Con sus problemas bien concretos,
derivados del empobrecimiento de los ruralistas, de la caída de la producción y
de la merma de las exportaciones, el campo se ha puesto de verdad a marcarle la
cancha al kirchnerismo. Pese a que la puja es, tal como suele decirse, "por
plata", el fondo estricto de la cuestión es que los dirigentes del agro le han
apuntado sin piedad al corazón del "modelo productivo", discrecional y estatista
que lleva adelante el Gobierno, interpretando que su desmantelamiento es aquello
que votaron siete de cada diez ciudadanos, el 28 de junio y que es lo mismo que
están pidiendo quienes desde hace dos años y medio fugan dólares a mansalva.
"El campo no es una mansa vaca lechera que se deja ordeñar
para cubrir el costo de la ineficiencia y de las políticas equivocadas", dijo el
titular de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati al inaugurar la Exposición
frente a los productores y a la Mesa de Enlace en pleno y calificó con mucha
virulencia la forma, pero también el fondo de todo aquello que no les gusta.
Ante tanta frontalidad, el crítico documento de la Asociación
Empresaria Argentina (AEA), conocido a principios de semana, ha quedado casi
como un manifiesto tardío de sugerencias para encauzar la situación del país al
que, más vale tarde que nunca, han adherido los popes de la Unión Industrial,
los mismos que el año pasado dejaron sola de toda soledad a las cuatro entidades
agropecuarias.
Si bien el concepto envolvente de la palabra diálogo pareció
encauzar con ciertas esperanzas algún acercamiento entre las partes, tras la
reunión del viernes en la Casa Rosada y el acto de inauguración de La Rural,
todo indica que será casi imposible transitar ese camino con algún grado de
éxito sin profundizar un cambio de paradigma, ya que un maquillaje de ocasión a
esta altura no parece suficiente para cerrar una brecha tan profunda.
La explicación del desacuerdo entre el Gobierno y la Mesa de
dirigentes que representan a los ruralistas ha quedado expuesta en dos cifras
que se conocieron el viernes, aunque no se debe reparar tanto en la voluminosa
diferencia numérica que hay entre ellas, sino en la vocación de todos los
protagonistas por ser quienes detentan la propiedad de la pelota.
Por un lado, está el número que brindó el viernes la ministra
de la Producción, Débora Giorgi, en una patética intervención en la que explicó
cómo, gracias al Gobierno, el campo ha ganado como nunca, ya que ha recibido
beneficios de diferentes vertientes, durante el último año y medio: $21.700
millones, dijo sin ruborizarse. Por otro, el vicepresidente de CRA, Néstor
Roulet recordó que en los últimos dos años el Tesoro se llevó en retenciones
$71.000 millones. "Así, con nuestra plata es fácil", sintetizó.
Lo que dicen los dirigentes del agro (Biolcati habló de u$s
30 mil millones y se preguntó "¿dónde están?") es que una vez más el Gobierno ha
comparado peras con manzanas para justificar su vocación de aspirar fondos, para
luego distribuirlos con propósitos clientelares. Lo que también señalan casi de
modo unánime, es que si los dejan operar sin estar sujetos a normas burocráticas
sujetas a discrecionalidades de todo tipo, ellos están dispuestos a subsidiar
con sus ganancias extraordinarias todas las necesidades de la "mesa de los
argentinos", al tiempo que abogan para que los subsidios vayan directamente a
los más necesitados.
Pero para llevar adelante este proceso, quieren producir a
riesgo y exportar libremente y no negociar una baja de retenciones y luego que
la ONCCA les impida o les retacee la venta de trigo o carne al exterior.
Llama la atención que los dirigentes del agro, que representan diferentes
vertientes de pensamiento, algunos bien a la izquierda como los de la Federación
Agraria, estén hoy tan alineados con formas de mercado que el kirchnerismo tilda
despectivamente de "neoliberales".
Por el lado del Gobierno, es conocido su discurso de
convertirse en el elemento equilibrador y la voz de los que no pueden
expresarse, aunque por otro lado la experiencia muestra que la concentración de
la Caja es la manera que siempre ha encontrado para disciplinar a los sectores.
Ahora se encuentra en el peor de los mundos, ya que no tiene plata y se le
rebela la tropa, pero declinar esas banderas ante la presión del agro,
significaría para el oficialismo admitir de una vez por todas la derrota y
entregar las llaves de la Casa Rosada. Es lo que, en su afán de victimizarse,
los ultras del kirchnerismo llama "proyecto destituyente".
Fue este grupo, que en la soledad de Olivos encabeza Néstor
Kirchner, el que resolvió que Giorgi estuviese en la mesa con los ruralistas,
junto al titular de la ONCCA, Emilio Eyras, ya que se la considera mucho más
alineada con las posturas de Guillermo Moreno que a Aníbal Fernández, el
anfitrión. Desde ya que el secretario de Agricultura, Carlos Cheppi fue, una vez
más, marginado de las conversaciones y el ministro de Economía, Amado Boudou fue
requerido sólo para que refrende que los ruralistas "no presentaron propuestas
para compensar las pérdidas de recaudación que implicaría una reducción de las
retenciones".
