El pasado 1 de este mes se cumplieron
siete décadas del inicio de la segunda gran conflagración que partió en dos al
siglo XX, causando alrededor de 60 millones de víctimas y que cambió para
siempre el mapa del mundo. Si bien esto se acepta mayormente, marcando como
punto de partida de la misma el ataque alemán a Polonia a las 4.45 hrs de ese
día, aún existen algunas aristas interesantes que puntualizar. Dicho hecho
militar inicialmente estuvo circunscripto a la ciudad portuaria de Danzig, un
enclave anteriormente germano que luego de Versalles había sido regalado al
nuevo estado polaco. La excusa ideal para una invasión a toda regla que concluyó
casi un mes después, con la ayuda del aliado soviético por entonces.
Pero aunque es archisabido y sumamente documentado el
estado mental del genocida Adolfo Hitler, no se le puede achacar además de eso
que era un idiota. Pues tenía claro que en ese año era imposible entablar
una contienda a gran escala contra los vencedores de 1918, Gran Bretaña y
Francia, pues Alemania no contaba aún con los recursos materiales ni militares
para semejante empresa. Esto lo sabía ampliamente el aliado de Polonia, la
primera nación nombrada arriba. Por eso, gracias al tratado entablado con ésta,
junto con los franceses le declararon la guerra el 3 de septiembre, causando
pavor en las altas esferas alemanas. Según cuentan las crónicas, el ministro de
relaciones exteriores germano tenía una palidez de muerte cuando le entregó a
Hitler el telegrama que notificaba tan infausta noticia. Y no era para menos,
como posteriormente se pudo verificar.
De acuerdo a estudios y análisis suscitados luego de dicho
conflicto, recién a finales de 1944 Alemania contaría con armamento aventajado
con respecto a sus enemigos. Tal como se pudo vislumbrar en la ofensiva de las
Ardenas, la postrera de la Wehrmatch, iniciada el 17 de diciembre hicieron su
bautismo de fuego los aviones a reacción Messermicht Me 262, Arado Ar 96 y los
tanque Tiger y los nuevos modelos de Panther, así como otros artilugios mortales
únicos en su género.
Además, aunque se combatía a los británicos en Francia y
Bélgica, Hitler intentó en varias ocasiones llegar a un acuerdo con Londres,
llegando al extremo de enviar a su delfín Rudolf Hess para entablar
negociaciones tendientes a parar las hostilidades. Y antes de eso,
inexplicablemente hasta hora se ordenó al mariscal Heinz Guderian, máximo jefe
de las divisiones Panzer, que no aniquilara los restos de la fuerza
expedicionaria británica cercada en Dunquerke, dejándolos huir hacia las Islas.
La guerra se vuelve total
Como en 1917, EEUU utilizaría un pretexto fútil para
intervenir en otra contienda que muchos aislacionistas de esa nación
consideraban puramente europea. Aunque Japón era parte del Eje, junto con la
Italia de Mussolini, no había intentado ni enviar tropas al teatro europeo ni
agredido hasta ese entonces a ninguna posesión estadounidense del Pacífico. Fue
la política agresiva de Franklin Rooselvelt lo que los llevó a atacar la base
hawaiana de Pearl Harbour, al embargarle el petróleo a fin de estrangular su
economía. Según una versión sostenida por el escritor Gore Vidal, unos meses
antes de dicho raid, se reunió a los principales dueños de diarios en la Casa
Blanca para anunciarles que Japón planeaba esto, información obtenida gracias a
la intercepción de sus comunicaciones. Gracias a esto, bien pudo sacarse de
dicha base naval a todos los portaviones, dejando allí sólo navíos casi raleados
de servicio. Los dos mil y pico de muertos de aquel domingo 7 de diciembre de
1941 pronto se transformaron en fría estadística.
En ese año, por obra y gracia en gran parte de la diplomacia
británica, la URSS es invadida por Alemania el 22 de junio y luego en febrero de
1943, la batalla de Stalingrado marca el final de los buenos tiempos para el
águila tedesca.
Con la invasión a Sicilia en ese año, y la ruptura posterior
del frente oriental, sólo era cuestión de tiempo que los vientos de la derrota
soplen en contra del Eje. La de Normandía en 6/6/44 demostró que la
invencibilidad germana era un mito, acabándose totalmente en el transcurso de 6
meses. Ya a fines de ese año, las fuerzas angloamericanas se hallaban a los pies
de la Línea Sigfrido, la defensa principal que oponían los alemanes a esa oleada
de hierro y fuego. Rota ésta, esperaron pacientemente que el aliado soviético
sufriera ingentes bajas en el osario de Berlín, culminando con el tremolar de la
bandera roja en lo alto del Reichstag, el 1ª de mayo de 1945.
Los Armagedón de Hiroshima y Nagasaki mostraron al mundo el
inicio brutal de una nueva era, y advirtieron al otrora aliado y posterior
enemigo ruso el poder letal de la espada atómica. Bajo la sombra tenebrosa del
hongo atómico se iniciaba la Guerra Fría, que se extendería hasta 1991,
dividiendo al planeta en dos bloques supuestamente antagónicos pero
dramáticamente complementarios.
Fernando Paolella