Cristina Fernández de Kirchner ingresó a partir de ayer en los dos últimos años de su gobierno, que si bien sólo refleja la mitad del mandato, por haber sido precedida por su esposo Néstor Kirchner el desgaste es como si se tratara del último tramo de 8 años de gestión.
En el manual muchas veces escrito sobre política, uno de los capítulos es el que aconseja a los gobernantes “retener el poder hasta el último de sus días” en el Ejecutivo. Algunos peronistas sostienen que a eso apunta Kirchner cuando deja trascender que iría por una candidatura en 2011; o bien cuando juega al misterio y, a un mes de que el Consejo Nacional del PJ le ofreciera reasumir como jefe, todavía no se ha decidido.
En este caso, las luces rojas se encendieron en el Congreso nacional, desde donde puede venir la embestida contra el oficialismo.
Sin ánimo de comparación alguna, Carlos Menem padeció la debacle también dos años antes de finalizar su mandato. En 1997 fue vencido por la Alianza UCR-Frepaso en elecciones legislativas y luego se instalaría en la opinión pública el vínculo de su administración con la corrupción.
Precisamente, los referentes de la oposición actual pretenden avanzar a través de una comisión investigadora en el esclarecimiento de supuestos hechos de corrupción que involucraría las gestiones del matrimonio Kirchner. La historia se repite.
En ese contexto, Julio Cobos y Elisa Carrió parecen atomizar, por ahora, la alternativa opositora al kirchnerismo, aunque difícilmente puedan convivir en el mismo espacio que, en las elecciones pasadas, se llamó Acuerdo Cívico y Social.
En un peldaño más abajo se encuentra Francisco de Narváez, quien si bien suele asegurar que su objetivo es la provincia de Buenos Aires, no descarta -suele decir- una postulación presidencial o como compañero de fórmula. ¿De quién? De Carlos Reutemann. La ausencia de Mauricio Macri entre las opciones responde al desgaste que sufrió su administración en los últimos meses, ya sea por acción propia o de terceros.
El caso de las escuchas ilegales fue aprovechado por la oposición en la Ciudad -kirchneristas, radicales y la Coalición Cívica- que intentó consolidar la percepción que el de Macri es un gobierno “de derecha”. Pasando por el frustrado matrimonio entre personas del mismo sexo, que algún sector progresista porteño endilgó al Ejecutivo de la Ciudad, los dos años de gestión del ex presidente de Boca transitaron muy lejos de los festejos. El brindis, si es que lo hubo, debió convivir en el exterior con una marcha protagonizada por actores como Luis D’Elía, Milagro Sala, Hugo Yasky y las madres y abuelas de Plaza de Mayo.
Más allá de certezas o falsedades, resultará una tarea compleja desinstalar del imaginario una concepción de un dirigente como Macri que ha hecho poco por consolidar una imagen de ejecución y efectividad.
Walter Schmidt
DYN