En el plano internacional, el blanqueo de activos es un problema esencial, en virtud de las cantidades de dinero que se manejan en esas actividades.
La inversión de dinero de dicho origen, asume proporciones tales que pueden contaminar o desestabilizar los mercados financieros, poniendo en peligro los cimientos económicos, políticos y sociales de Naciones económicamente débiles, en particular, las que no poseen una democracia estable.
Algunos sectores políticos sostienen, en interés del desarrollo económico, una oposición a las leyes y medidas de represión del blanqueo de dinero, y esto no hace otra cosa que tener en cuenta los efectos de corto plazo que implican el ingreso masivo de dinero a las arcas de un país, pero que conlleva efectos perjudiciales de esas políticas a lo largo del tiempo en el desarrollo social, económico y político.
La inversión de grandes sumas de dinero sobre un determinado sector o actividad, generará descontrol en el nivel de precios que se venía manteniendo en dicho sector, generando competencia desleal para los participantes del mercado que lo hacen de una manera libre y "legal".
Al final, gran parte de estos participantes desaparecerán o tendrán que optar por prácticas de corrupción compatibles con sus nuevos competidores, lo que no solamente corrompe al mismo sector sino también el resto de la actividad industrial o comercial, y la economía toda, terminará por corromperse, con las consecuencias inevitables que arrojará sobre la vida política y social de un país.
Una de las formas de blanqueo en magnitudes considerables es a través de la inversión en deuda estatal de varios países y por otro lado pero de manera más arriesgada, en productos especulativos y frágiles que buscan un rendimiento alto y rápido. Es decir, estos grupos delictivos controlan una parte muy importante de la deuda oficial de los países más vulnerables.
Las actividades especulativas del crimen global organizado han influido de manera muy importante en las crisis económico-financieras de los ochenta y de los noventa y que aún persisten en esta nueva década, citando como ejemplos los casos de países de América Latina y del Sudeste asiático.
La historia continúa con un proceso perverso que pone aún más en las manos del delito organizado global las economías de los países más frágiles.
Los organismos financieros globales, como el FMI, obligan a los países en crisis a tomar medidas de austeridad económica que empujan al cierre de las empresas y el aumento del desempleo; entonces crece la economía sumergida que es campo abonado para la economía criminal global.
Este proceso es tan evidente que así lo reconoció la ONU en su conferencia para la prevención del crimen de El Cairo en 1995: "La penetración de los sindicatos del crimen ha sido favorecida por los programas de ajuste estructural que los países endeudados se han visto obligados a aceptar para tener acceso a los préstamos del Fondo Monetario Internacional".
Por un lado, un volumen de dinero negro equivalente a un tercio de los depósitos oficiales de divisas de todo el mundo se blanquea y se mete en el sistema legal, apoderándose lenta pero seguramente, de buena parte de las economías más frágiles. Por otro lado, ese lavado de enormes cantidades de dinero sucio es imposible sin el concurso y la complicidad, de buena parte del sistema financiero legal, como así también de la dirigencia política de cada país afectado.
Las consecuencias mediatas del blanqueo de dinero serán entonces, la erosión de las instituciones financieras, modificación de la demanda de dinero en efectivo, desestabilización de las tasas de interés y el tipo de cambio, aumento de la inflación de los países donde los delincuentes globales actúan preferentemente y que finalmente afectan a la estabilidad financiera de los países más vulnerables.
Cerca de 60 de estos paraísos fiscales tienen licencias otorgadas a 4.000 bancos off shore que controlan aproximadamente 5 billones de dólares de activos.
Una de las principales causas del empobrecimiento y de las crisis que tienen lugar en África, Asia, América Latina, Rusia y los demás países de la ex URSS y de Europa Oriental es la corrupción en la economía, entre otras causas de mala administración y los cientos de miles de millones en dinero que se sacan de esos países a través del sistema de corresponsalía bancaria ligado a los principales bancos de Estados Unidos y Europa.
En Rusia solamente, la suma de los capitales transferidos ilegalmente durante la década de 1990 supera los 200.000 millones de dólares.
Los movimientos masivos de capitales provenientes de los países citados y dirigidos a los bancos de Estados Unidos y Europa han provocado el empobrecimiento masivo, la inestabilidad y las crisis económicas.
Del mismo modo, se ha incrementado su vulnerabilidad a las presiones del FMI y del Banco Mundial para que liberalicen sus sistemas bancario y financiero, lo que provoca nuevas salidas de capital y nuevas desregulaciones, las que a su vez generan una mayor corrupción y transferencias al extranjero a través de los bancos privados.
