Las elecciones nunca estarán del todo
resueltas hasta que no se cuente el último voto y hasta que la voluntad de los
ciudadanos le extienda la partida de defunción a las encuestas previas y hasta a
las mediciones en bocas de urna. La única verdad será la realidad.
Por eso es más que lícito que un grupo de ciudadanos que
apoya al oficialismo haya decidido concentrarse pacíficamente en la Plaza de
Mayo, a partir de las seis de la tarde del próximo domingo, para seguir el
escrutinio, han dicho, en "medio de una asamblea de discusión" y a través de
pantallas gigantes que sintonizarán "canales confiables".
Aluden así a lo que ellos estiman podría ser una acción
deliberada de algunos medios para instalar la sensación de que están ganando los
que luego no van a ganar y propiciar un "cacerolazo destituyente" y, por lo
tanto, sugieren que ocupar la Plaza es un modo de abortar ese destino para tan
ominosa acción.
En principio, dicha presunción no deja de tener un tono de
amedrentamiento hacia la libertad de prensa, sólo comparable con aquella portada
histórica de un diario partidario del 31 de octubre de 1983 que aludía al
"fraude informativo", como excusa para despertar a los peronistas que no
podían creer aún por qué los votos de Raúl Alfonsín los habían sepultado.
Esta vez, el kirchnerismo quiere palpitar desde la calle cuál
será el resultado definitivo de los comicios que, hasta ahora, en la previa de
los sondeos, los presentan como perdedores en la Capital Federal, Córdoba, Santa
Fe y Mendoza, mientras que todo indica que, fatalmente, se reducirán las bancas
del oficialismo en ambas cámaras legislativas.
Tienen, de momento, sólo la esperanza de que en la
provincia de Buenos Aires, Néstor Kirchner saque al menos un voto más que
Francisco de Narváez, pero pese a todo han dejado en claro que buscarán ser
los custodios de la transparencia de los comicios y de la pureza del "modelo
productivo", mientras que los más radicalizados hablan de que harán "estallar"
las urnas frente a "una minoría política" que tiene temor de "perder
privilegios".
Si se da al revés y los votos contantes y sonantes
deciden que las minorías de hoy pasen a ser las nuevas mayorías en diciembre, la
situación no debería dar para que se busque en el papel de los medios un chivo
expiatorio a medida y para que se programen marchas de repudio a editoriales y
canales de TV. Y si es a la inversa, mucho menos.
Precisamente, si los nervios suben y suben en la madrugada
del 29 y se impone en el fragor asambleístico de la Plaza un discurso de
barricada del estilo de "ellos o nosotros", allí puede estar la diferencia entre
lo que es lícito y lo que puede convertirse en peligroso.
Hugo Grimaldi
DyN