El 13 de enero, en la sede porteña del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE), el investigador mexicano Gian Carlo Delgado Ramos expuso sobre “Ecología Política de la minería en América Latina”.
El joven investigador de
En 2008, el Pentágono los clasificó como estratégicos, críticos y esenciales, siendo los primeros los que permiten mantener la hegemonía mundial y regional, al tiempo que sus reservas son limitadas o de difícil explotación por resistencias sociales. Los críticos son también de carácter estratégico pero además permiten ventajas en el sector militar; es el caso del berilio que se utiliza en las cabezas nucleares. Y finalmente, los esenciales son aquellos que dan forma a la economía, como el hierro y el cobre.
Delgado Ramos ejemplificó dónde se encuentran estos minerales. China posee el 49% de las reservas mundiales de arsénico que se utiliza en la industria espacial y de telecomunicaciones. La bauxita que se utiliza en el aluminio se distribuye entre Jamaica, Australia, Guinea y Vietnam. El 80% del cobalto se encuentra en el Congo y el 20% restante en Cuba. El litio en Bolivia y Chile. El oro en Sudáfrica y las más importantes reservas de cobre se reparten entre Chile y Perú.
También señaló que la actual dependencia estadounidense del abastecimiento de petróleo externo, que es de un 45%, se elevará entre 2020 y 2030, a un 75%. De allí que ya no se trate de una cuestión que pueda resolver solamente el mercado y sus empresas transnacionales, sino que involucra principalmente a las Fuerzas Armadas estadounidenses.
Desde la década del ‘90, la política exterior de Estados Unidos liga la cuestión de la seguridad con la variable ambiental. El objetivo fue asegurar zonas ricas ante escenarios de incertidumbre. Hoy esa tarea ocupa principalmente al Pentágono que para tener libre acceso a los recursos naturales estratégicos, ha pasado a definirlos como bienes comunes y recursos globales. Promover el acceso, flujo y control a las reservas mundiales de minerales, depende ahora de los militares estadounidenses que desde 1991 sólo consideran abastecedores confiables a México, Canadá y los países de la cuenca del Caribe.
Aunque desde fines de los ’70 Estados Unidos ya contaba con una Ley de Almacenamiento Estratégico, en la actualidad apunta centralmente a satisfacer un modelo dinámico de defensa para lo cual se asocian con industrias privadas, principalmente estadounidenses y canadienses, pero subordinando esta política a la “securitización” de los recursos mineros vía militar. De allí la reformulación del Comando Norte que ahora incluye a Puerto Rico y México, y hacia el sur fija el eje operativo en Colombia apuntando al control de América del Sur.
La pregunta que se hace Delgado Ramos es si este interés norteamericano beneficia a América Latina.
Al respecto señaló que nuestras economías son de carácter extractivo, de enclave. Dio como ejemplo el caso de su propio país, México, cuyo principal mercado es Estados Unidos y donde el petróleo crudo y minerales representan el 60% del total de sus exportaciones e importa el 40% en naftas. También en el caso de Centroamérica el grueso de sus recursos naturales va a Estados Unidos. Para los casos de Chile y Perú, entre 1980 y 2000, el 52% de sus exportaciones afectaron a la minería y tuvieron el mismo destino.
Esta sangría de recursos naturales mineros ha sido acompañada por leyes que garantizan la seguridad jurídica a las empresas extractivas como las mineras, privatizando reservas, dando preferencia al uso minero del territorio y el agua y concesiones por períodos de 50 años, para las cuales no existen pagos de impuestos ni tasas de exportación para los minerales extraídos.
Aunque mucho se habla que todo esto, se hace para favorecer el desarrollo de los pueblos. Delgado Ramos aseguró que para México sólo representa el 0,1% del empleo con 270.000 puestos de trabajo mientras los impactos ambientales son devastadores. La minería produce el 69% de los gases invernadero en México, Canadá y los EE.UU.
Es por eso que contra la idea del Pentágono de “securitizar” los recursos, propone la de una seguridad ecológica vinculada a la necesidad de pensar un medio ambiente sano, vinculado a modos de producción y relaciones sociales diferentes de las actuales. Concluyó afirmando que no podemos pensar un modelo alternativo, por ejemplo, el del socialismo del siglo XXI, basado en economías extractivas.
Mario Hernández