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El otro periodismo hispano

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 Las palabras, el idioma, también son pepitas de oro. California enseña un nuevo verbo. El lenguaje, la comunicación, es la más formidable de las aventuras diarias entre las personas. Un descubrimiento. Conocerse, es alumbrarse, ser, traspasar culturas, experiencias, gustos, olores, circunstancias, saberes, vivencias y memoria de lo ya vivido. Quienes habitan en la mudez del verbo, se aíslan en sus sombras, se dejan devorar por el cotidiano aburrimiento, crecen como el arbusto del desierto.

 

 El idioma nos une y abre puertas a nosotros mismos, es un santo y seña que contamina todo, como debe ser, y es hechura de los días y los sueños, de lo cotidiano vivencial, y reúne los gestos y las palabras, lo que dos amantes se dirán esa noche. Las palabras son cómplices hasta en su silencio. El amor bilingüe es otra cosa, como un mal beso. Una cosa es compartir lenguas o la lengua. En esto la Real Academia de la Lengua Española, aconseja conservar, proteger, estimular, la propia. Detrás de la palabra, la cultura, las costumbres, la infancia que es memoria eterna, como la lengua.

 La lengua se contamina, coexiste, se enriquece, flexibiliza, acomoda, penetra en el verbo, la caverna oscura que multiplica el viejo abecedario, como si se reciclara el aire que respira el hablante, y que de alguna manera es una operación oral que convoca el hablar de la calle, la palabra viva, cuyo hábitat es la gente misma.

 El periodismo y la literatura se alimentan de hechos y palabras, el lenguaje es el edificio que sostiene a ambos géneros, y al primero, la verdad, mientras que una narración puede gozar de la ficción. Ambos necesitan de la libertad. El reportero es el alma de la noticia y muchas veces de la crónica, y requiere de una página en blanco porque él trae la historia y la construye. Libertad y ética para el periodismo. La literatura, es todas las libertades y la aventura misma de la palabra, el edificio del lenguaje que se construye con todos los materiales posibles, y lo que importa es el resultado de la obra, no los planos, ni los estilos, ni las innovaciones aparentes vanguardias o modas pasajeras.

 Ambos géneros han probado casi todo. Lo cierto es que hay cultores de excepción en los dos. Tanto en el pasado y en la actualidad, aunque en esta época se cultiva la banalidad, lo insólito, lo pueril, el lado amable de la intrascendencia, el show en una palabra. La superficialidad en a superficie de los hechos, redundancia de lo más pobre como expresión periodística.

 40 millones de latinos en Estados Unidos requieren, necesitan, una información más completa, diversificada, creativa, basada en la verdad, que atienda a la comunidad hispana en su amplia gama de inquietudes, necesidades, desafíos y que al mismo tiempo sea puente, vínculo con la nación anglosajona. Información integral, que no mire el ombligo de algunas comunidades, donde se destaque la cultura, y se reflejen de manera analítica los problemas de la nación norteamericana. Un medio no es una máquina repetidora y muchas veces es evidente que faltan fuentes propias. Dejamos que otros nos cuenten la historia.

 Periodismo para dos culturas, hispana y anglosajona. El conocimiento es indispensable, una visión clara de identidades que comparten, se complementan, crean, participan en un mismo espacio, y desde luego, deben reconocer su creciente interdependencia en la convivencia y desarrollo nacional. País de inmigrantes que se recicla asimismo, vigoriza, fortalece, expande, combustiona, alimenta, con las distintas raíces que crece un mismo árbol. Dos lenguas principales, inglés y castellano, diversidad de etnias, mosaico de culturas, diversidad en la diversidad, un caleidoscopio. Es tiempo de culturas, de superar el espacio inmediato, asimilar lo mejor de ambas, asumir el siglo XXI con todas nuestras capacidades y voluntad.

 No hay nada peor que una sociedad desinformada, que recibe una historia de segunda mano, que alguien además se la cuenta a su manera y escribe sin su participación.

 Un nuevo periodismo le permitiría una mayor participación, presencia, a los hispanos en la toma de decisiones en Estados Unidos, porque estaríamos ante un grupo social mejor informado, con más conocimientos, y atento a los temas trascendentes, aquellas tendencias y eventos que hacen la historia, impulsan las comunidades.

 Se brinda hoy al lector, televidente, radioyente, una visión maniquea del mundo, con unos cuantos elementos que forman parte del espectáculo, el pequeño circo de la mujer barbuda.

