Libreros y editores argentinos afrontan hoy no solo el
desafío de una crisis económica que encarece el proceso industrial y eleva
precios de los alquileres de sus locales, sino también la competencia con
organismos públicos que producen libros de textos para entregar gratis en las
escuelas y la aparición de obras digitales y virtuales.
La industria del libro, uno de los pocos rubros que despegó en la crisis del
2001 y creció ininterrumpidamente, se debate hoy entre nuevos retos que le
impone una realidad que continúa siendo adversa para muchos.
Una encuesta que encargó la Fundación El Libro organizadora de las Ferias, sobre
"Las librerías de Buenos Aires vistas por lectores y libreros" y que se presentó
en el Tercer Congreso Iberoamericano de Libreros, en la muestra en el predio
Rural, puso en evidencia nostalgias, debilidades y preocupaciones y también
ciertos reconocimientos a la algo depreciada tarea de vender obras literarias.
Los libreros adujeron "debilidades" o preocupaciones respecto a "la relación con
las editoriales, los márgenes escasos de ganancia principalmente en libros
escolares y la desaparición del rol del librero".
Sobre esto último, sostienen que viven "con cierta nostalgia, una pérdida del
rol histórico del librero, asesor, cargado de un saber imprescindible para una
buena atención en la venta de libros" y que ese rol se vuelve imposible de
sostener".
Entienden que los logros "son más de las librerías y no del rubro", es decir de
alcance individual, y asimismo apuntaron a las nuevas tecnologías como "un
horizonte de cambios en el negocio de librerías, que si bien se vislumbra en
relación con las nuevas herramientas a incorporar, no se conoce qué tipo de
cambios se generarán y que consecuencias tendrán".
Sin embargo, los lectores encuestados en las librerías de Buenos Aires pusieron
algo más de calma para el mundo del libro.
El 87 por ciento de los entrevistados dijo que compra al menos un libro por mes;
el 56 por ciento lo hace solamente para ellos y el 37 por ciento para sí mismo y
para regalar.
"El 85 por ciento no lee libros digitales ni por Internet" y el principal motivo
es que "no les gusta leer de esta manera, prefieren el libro en papel", según
argumentaron.
En cambio, la minoría que dijo lee en ese tipo de soporte debido a que de ese
modo acceden a títulos "difíciles de conseguir".
Se concluyó en que este tipo de libros aún no logra captar la atención de los
lectores, quienes prefieren el libro en papel "por su comodidad".
Y entre las diferentes opciones de lugares de compra, las librerías son
elegidas, por su cercanía al ámbito que se frecuenta, donde privilegian la
atención y la diversidad.
El presidente de la Fundación El Libro y también librero, Horacio García,
advirtió en la inauguración de la 35 Feria que entre los futuros debates habrá
que "tratar de analizar cual será el papel del librero a partir de la difusión
del libro digital, esta ruptura entre el texto y el objeto material que lo
soporta", ya que dijo que "implica repensar nuevamente todas las ideas que
tenemos acerca de lo escrito".
Para García "no basta el gesto de nombrar con palabras equivalentes o parecidas
esta nueva realidad, sino dilucidar que nuevas destrezas debe adquirir para
seguir teniendo el fundamental rol de orientador y difusor de la lectura".
Y en ese sentido consideró que la capacitación "es la llave para sostener el
oficio", del librero en el futuro.
Asimismo consideró "conveniente" que el Estado otorgue "un tratamiento similar
en todo el país al comercio librero, ya que en algunas provincias hay gravámenes
que no existen por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires".
En apariencia, el papel acompañará durante mucho tiempo a los lectores, sea para
entretenimiento o diversión y tal vez el soporte digital y los libros que se
podrán leer desde los ordenadores apuntarán a fines académicos o de estudio, en
una era en que muchos deberán encontrar su lugar en el mundo, cuando algunos
entendidos vaticinaron la "muerte" de los libros.
Laura Hojman