El 11 de mayo de 1974, una ráfaga de plomo, fría y cobarde, hiere de muerte al
padre Carlos Mujica.
Luego de celebrar misa en la parroquia de San Francisco Solano, Mataderos, a
poco de abandonar el templo un hombre joven lo enfrenta y con la rapidez de un
rayo dispara una veintena de proyectiles sobre el sacerdote. En esos tiempos en
que el país estaba en llamas nadie se adjudicó el asesinato.
En sus quince años de labor sacerdotal fue un ejemplo de
vida. Su nombre queda eternizado en su obra.
Lo recordamos en esta entrevista imaginaria, destacando que las
respuestas fueron tomadas de charlas y reportajes hechos a él
oportunamente.
-¿En dónde naciste?
-Nací en el palacio Ugarteche, creo que lo llamaban el palacio de Los Patos y
siempre viví en el Barrio Norte.
-¿Venís de una familia de creyentes?
-Mi familia tenía una honda fe cristiana. Fui criado en un clima de piedad
religiosa. Pero era una fe trascendentalista, muy preocupada por la salvación
del alma, que no turbaba para nada la conformidad que sentíamos hacia todo lo
que nos rodeaba. El otro mundo, el mundo de los humildes, no lo conocía.
-¿Sentiste de muy chico el llamado de algo superior?
-Era un muchacho piadoso y, a mi manera, feliz. Primero, iba a aprender que había
otra clase de felicidad. Después lo otro: otra clase de
piedad. Me acuerdo que un día, charlando con mi confesor, el padre Aguirre, hoy
obispo de San isidro, le dije: ‘Padre, hoy me siento un tipo feliz: primero,
porque hay una chica que creo me lleva el apunte; segundo, porque Fangio acaba
de ser campeón mundial y tercero, porque Racing va primero’.
Esa era toda mi problemática en aquélla época. Pienso que mi vida se
hubiera derrumbado si Fangio volcaba el coche o Racing perdía dos a cero.
-¿Se habrá sorprendido el padre Aguirre ante tu banalidad?
-El padre Aguirre se sonrió y me dijo: “Mirá, yo creo que la felicidad
depende de cosas más profundas”; después lo descubrí. Un tipo
extraordinario el padre. Era un hombre que se daba, que vivía para los demás.
A él, después de Dios y mi madre, le debo la vocación sacerdotal.
-¿Y cuándo se te ocurrió ser sacerdote?
-Hasta los 19 años no se me había cruzado por la cabeza que yo podría ser
sacerdote. A los 21 años entré en el seminario.
-¿Cuáles fueron las primeras enseñanzas que tuviste?
-La enseñanza que daban en el seminario, la lectura y la meditación de la
Biblia, donde está indicado claramente que Dios viene por todos, pero que,
principalmente Dios viene para los pobres, me habían hecho ver que el sacerdote
está llamado a una vida austera, abierta a la vida de los humildes. Todavía
era seminarista y entré a trabajar al lado del padre lriarte,
que era teniente cura en la parroquia de Santa Rosa. Visitaba la gente de
la parroquia; no la esperaba, la iba a buscar. Tratábamos de
hablar con la gente, de comprender.
-¿Solías acompañarlo?
-A fines de 1954 y durante todo el ‘55, íbamos con el padre
Iriarte a visitar a la gente en sus casas. Una vez por semana, íbamos a un
conventillo que quedaba en la calle Catamarca y charlábamos con la gente. Yo
preparaba a los muchachos para tomar la primera comunión; los domingos jugábamos
al fútbol.
-Supongo que eran días revoltosos. Se venía la caída del peronismo...
-Eran los días finales del gobierno peronista. En mi familia, mi padre estaba
prófugo y tenía dos hermanos en Villa Devoto.
-Pero vos: ¿estabas con Perón?
-En el barrio norte se echaron a vuelo las campanas y yo participé del júbilo
orgiástico de la oligarquía por la caída de Perón.
-¿Y la gente de la villa sabía que estabas contra Perón?
-Una noche, fui al conventillo como de costumbre. Tenía que atravesar un callejón
medio a oscuras y de pronto, bajo la luz muy tenue de la única bombita, vi
escrito, con tiza y en letras bien grandes: “Sin Perón, no hay Patria ni
Dios. Abajo los cuervos”. La gente me conocía bien. Lo que vi escrito fue un golpe. Yo
era un miembro de la Iglesia y ellos le atribuían a la Iglesia parte de la
responsabilidad de la caída de Perón. Me sentí bastante incómodo, aunque no
me dijeron nada. Cuando salí a la calle aspiré en el barrio la tristeza. La
gente humilde estaba de duelo por la caída de Perón. Y si la gente humilde
estaba de duelo, entonces yo estaba descolocado.
-Pero
más adelante integraste la comitiva que fue a buscar a Perón. Cómo se explica
ese cambio?