 El periodismo porcorn, que fácilmente se baja con un par de cervezas, la información que va en una mochila, que se digiere con un café expreso, el verbo instantáneo, el maquillaje rosa de la TV, la visión farandulera de la vida, la hora feliz de la pasarela, el mundo irreal en definitiva. Información para un escenario preconstruido, es lo que vemos con la máscara del día, los espejuelos de la fantasía. Es lo que acepta el stablishment y se impone en el día a día, la agenda del lector común y corriente, que atraviesa en el subway o en el metro, la vida en la carretera o en un tren eléctrico. Después viene la noche y el cansancio, en la rueda magnética del día siguiente hacia el túnel en reversa.

 ¿Llegará el momento que tendremos que informar a un mono? No lo sabemos. Quizás unas señas desde la TV, unos cuantos crucigramas, diarios de vida, pequeñas cartillas en los subterráneos, aeropuertos, estadios, pasatiempos en las bolsas, novelas rosa en los casinos, Biblias elementales de 25 páginas en los hipódromos, literatura de autoayuda en las salas de masajes. Almanaques Bristol a la salida de las universidades, acertijos y naipes del Tarot en las clínicas de urgencia.

 El cerebro es la parte menos estudiada del hombre. Ocupamos un 25 por ciento de su capacidad. Es un misterio aún no revelado que haremos con él. La cabeza suele ser lo primero que pierde el hombre y la mujer en medio de las emociones del día o en cualquier instante. Pero, el periodismo y la literatura, sobreviven por los lectores, apelan a los sentimientos, a la razón, a la psiquis, imaginación, a todos los sentidos, a la sensibilidad e intereses de las personas.

 Algo nos indica, que la palabra ha perdido fuerza en tiempos de la imagen digital, de una época carrusel, que privilegia el entretenimiento, la diversión, el hedonismo, el vistazo al ombligo, el tatuaje en la rabadilla, el arete y la lengua perforada por el silencio. El mensaje es un vulgar balbuceo, carece de desarrollo, porque muere en su propio impacto, sensacionalismo.

 Los lectores y el público en general merecen una mejor suerte, no sólo ser informados, sino de manera veraz, correcta, entretenida, con conocimiento y posibilidad de reflexionar, de sacar sus propias conclusiones. Una información sin sexo determinado, no tendenciosa, comunitaria, que recoja y proyecte la marcha de la sociedad, sus desafíos, demandas, errores, que no oculte la cara fea de la moneda, ni acepte privilegios de ninguna institución, pública o privada, que la información se someta al escrutinio del público, destinatario y soberano en materia de decisiones.

 Información que el lector sienta seguridad de que lo que se dice es la verdad, son los hechos, que el periodista ha investigado, asumido los datos, las fuentes con responsabilidad. Hechos indesmentibles garantizan que no habrá impunidad y una sociedad se hace y crece más libre, segura, confiada y se transforma en solidaria, participativa y vigilante de sus derechos.

 La pugna por conquistar e influir en la opinión pública, es una realidad no sólo de esta época. Quizás es más noticia en este tiempo, una época donde la velocidad ha dejado atrás el tiempo y ya no existen distancias. La ubicuidad de la información es absoluta y a toda hora. Internet ha revolucionado el acceso a la información, cada día más masiva, instantánea, la competencia crece con los espacios alternativos y la información circula, se lee, comenta y difunde segundo a segundo. Nunca como ahora se había reciclado más información, plagiado, sin duda, porque en el ciberespacio la vigilancia es casi imposible, entre millones de internautas que se cruzan mensajes, ideas, opiniones. Es un fenómeno que crece por horas, la originalidad se hace difícil, como tampoco resulta fácil a algunos encontrar la verdad. Existen espacios inclusive instalados para confundir al distraído lector. Es una galaxia autónoma, en permanente movimiento, con un menú inagotable, en permanente, infinito crecimiento.

 La información debe estar basada en la investigación, veracidad de los hechos, creatividad, con contenidos, el Otro Periodismo, que hay detrás de la noticia, la historia, el enfoque internacional, global, independiente, en un lenguaje que le permita al lector contar con elementos nuevos para su propio análisis. Información para pensar, tomar conclusiones, interpretar la realidad, los acontecimientos públicos e internacionales. Información confiable, con ética, historias contadas con un lenguaje renovado, donde el lector puede interpretar los acontecimientos que influyen directamente en el comportamiento de la sociedad. Una información variada, entretenida, de interés público, especializada, libre, objetiva, porque un medio es un vocero de la sociedad, su intérprete.

 El más grande escudo del periodista es la verdad. A un Medio de Comunicación siempre le distinguirá la credibilidad de su información, confiabilidad, y el tratamiento basado en sus fuentes, en la capacidad creativa del periodista, su instinto y conocimiento, el olfato, su compromiso con el lector.

 

 Rolando Gabrielli

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