La globalización alimenta este sistema de transacciones financieras corruptas. Mientras la especulación y el servicio de la deuda externa contribuyen a la degradación del nivel de vida de las regiones más pobres, el sistema que maneja cifras exorbitantes de blanqueo de dinero y los servicios bancarios favorecidos por políticos y dirigentes corruptos constituyen un factor mucho más decisivo, que sostiene la prosperidad de gran parte de los países considerados del primer mundo y que apoyan con su política de ayuda externa, esta degradación de los países subdesarrollados.
La magnitud, el ámbito y el contexto temporal de las transferencias y del blanqueo de dinero, la centralización de las principales corporaciones bancarias y la complicidad de los gobiernos, sugieren decisivamente que las dinámicas de crecimiento y estancamiento, del imperio y de la recolonización están íntimamente relacionadas con una nueva forma de capitalismo construida en torno a la criminalidad, la corrupción y la complicidad.
El lavado de dinero tiene efectos devastadores sobre los Estados porque distorsiona los mercados financieros, aumenta la inflación, evita la detección de actividades criminales, destruye la actividad económica real generando un capitalismo virtual, desestabiliza las tasas de interés y el tipo de cambio, provee nuevos recursos para las actividades delictivas, promueve el empobrecimiento de los Estados, genera mayor endeudamiento.
Por año se blanquean en el mundo más de 600 mil millones de dólares producto del crimen organizado. Estas cifras se lavan utilizando el sistema bancario legal. Esta cantidad es equivalente a un tercio de las reservas en divisas de todos los bancos centrales, y se obtiene de la venta de cocaína, heroína y, en menor volumen, otras drogas ilegales. Entre 350 y 400 mil millones de dólares son ganancias del narcotráfico. Entre medio y un billón de dólares, originados en la delincuencia en el mundo se mueve a escala internacional y se deposita en cuentas bancarias. La mitad de esa suma va a parar a los Estados Unidos.
En los últimos 10 años más o menos, los bancos estadounidenses blanquearon entre 2.5 y 5 billones de dólares de dinero negro, que pasó a formar parte del circuito financiero de los Estados Unidos, sin embargo estas cifras no incluye las transferencias ilegales y los flujos de capital aportados por dirigentes políticos corruptos, ni la evasión fiscal que llevan a cabo empresas extranjeras.
Según estimaciones hechas por diversas fuentes, el flujo de dinero corrompido que sale de las economías de los países del Tercer Mundo o en transición, como los ex comunistas, y que va a parar a las arcas occidentales es de entre 20.000 y 40.000 millones de dólares por año, siendo el flujo generado por las transacciones comerciales con precios manipulados de 80.000 millones aproximadamente.
Al cabo de una década entonces, la suma alcanzaría a un billón de dólares, habiendo ido la mitad a los Estados Unidos.
Incluyendo otros conceptos que forman parte de la evasión de capitales, la suma final sería mucho mayor, tales como las permutas de bienes inmuebles, de valores bursátiles y las transferencias por cable fraudulentas.
Es decir que, la cifra incompleta de dinero negro, dinero blanqueado de origen delictivo y corrupto, inyectado en las cajas fuertes de los bancos estadounidenses durante la década de los 90 ascendería a unos 3 a 5.5 billones de dólares.
Si bien la información es incompleta, facilita una base de estimación del factor dinero negro en las economías de los países desarrollados.
Los flujos sumados de dinero blanqueado y dinero negro cubren buena parte del déficit de las balanzas de pagos de estos países; sin el dinero negro, la balanza exterior sería totalmente insostenible, el nivel de vida se derrumbaría, la moneda se devaluaría, el capital de inversión y préstamo disponible se contraería.
Actualmente, todos los grandes bancos tienen establecidas múltiples relaciones de corresponsalía en todo el mundo, lo que les permite realizar operaciones financieras para sí mismos y para sus clientes en lugares en los que no disponen de asiento físico.
Muchos de los principales bancos realizan funciones de corresponsalía en beneficio de miles de otros bancos.
La mayor parte de los bancos off shore que blanquean miles de millones para sus clientes disponen de cuentas en bancos norteamericanos o europeos.
Todos los grandes bancos especializados en la transferencia internacional de fondos se denominan bancos de intermediación financiera.
En junio de 1999, las cinco principales corporaciones bancarias de los Estados Unidos, por ejemplo, mantenían en sus cuentas de corresponsalía depósitos superiores a los 17.000 millones de dólares; los balances totales en este mismo concepto de los 75 principales bancos corresponsales eran de 34.900 millones de dólares.
Para el crimen organizado una importante característica de las relaciones de corresponsalía consiste en que proporcionan acceso a los sistemas internacionales de transferencias, es decir, que facilitan la rápida transferencia de fondos a través de las fronteras y en el interior de los países.
Nidia G. Osimani