Mientras continúan negociando los aumentos salariales en paritarias, los gremialistas apuntan sus miradas hacia varios frentes, y en esa tarea anotan el acercamiento de tiempos políticos fundamentales, como las elecciones de 2011.

Los dirigentes se miran a sí mismos, a sus colegas, a los empresarios, al Gobierno y a los eventuales aspirantes a ocupar la Presidencia de la Nación.

Claro que cada día en la Argentina es una eternidad, y por ello el titular de la CGT, Hugo Moyano, y sus seguidores prefieren dar cada paso sobre seguro, en lugar de internarse en experiencias de dudoso éxito.

Por eso hace días atrás el camionero juntó las cabezas de la tropa propia, de los autodenominados "independientes" y de los siempre quisquillosos "gordos" en torno a una mesa con la presidenta Cristina Fernández, a sabiendas de que estar presentes en Olivos era mucho más beneficioso que quedarse en casa.

En la mesa, como se supo, ya estaba servida una mejora: el aumento de las cápitas pagadas por beneficiario a las obras sociales, la caja de los sindicatos.

Entonces la dirigencia sindical ortodoxa prefiere seguir jugando con el oficialismo, aunque por ejemplo Eduardo Duhalde está lanzado en procura del sillón mayor de la Casa Rosada. El tema central en esta cuestión, en definitiva, es quién maneja los fondos que les interesan a los gremios.

Pero así como su fidelidad a la actual administración les garantiza esos beneficios, ya están empezando a escucharse algunas voces quejosas respecto de ese tema.

Trascendió que hasta dirigentes del "moyanismo" están incómodos porque entienden que el Gobierno está "pisando" los fondos destinados a las obras sociales.

Los gremios peronistas reclaman a esta altura alrededor de cuatro mil millones de pesos que dicen que les deben en el marco de la redistribución de fondos que les retienen a esos mismos entes. Son, ni más ni menos, algo más de mil millones de dólares.

La demanda, en realidad, viene desde mediados y fines de los 90, cuando Carlos Menem y Domingo Cavallo estaban en el poder. Pero las sucesivas administraciones tampoco satisficieron el reclamo gremial.

Y los dirigentes consideran, encima, que nunca como antes -salvo con Juan Domingo Perón- fueron tan condescendientes con un Gobierno como con el kirchnerista.

Es verdad que con Menem también fueron complacientes, pero hay que recordar que el propio Moyano se había puesto en contra del mandatario riojano en esa época.

Los sindicalistas oficialistas están en una encrucijada: si presionan con sus habituales técnicas para liberar esos fondos, el dinero podría llegar a todos.

"El enemigo también cobrará", dicen en alusión a los dirigentes antikirchneristas. Pero llegado el momento, reconocen, no tendrán más opción que aceptar, antes que recibir nada. Por eso todavía no están haciendo olas. Si esta situación se extiende en el tiempo analizarán alguna forma de "apretar" a la administración kirchnerista, ya que, como se ha visto históricamente, los gobiernos pasan y los sindicatos quedan.

Por ahora, entonces, sobre todo a los que no están absolutamente soldados al oficialismo, les conviene seguir siendo amigos. Aunque, como lo ha venido demostrando la historia, en estas cuestiones la amistad suele ser sinónimo de interés.

Luis Tarullo
DyN