Lo que ha dejado por detrás este comentario de Boudou son dos
cuestiones. En primer término, que el ministro ha oficializado la flacura de la
cuentas públicas y segundo, que ya funciona a pleno la estrategia presidencial
de pasarle la pelota al Congreso en materia fiscal, para que sea la oposición la
que cargue con el peso de dar las malas noticias, si no se pueden bajar las
retenciones a costa de otros sectores.
Pese a esta chicana inclusive, los opositores están
dispuestos a sostener al kirchnerismo y hay certeza de que se han producido
discretas charlas entre radicales y peronistas, por ahora a nivel del Congreso,
para darle al Gobierno herramientas legislativas que lo ayuden a transitar hasta
2011. En este aspecto, deberán considerarse también las necesidades
perentorias de fondos que tienen muchas provincias aunque, dentro de lo
partidario, no puede dejarse de lado que el peronismo quiere seguir siendo
gobierno y hoy todo lo que huela a kirchnerismo suena a piantavotos para muchos,
por lo cual los alineamientos, de aquí en más, habrá que ponerlos entre
paréntesis.
No obstante, el kirchnerismo es una caja de sorpresas y el
maquillaje que se intentó hacer con los superpoderes, por ejemplo, ha sido para
muchos legisladores de la oposición una mojada de oreja del Ejecutivo destinada
a negociar otras leyes, ya que antes de fin de año deberá discutirse la prórroga
de algunos impuestos y, este mes, la delegación de facultades, entre las cuáles
está, como capítulo central, la fijación de retenciones.
La profundización de la acción en el Congreso será
seguramente el camino que seguirá la Mesa de Enlace, tras la frustración que les
produjo la reunión del viernes. Pese a las discordancias entre lo que se dijo en
la Casa Rosada y lo que salió a justificar la ministra Giorgi luego, los
dirigentes del agro se mostraron bien cautos, sin ánimo de "dinamitar los
puentes", sobre todo porque el lunes pasado habían cometido un grave error
táctico, cuando dejaron la sensación de que ahora eran ellos quienes iban en
busca de venganza y querían "poner de rodillas" al Gobierno, especialmente a
Néstor Kirchner.
Desbordados por una asamblea de lecheros, ese día se
apartaron de la moderación y se les soltó la cadena a varios en sus discursos,
con menciones al apellido Martínez de Hoz incluidas, que le dieron letra a los
gurkhas del otro lado. Para no volver a caer en el mismo error, el viernes, tras
la reunión con el Gobierno, el propio Eduardo Buzzi les advirtió a los
productores que no intervinieran, ya que se trataba de una conferencia de prensa
y no de un acto propio, mientras que Hugo Biolcati se guardó sus dardos para la
tribuna de inauguración de La Rural.
"Terminar con la pobreza no incluye dádivas ni clientelismo
político, sino el desarrollo, la creación del empleo y una mejor distribución de
la riqueza. íBasta! a la pobreza, íbasta! a la injusticia, íbasta! a la
exclusión", pegó el grito el dueño de casa, poniendo en negro sobre blanco el
problema que más le duele al Gobierno. "El granero del mundo es víctima de la
voracidad del Estado", subrayó.
Lo que está claro es que, desde la tribuna o en cualquier
conversación pública o privada que se mantenga con ellos, los ruralistas
destilan desconfianza, algo que algunas voces a las que el Gobierno les ha
dado algo de aire están buscando recrear. En este aspecto, con más tropiezos que
aciertos hasta ahora, el propio Boudou está intentando ordenar aspectos que
hacen a la reconstitución de la certidumbre y hasta economistas de fuste, como
Mario Blejer, se han ilusionado con un giro en la naturaleza del kirchnerismo,
proponiendo una hoja de ruta que ayude a despejar el horizonte, en línea con la
recuperación de la economía mundial, que incluya la normalización del INDEC, el
acercamiento institucional (no de financiamiento) al FMI y el arreglo con los
holdouts y con el Club de París.
Con este menú, el ala más progresista del Gobierno siente que
están recibiendo un abrazo de oso. Los más radicalizados siguen en la suya,
confiando en que lo que ocurre en los márgenes del Gobierno es una táctica para
ganar tiempo, pero los más de centro-izquierda están preocupados por el avance
de posiciones que los emparentan con los años '90. No les gustan Boudou, ni
Blejer, ni todos los que contradicen el intervencionismo y el Estado empresario,
en contra del espíritu que simboliza Guillermo Moreno. Como antes les pasó con
Alberto Fernández y Sergio Massa, ahora recelan de Aníbal Fernández.
Lo que ha vuelto a certificarse con el caso del campo es que,
en su discurso, el Gobierno sigue obsesionado con el "parecer" antes que con el
"ser" y que busca siempre mostrar un costado de la realidad que lo deje bien
parado, en relación a la opinión pública que le importa. Es indudable que aún no
se han dado cuenta que sus interlocutores, los periodistas en primer lugar, y el
grueso de la población ya están escaldados con el procedimiento y que cada cosa
que se anuncia o se ejecuta siempre merece dobles lecturas, por aquel viejo
cuento del pastorcito mentiroso.
Hugo Grimaldi
DyN