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La falsabilidad de la historia argentina

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¿TENEMOS REALMENTE UNA HISTORIA? (PARTE I)
¿TENEMOS REALMENTE UNA HISTORIA? (PARTE I)

Para decirlo de modo sencillo, la “falsabilidad” o refutabilidad es aquella propiedad que podrá tener una proposición (oración o entidad portadora de verdad) si al menos se comprueba la existencia de un enunciado que, mediante observación empírica, demuestre su falsedad. Si no puede demostrarse o imaginarse siquiera algo que la contradiga, entonces la proposición no será refutable o falsable.

 

Aclarados los términos (bahh…eso creo, ¿no?), pensaba que nuestra historia, comenzó a escribirse a partir del intento de explicar cada suceso como producto del hacer todopoderoso de algunos individuos a los que se pretendía mostrar con capacidades extraordinarias….eso de que a los próceres siempre nos los pintaron “perfectos impolutos”.

En esta interpretación antojadiza (infantil creo yo) de seres “celestiales” conductores de “almas elementales” (la masa), se omitía, deliberada o involuntariamente, la existencia de necesarios elementos contextuales que indefectiblemente debieron influir en el accionar de los mencionados dirigentes (y ni hablemos de las taras interpretativas intrínsecas de toda psiquis humana……digo, eso a lo que llaman elegantemente “subjetividad” en la versión resumida, pero fuente inagotable de distorsiones comunicacionales inductoras de acciones diametralmente opuestas a una secuencia circunscripta a coherencia)

Estos “elegidos” por la Divina Providencia fueron, según The Oficial Version, los únicos forjadores y generadores de grandes transformaciones (para bien o para mal) de nuestra historia.

Como todo evoluciona, un paso más y se descubre que existía otro factor tanto o mas importante que las pretendidas “aptitudes supranormales” de estos personajes, y este resultaba ser “económico”. Pero también aquí se volvió a exagerar la influencia a punto tal que en ciertos períodos hasta los “todopoderosos” pasaron a aparecer como meros títeres de este segundo factor.

Las creencias religiosas, filosóficas, la cuestión jurídica y el factor político, entre otras tantas cuestiones, según estas dos primeras concepciones, resultaban inexistentes.

A todo esto habría que sumar que no se contara con un método de análisis apropiado como para desmenuzar los acontecimientos, lo que termina devolviendo una imagen de la historia nacional, del 1800 por ejemplo, como de un ambiguo apelotonamiento de hechos violentos, donde parece ser que millones de zombies pelearon y murieron de puro seguidores leales a uno de estos “iluminados”, pero sin intereses personales que sustentaran tanto sacrificio. Tal es el caso de un Sargento Cabral quien con su último aliento “dicen que dijo”: “muero contento, hemos batido al enemigo”.

Y yo pienso, “Pobre hombre, como estaría de malherido que terminó su vida con un argumento tan pueril”. A mi me cuesta creer que fuera tan…tan…bueno, eso.

Sin embargo, si bien es cierta la fuerza que imprimía la imagen de un caudillo o un jefe militar en la gente, y eso hace al líder tal como hoy se conoce, no es menos cierto que si ese líder no encarna los valores, anhelos, deseos, intereses, sueños, necesidades, etc. de aquellos que lo colocaron en esa posición, como dijera justamente uno de Entre Ríos: “Minga que le iban a jugar a los soldaditos”

No puede negarse tampoco que el auto-reconocimiento implícito de la masa acerca de su incapacidad para organizarse frente a un enemigo común la hace vulnerable a dejarse llevar por alguien que represente sus intereses, pero eso está muy pero muy lejos del cuadro que se nos quiso exponer siempre de una manada ignorante que dócilmente se dejaba arrastrar hipnotizada por el carisma de un “elegido”, ya que serían de poca instrucción pero no débiles mentales. Pregunto: ¿Acaso quienes hoy llenan colectivos y van a actos que ni les interesan a escuchar discursos que ni registran a vociferar “Viva Kirchner” lo hacen por un incondicional amor kakokrático?....

”Viva Kirchner… madre mía!! Hay que estar muy perturbado, alcoholizado, narcotizado, revestir calidad de “cómplice korruptelar” hasta las manos o “pagado” para resistir estoico semejante papelón!!!

Bueno, pero le decía básicamente que ese cuentito que se repite en las aulas desde la época de mis tátara – tátara - tátara abuelos de que San Martín y sus valientes granaderos nos liberaron definitivamente del yugo del malvado debería ser revisado con mucha mayor profundidad y preguntarnos por ejemplo si todos los supuestos liberados pertenecían a un mismo colectivo, con idénticos intereses.

Sería bueno plantearse por ejemplo que: “si un tal Domingo Faustino, luego de indagar un poco sobre los efectos de su accionar político, no nos resulta el “sublime” maestro promotor de educación por amor a la sabiduría y a los desposeídos, tampoco hay por qué meterse con su complejo de Edipo, sus “extrañas” relaciones sentimentales y otras cuestiones tan privadas”, porque esto lo único que denota es a analistas superfluos o instruídos ad hoc para desviar la atención de lo relevante.

Por ahí habría que apuntar los cañones para el lado de ¿Cuáles eran los intereses económicos y de quiénes, que necesitaron implementar políticas públicas tales como el servicio militar obligatorio, la consolidación del poder político de la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Ley Nacional de Educación con pupitres duros, maestros dictando clase en el frente, desde una perspectiva panorámica que antes no se utilizaba, todos con guardapolvos blancos, etc?

¿Por qué era imprescindible someter, controlar, dominar a los gringos y a los indígenas de la época?

¿Por qué la orden era “disciplinar o disciplinar” a costa de lo que sea y lo que escapaba a esa posibilidad debía ser exterminado?

A lo largo de este trabajo me propongo analizar algunos hechos relevantes de la (para mi gusto) mal llamada “historia nacional”, tratando de demostrar lo que vengo pensando hace muchos años: “En realidad la Argentina, no tiene historia propia”.

Pero en fin, en breve le contaré cuales son mis fundamentos para afirmar algo que seguramente será blanco de virulentas críticas de varios sectores. Ya veremos qué pasa cuando exponga mis argumentos.

 

Nidia G. Osimani

 

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