-Cuando el padre Vernazza y yo recibimos la invitación del Movimiento
Justicialista para acompañar la delegación que iba a buscar al general Perón,
decidimos viajar luego de hacer muchas consultas con sacerdotes de distintas
tendencias, por el hecho de que sentimos que teníamos que estar presentes
precisamente porque somos sacerdotes, porque no se trataba simplemente de un
hecho político sino de un hecho histórico que trasciende ampliamente lo político
y que se puso en evidencia por la representación de las personas que viajaron,
que era multiforme, que respondía a distintos sectores del quehacer nacional.
Sentimos que debíamos estar presentes porque los más amplios sectores de la
patria esperaban este acontecimiento.
-¿Sintieron que debían estar allí como sacerdotes? ¿No es mezclar la política
con la religión? Lo sagrado con lo profano.
-Nosotros, como sacerdotes y respondiendo a lo que nos enseñan nuestros obispos
en, por ejemplo, el documento de Acción Pastoral del Episcopado, donde se nos
señala que la acción de la Iglesia debe realizarse desde el pueblo y con el
pueblo, sentimos que en este viaje teníamos que acompañar las esperanzas de
nuestro pueblo.
Cuando yo volví, una de las alegrías más grandes fue que
una señora de unos 50 años, de la villa, me dijo: "Los pobres también
estábamos en el avión porque estaba usted". Y ellos saben perfectamente
que yo no soy pobre, pero también saben perfectamente que yo estoy al lado de
ellos. Como lo hemos declarado nosotros en el momento en que viajamos,
entregando una declaración a la prensa, que fue silenciada...
La razón particular por la que el padre Vernazza y yo estábamos
en este viaje es porque somos sacerdotes que trabajamos en las villas de
emergencia, porque vivimos en contacto allí con lo más noble de nuestro
pueblo, los más postrados, los más explotados, los que viven sumergidos por el
hambre, la explotación y la marginación y que también viven llenos de
esperanzas.
-¿Qué cosas del viaje recordás que te hayan impresionado?
-A pesar de que en el avión
había representantes de distintas posiciones, me parece importante remarcar que
todo que todo quedó un poco postergado, por decir así; y creo que todo el
mundo tomó conciencia de que estábamos participando un hecho histórico, que
éramos 130 privilegiados y que había muchos otros quizás con mucho más
derecho para en ese avión. Lo que más me impresionó fue diálogo que tuve con
el doctor Cámpora, por quien yo tengo un enorme respeto, porque pienso que ha
sido una herramienta fundamental en el regreso del general Perón.
-¿Por qué razones no has aceptado la candidatura a diputado que te ofrecía
la juventud en la lista justicialista por la Capital Federal?
-Ante todo quiero decir que me he sentido muy honrado por el hecho de que el
Movimiento Justicialista haya pensado en mí como candidato, pero mi determinación
estaba tomada de antemano. Los sacerdotes del Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo de la Capital Federal, en una reunión realizada hace más de dos
meses, habíamos considerado la posibilidad del ofrecimiento de candidaturas, y
habíamos decidido unánimente no aceptarlas porque pensamos que nosotros somos
sacerdotes y que la intervención en la política directa de un sacerdote es un
hecho excepcional. Sobre todo, los sacerdotes que estamos trabajando en las
villas miseria tensamos que nuestra acción debe realizarse de lleno desde el
Pueblo (juntos físicamente a nuestro Pueblo) y con el Pueblo en la lucha por la
liberación, y que nuestros aportes, tanto nuestro Pueblo como a los altos fines
del Movimiento Peronista, pueden ser más útiles -incluso aportes desde el
punto de vista crítico- desde nuestra acción sacerdotal, marginada ejercicio
de las candidaturas.
-Hablamos
de Perón. Qué opinión tenés de los otros dos caudillos populares: Juan
Manuel de Rosas e Hipólito Irigoyen?
-Rosas es para mí la expresión popular de la verdadera organización nacional
del siglo XIX. La Confederación
Argentina de Rosas es la que posibilita, por otra parte, la conciencia de masas
de la montonera. De esa montonera varelista y jordanista y de los sectores medio
y populares, surge la “Causa” que conducirá Yrigoyen, quien expresa, a la vez, los primeros atisbos antiimperialístas.
Heredero de la conciencia nacional montonera y de la conciencia americanista del
yrigoyenismo, surge el Movimiento Nacional Peronista, que con los
"cabecitas" marcará una línea histórica irreversible, a pesar de
los esfuerzos contrarrevolucionarios del liberalismo colonial. Los curas para el
Tercer Mundo no tenemos dogmas políticos. Dentro de las grandes líneas del
movimiento se respetan las opciones personales, aunque una clara mayoría se
define por el peronismo.
