oficialista había sido hasta ahora presentar la elección con la fórmula "Kirchner-Scioli", con claras reminiscencias de aquella que triunfó en 2003, para oponerla a "De Narváez-Solá" y a "Stolbizer-Alfonsín", aunque ya es sabido que en las elecciones legislativas se trata de una tira de candidatos y, ya se sabe, en el caso del gobernador bonaerense, que éste no asumirá y que lo seguirá siendo hasta 2011. En medio de estas elucubraciones electorales y de las virulentas y, en algún caso, hasta bochornosas peleas por el armado de las listas que se dio en casi todas las estructuras partidarias, con idas, vueltas, renuncias, amistades y rompimientos, queda también en el debe del actual proceso la falta de rigurosidad de las leyes para acomodar las internas al voto de los afiliados y no al dedo de los que se erigen en iluminados conductores. En la oportunidad, la decisión del Gobierno de adelantar las elecciones le dio la excusa perfecta a casi todos para no encontrar fechas a tiempo, para realizar así las primarias dentro de cada partido o alianza.
    En este punto, también la sociedad tiene una gran responsabilidad porque a diario y aún en las situaciones más insignificantes demuestra su poco apego por las leyes y, en cuestiones institucionales, consiente de modo pasivo y evita participar en procesos que hacen a su futuro y al de las próximas generaciones. A simple vista, parece estar entregada y atada de pies y de manos. Es probable que esa falta de interés tenga como origen también aquel lavado de cerebro que viene de tan lejos, como un chip de memoria que le impone la necesidad primaria de buscar siempre un líder que le diga qué hacer para afrontar cada situación, un proceso que, combinado con la falta de educación y con la exclusión de capas muy amplias de la misma, le impide reflexionar en conjunto sobre su futuro, más allá de que haya comicios cada dos años. Y eso no es una elección, apenas es una opción entre parecidos.

 

Hugo Grimaldi

 

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