Hoy, la gran noticia para los medios tiene que ver con la separación de la causa AMIA de los fiscales federales Eamon Mullen y José Barbaccia, acusados de parcialidad y por haber sabido que la SIDE pagó 400 mil dólares al mal acusado reducidor de autos Carlos Telleldín a cambio de una declaración interesada.
Pero para nosotros la verdadera noticia tiene que ver con el comienzo del desenmascaramiento de la mentira oficial que encubre a los verdaderos culpables de este atentado y que han sido protegidos por el poder político más importante del país.
Quienes escriben estas líneas han ofrecido insistentemente pruebas concluyentes a todas las partes interesadas en esta masacre: AMIA, DAIA, APEMIA, Familiares de las víctimas y hasta al presidente Néstor Kirchner.
Paradójicamente, el único que se ha mostrado interesado en lo que teníamos para aportar es el propio gobierno. A esos efectos hemos sido citados a declarar el pasado 8 de abril de 2004, en la sede de la Unidad Antiterrorista de la Federal, bajo la órbita del juzgado de Rodolfo Canicoba Corral y hemos aportado toda la evidencia que teníamos en nuestro poder. Esas mismas pruebas que la gente de AMIA, DAIA y demás grupos ha rechazado con olímpica indiferencia. Los papeles e indicios que hemos brindado a la justicia demuestran que el hilo que conduce hacia el atentado a la AMIA tiene que ver con la abandonada pista Siria y no con Irán, a quien se ha acusado durante casi diez años.
Esas pistas que conducen a Siria están relacionadas con el ex presidente Carlos Menem y sus familiares y creemos que ese ha sido el motivo por el cual nunca se profundizó.
Por eso se inventó la historia de la Traffic-Bomba y el conductor suicida que se mató en el mismo acto. Luego de ello, no había a quien investigar.
De esta forma se pasó por alto de plano que el guión dirigido por poderosos intereses externos, de la mano de la CIA y el MOSSAD, tenía antecedentes en el cine y en la literatura. Si para muestra basta un botón, en el libro Peligro Inminente (del analista de la CIA Tom Clancy) y en la película de marras, se indica cómo un ataque aéreo es trasvestido como la voladura de un choque bomba.
Aquellos que perpetraron el atentado contra la sede de la mutual judía, bien pudieron basarse en el mismo dado que sabían muy bien que esto detonaría el encubrimiento subsiguiente. Puesto que un atentado con una Traffic fantasma, conducida por un terrorista virtual dotado de turbante contra un objetivo judío, necesariamente remitía al sempiterno conflicto de Oriente Medio y no a otra cuestión más urticante. Como la traición del riojano ex presidente a la tierra de sus ancestros.
¿Casualidades o causalidades?
Casualidad o no, casi una semana después de que estos dos periodistas declararan ante la justicia, el Tribunal Oral Federal 3 separó a los ineptos fiscales Mullen y Barbaccia, los mismos que desinvestigaron todo desde el mismo día de la voladura de la AMIA, junto al ya también separado juez del caso, Juan José Galeano.
Ese trío de terror embarró la cancha nueve años y medio, pero lo hicieron digitados por el ejecutivo, judicial y legislativo de turno que necesitaba seguir los dictámenes foráneos mencionados más arriba. No hay que olvidar esto, ya que fue el molde en que se enmarcó tamaño encubrimiento.
Para estos intereses el número puesto era la república islámica de Irán, enemigo mortal de EEUU e Israel desde la revolución islámica de 1979. Como la Siria del dictador Hafez Al Assad vio el filón de acercarse a ambos países, cuando la estrella soviética empezaba a declinar, se le perdonaron los pecados del pasado. Entonces, poco importaba que dicho régimen subsistiera gracias al lavado de dinero y el tráfico internacional de heroína.
Carlos Menem cometió el error de intentar "pasar" al desconfiado Al Assad, y lo pagó en tres oportunidades. Una de ellas fue la masacre de la calle Pasteur, luego de la cual el riojano tuvo una actitud extrañamente reveladora. En cámara, acompañado por todo su gabinete, bajó la cabeza y dijo en un tono compungido: "Les pido perdón". Nadie de los que lo rodeaban le preguntó porqué. ¿El que calla, otorga? Por supuesto.
Ni por asomo Galeano y los echados hoy se hicieron cargo de esto, menos aún gran parte de la corporación mediática nacional que siguió montada a la Traffic inexistente. Como una letanía pagana, repetían incesantemente que Buenos Aires era la nueva víctima del importado terror islámico y otras sandeces.
Casi ninguno de sus personeros osó hurgar en los oscuros dineros venidos a las arcas de la campaña de Menem, así como la presencia en el país de personajes de dudosa catadura como Al Kassar. Tampoco se dilucidó convenientemente el papel de otro descendiente de sirios, Alfredo Nalib Yabrán, autor de una reveladora solicitada en la que aludía al "bombardeo de la AMIA", poco antes de su dudoso suicido. Para los neófitos, esta cantidad de nombres extraños de origen sirio eran un remedo de las Mil y una Noches, pero para estos dos investigadores eran la punta del ovillo de una realidad demasiado compleja.
De este modo, el mayor asesinato en masa de la Argentina luego de la dictadura militar entró en una nebulosa de papeles, testigos truchos, jueces y fiscales venales, servicios y policías corrompidos y gobiernos que obedecían un guión casi cinematográfico destinado a que la verdad se fuera de paseo.
Cuenta una anécdota histórica que Fernando de Aragón y el último rey moro de Granada, Boabdil, eran muy amigos. Noches antes de la toma de ésta por las fuerzas coaligadas de Castilla y Aragón, el moro recibió una carta del monarca aragonés que finalizaba así: "Quedo libre de los compromisos que habíamos asumido con anterioridad. El que avisa, no es traidor".
El atentado al embajada israelí del 17 de marzo de 1992, fue el primer aviso al traidor Menem. Como hizo caso omiso del mismo, una calle de Once se convirtió en una sucursal del infierno el 18 de julio de 1994. Por eso pidió perdón en cámara, no podía seguir haciéndose el otario.
Ahora, es el turno del Estado y de la corporación mediática nacional de efectuar un mea culpa ante la sociedad. Por haber mentido durante casi 10 años, deberán plantarse ante los familiares de las víctimas con una piedra en el corazón y pedir perdón. Pero no se tiene que agotar en esto, sino que también deberán pagar con la privación de la libertad todos aquellos que desviaron, trucharon y obturaron la investigación para que nunca se disipe tan espesas cortinas de humo.