-¿Me diste el pie que esperaba. ¿Qué es el Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo?
- Es un movimiento de Iglesia. Surge de la orientación del Magisterio expresado
actualmente en la "Populorum Progressio", en los documentos de Medellín
y en el de los Obispos argentinos en San Miguel. También del contacto cotidiano
de los sacerdotes-obreros y capellanes de villas con el mundo de los pobres y
oprimidos. Son ellos, los pobres, los marginados, los que nos han ayudado a
revalorizar el sentido profético de nuestro sacerdocio.
-Ustedes aparecen como peligrosos para las clases privilegiadas. ¿Buscan
la revolución, la violencia, la lucha armada como camino de liberación?
- Buscamos una sola cosa: ser "la voz de los que no tienen voz", como
dice Helder Cámara. Ejercer una presión moral liberadora, ayudando a tomar
conciencia a los opresores de la necesidad impostergable de una profunda
revolución protagonizada por el pueblo, que conduzca a un socialismo original y
latinoamericano.
-¿Dónde son aplicable todas esas teorías que pregonan?
-¿Dónde va a serlo? en el Tercer Mundo. En el mundo de los pobres de hoy. Los
pueblos pobres y los pobres de los países ricos. Tercer Mundo son los indios y
los negros en Estados Unidos, los argelinos, las colonias portuguesas en África,
los nativos de Sudáfrica, los palestinos en Israel y los judíos en la Unión
Soviética. Si existen países subdesarrollados es porque existen otros
subdesarrollantes, que han conseguido un elevado nivel de vida -lo que no
significa, al mismo tiempo, mayor conciencia cultural y humana-, a costa de los
países empobrecidos.
-¿Qué opinión te merece el Che?
-El Che Guevara, marxista, decía a los cristianos, hablando del papel que deben
cumplir en América Latina: "los cristianos deben optar por la revolución,
y muy especialmente en nuestro continente, donde es tan importante la fe
cristiana en la masa popular". El reconoce la importancia de la fe
cristiana. Muchas veces nosotros, con mentalidad colonialista, cientificista,
racionalista a la europea, llamamos magia o superstición a lo que en realidad
es una auténtica expresión de religiosidad en nuestro pueblo. Todos tenemos
una cierta cuota de magia o superstición en nuestra religión. Todos. Habría
que revisar a conciencia ese aspecto. A veces nos quedamos con una serie de prácticas
y olvidamos lo esencial. Otras veces pasa lo contrario. Rechazamos todo tipo de
prácticas y creemos que vamos a expresar la religiosidad en la más íntima de
las intimidades. Pero no somos ángeles, y si no expresamos nuestra religiosidad
a través de cosas concretas, ésta se volatiliza. No rezamos el rosario porque
es anacrónico, no rezos¡ breviario, no rezo la misa. Finalmente nada queda. El
amores expresa con gestos, como yo digo de la vida matrimonial. Si a mi mujer la
encuentro en el trabajo, en la calle, en la profesión, en la política, en
todo; pero no la encuentro en ella misma, finalmente no la encuentro en ningún
lado. Claro que a Dios no lo puedo tocar ni ver ni agarrar, desde luego, pero si
no tengo una relación íntima y profunda, personal (porque eso es lo
revolucionario), con Cristo; si El no es mi compañero de ruta, si El no es mi
verdadero y principal interlocutor, finalmente no lo voy a encontrar en nada.
Retomando la cita del Che: "Los cristianos deben
optar por la revolución definitivamente y en especial en nuestro continente,
donde es tan importante la fe cristiana en la masa popular. Pero los cristianos
no deben pretender, en la lucha revolucionaria, imponer sus propios dogmas".
En eso estoy de acuerdo. Hasta el mismo Papa, a partir de la encíclica
Ecclesiam Suam es el primero que nos dice que el nuevo móvil de acción debe
ser el diálogo. "No hacer proselitismo para sus iglesias", dice el
Che. También está bien. Pero sigue diciendo "...deben venir sin la
pretensión de evangelizar a los marxistas...". En eso sí que no estoy de
acuerdo. Siempre debemos tener la pretensión de evangelizarlos. Todo cristiano
debe ser un evangelizador, un anunciador de la Buena Noticia. Probablemente el
Che, al hablar de evangelizar, se refiera a las prácticas de ciertas Iglesias,
y no tanto la católica, sino de las protestantes, que a veces no respetan la
libertad del otro. El diálogo supone proclamar la propia verdad y permitir que
el otro proclame la suya. Pero uno tiene que proclamar con pasión su verdad.
