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La culpa no es del chancho

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EL GOBIERNO CAPRICHOSO Y LA OBSECUENCIA DE LA PRENSA
EL GOBIERNO CAPRICHOSO Y LA OBSECUENCIA DE LA PRENSA

   "Decíamos el año pasado, cuando nos acusaban de sobreactuar, que íbamos hacia un intento de hegemonía política muy fuerte. También que estábamos ante un carácter autoritario, el de Kirchner, que controla hasta los puntos y las comas que escribe un periodista. Hoy todos dicen lo mismo. Decíamos que en realidad había muchos gestos pero no había acciones de gobierno", disparó una arremetedora Elisa Carrió ayer desde su provincia natal. Justo el mismo día en que el Dr.K le pegó nuevamente a los medios de prensa. "La libertad de expresión, la libertad de prensa, es a dos puntas, es permitir también que se exprese la realidad concreta y real", disparó desde el Salón Blanco de la Rosada y puso la mira en aquellos que "detentan los medios y creen que le pueden imponer la opinión al conjunto de la sociedad". Si se quiere, toda una declaración de principios sobre la función de la actividad periodística.


Travestismo informativo


  
"El Caudillo de España inauguró un jardín de infantes",
rezaba un titular de un diario español en los 70, en medio de noticias altamente catastróficas provenientes del extranjero. Treinta y pico de años después, en estas playas, el presidente es invitado al relanzamiento de una megaradio, propiedad de un empresario existoso que años antes era un símbolo caminante de la ostentación menemista. ¿Retorno al país jardín de infantes? Parece que sí.
    Evidentemente, en algunos círculos gubernamentales les cayó mal la ficha en lo que respecta al real papel de la prensa. Pues saltan como leche hervida cuando constatan la ausencia de comentarios favorables a su gestión, o se hinchan como zeppelines cuando aparece lo contrario. Perdidos en una espiral esquizofrénica, confunden lo elemental al pretender que la función de los medios de comunicación es el panegirismo irrestricto.
    Es indudable la existencia de verdaderos conglomerados de prensa, que muchas veces intentan una suerte de uniformidad de criterios de acuerdo a determinados temas. Pero muchas veces lo hicieron siguiendo los postulados, casi digitados, por el mismo gobierno que ahora los critica.
    ¿Cuál es, entonces, el verdadero papel de los medios? Fundamentalmente, tendría que hacer pensar a los individuos para que estos formen su propio criterio. Y que lo hagan de modo independiente, sin condicionamientos ni trabas de ningún tipo.
    Lo contrario de esto, es el travestismo informativo; aquel que esconde la realidad como se mete la basura debajo de la alfombra cuando no se pretende barrer bien. "Si hay miseria, que no se note", parecía pontificar aquel ministro ruso de apellido Potemkim, que le mostraba a la zarina Catalina una realidad de cartón pintado.



Vapuleando al mensajero

  
Carlos Menem se irritaba cada vez que una información periodística cuestionaba determinados aspectos de su gestión. Y no pocos hombres de prensa fueron alcanzados por el largo brazo estatal y paraestatal, incluyendo dos crímenes (Bonino y Cabezas) e incontables golpizas y aprietes de toda especie. Fernando De la Rúa contó al principio de su gestión, y hasta casi al borde de la debacle, con un aval casi indiscutido de la corporación mediática nacional. A tal punto que la crisis terminal del 19-20 de diciembre de 2001, sólo fue analizada convenientemente por sus personeros un par de años después.
    Néstor Carlos Kirchner se alegraba cuando sus colaboradores le acercaban los altos índices de popularidad, elaborados por los encuestadores rentados que hacían el laburo de Potemkim. Pero cuando la sociedad vislumbró su tendencia terística, se rayó y arrojó los diarios al cesto de los desperdicios. Algo había cambiado, la realidad concreta hizo explotar el frágil cristal del encadilamiento y el presidente venido del sur empezó a tratar mal al mensajero.
    Ni Néstor Carlos Kirchner es un pésimo gobernante, ni la prensa es una incubadora de golpistas agazapados. Por eso, no se trata de dilucidar quién es el depositario de la culpa, si el chancho o quién le da de comer.
    Entonces, no es lógico afirmar que la prensa es enemiga cuando deja de dar buenas noticias, pues ella colabora con la gestión de cualquier gobierno cuando dice la verdad. Cuando refleja con criterio independiente, el análisis real de los hechos cotidianos sin tapujos aunque a algunos les moleste.

 

Fernando Paolella

 

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