Cuando el cardenal Bea reunió, con motivo del Concilio Vaticano II, a los
representantes de las distintas religiones no cristianas, les dijo: "Todos
nosotros estamos poseídos por la verdad, algunos más, otros menos. Los católicos
pensamos que estamos más poseídos por la verdad, muy bien, entonces tenemos
que comulgar en la porción de verdad que cada uno de nosotros tiene, y no
buscar aquéllo en lo cual estamos separados". Pero me interesa el final de
la frase del Che que citaba antes: "...y sin la cobardía de ocultar su fe,
para asimilarse a ellos". A los marxistas, a los ateos, lo que más los
escandaliza de nosotros es la cobardía que a veces tenemos para manifestarnos
como somos. Ellos no se escandalizan de que seamos cristianos, se escandalizan
de que no lo seamos suficientemente, que es una cosa distinta. Por eso nosotros,
para encontrar el condimento verdadero para una revolución, tenemos que leer el
Evangelio.
-¿El Paraíso bíblico llegará a nosotros a través del socialismo?
- No, viejo. Ningún cambio de
estructuras, por más profundo que sea, engendrará una sociedad nueva, sino se
da, al mismo tiempo, la erradicación del egoísmo en el corazón del hombre, la
revolución interior, es decir, la conversión personal.
-¿Conversión de qué?
-Del pecado, que es el antiamor. Para los Obispos argentinos, el pecado consiste en rechazar el amor e instalar la injusticia tanto en el corazón del hombre como en las estructuras. Por ejemplo, el pecado sexual consiste en tratar a alguien que es persona como si fuera una cosa. Es decir, en lugar de respetarlo como ser espiritual, utilizarlo egoístamente para colmar mi apetito posesivo. Pero en San Miguel, los Obispos nos hablan de otro sentido del pecado que hoy tiene terrible vigencia: el pecado colectivo, el pecado estructural. Se trata de la existencia de estructuras económicas, sociales y políticas, a través de las cuales se produce la explotación de unos hombres por otros. Son estructuras injustas, por ejemplo, la acumulación de la tierra en pocas manos, cristalización de sucesivos pecados personales. 0 el aprovechamiento casi total de lo que produce una fábrica por parte de una sola familia. E insisten los Obispos que todo cristiano, todo argentino, en la medida en que consiente o tolera esta situación, se hace copartícipe de esta situación de pecado colectivo.
-¿Qué es para vos amar a Jesús?
-Es cumplir el mandamiento que nos dejó antes de morir: “Que se amen unos a otros como yo los he amado”. Amar a los pobres y oprimidos, en los que se hace más patente el rostro del Señor. Pero ese amor a Cristo, presente en el hombre, necesita ser alimentado permanentemente en la plegaria, en ese contacto individual, íntimo con Dios. David bailaba frente al arca; cada uno tiene un modo particular de hablar. Bueno, tiene que haber "un modo" de hablar con Dios; en ese diálogo íntimo con El, en la lectura sencilla y desprejuiciada del Evangelio, vamos a encontrar la fuerza necesaria para amar a nuestros hermanos, a nuestro pueblo; y para jugarnos por su felicidad. En este momento histórico de nuestra patria, en que lenta pero inexorablemente comienza a salir el sol, en que todo el pueblo está en lucha por la liberación nacional, es muy importante que los cristianos, dejando de lado la actitud de buscar "acomodos", puestos o conveniencia personal, demos testimonio de la presencia de Cristo a través de la tarea permanente, indoblegable, generosa y abnegada de servicio a nuestros hermanos.
-¿Qué es orar?
-Es hablar con Dios, como se habla con un amigo, entonces se puede hablar con Dios sin decir una sola palabra. Hay una anécdota en la vida del cura de Ars, que dice que en el primer banco de la Iglesia había un viejito que estaba allí sentado todo el día. Entonces se le acercó el cura y le dijo: "¿Qué hace usted acá?", "Nada. El me mira, yo lo miro", contestó el viejito. Ese es un modo muy hondo de orar. Como cuando dos viejitos con muchos años de casados, están juntos, sentados junto al fuego, y no se dicen nada, porque se miran y con la mirada se lo dicen todo. Personalmente creo que orar es eso, es dejarme mirar por Dios y decirle que quiero amarlo. San Francisco de Sales decía: "Digámosle todos los días a Dios que lo amamos. Algún día se lo vamos a decir en serio".
-¿No pensás que por tus ideas, aún más por tus acciones te puede pasar algo malo?
-
Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto
con los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio que no
merezco de perder la vida en esta empresa estoy a su disposición.
ORACIÓN DEL PADRE MUJICA
Señor, perdóname por haberme
acostumbrado a ver que los chicos, que parecen tener ocho años, tengan trece;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por
el barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor
de las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que
ellos no pueden hacerlo;
Señor, yo puedo haber huelga de hambre y ellos no; porque
nadie hace huelga con su hambre;
Señor, perdóname por decirles "no solo de pan vive el
hombre", y no luchar con todo
para que rescaten su pan;
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame.
Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para
ellos.
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame.
Néstor Genta