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¿Quién es el verdadero enemigo de Latinoamérica?

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UNA MIRADA INSTROSPECTIVA Y SIN CHIVOS EXPIATORIOS
UNA MIRADA INSTROSPECTIVA Y SIN CHIVOS EXPIATORIOS

En el marco de la Cumbre de las Américas, celebrada en Trinidad y Tobago, el 18 de abril del 2009, Óscar Arias, Premio Nobel de la Paz 1987 y actual presidente de Costa Rica por segunda ocasión, pronunció las siguientes palabras:

 

Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.
No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.

Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda. y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad.

También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir "una Ciudad sobre una Colina", una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.

Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur -en cuestión de 35 ó 40 años- es un país con u$s40.000 de ingreso anual por habitante.

Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.

¿Qué hicimos mal?

No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos.

De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países sólo uno termina esa secundaria.

Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.

Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.

En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.

En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado.

Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo -en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de 2 dólares por día- y que gaste 13 veces más (u$s 1.300.000.000.000) en armas y soldados..

Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste u$s 50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Morales, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; esa desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.

Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió.

Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos.

Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los "ismos" (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un "ismo" muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo.

Para sólo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: "Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que a mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones”.

Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que " la verdad es que enriquecerse es glorioso”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.

La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años.

Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso sólo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.

Muchas gracias.”

En primer lugar, y más allá de coincidir, en lo personal en un ciento por ciento con las palabras del Presidente Óscar Arias, es llamativo cómo en Latinoamérica tienen más repercusión los retóricos, incoherentes e inefables discursos de Hugo Chávez, Fidel Castro, Rafael Correa o Evo Morales, en los que, permanentemente, culpan no sólo al “imperio yanqui” de todos los males que padece Latinoamérica, sino a las multinacionales, el capitalismo, la globalización y tantas otras cosas más sin ningún fundamento concreto.

Lo segundo, después de leer atentamente estas palabras, es que estoy convencido no sólo de que nosotros somos los verdaderos responsables de nuestros males, sino que además, la igualdad, esa igualdad que tanto reclamamos pero nunca logramos, no solamente consiste en darle al individuo, o a la sociedad en general según sus méritos, sino que además no se logra por obra y gracia divina, sino que se debe lograr a través del propio trabajo y esfuerzo.

Muchas veces se dijo que Latinoamérica en general, y la Argentina en particular, no progresan por que están “oprimidos”, y siguiendo con el razonamiento del Presidente costarricense, no caben dudas de que este no es sólo un pensamiento simplista, sino que además es falaz.

En principio, habría que determinar por quién o quiénes estamos “oprimidos”, y luego, en caso de llegar a alguna conclusión, analizar quién o quiénes serían los responsables.

Sería bueno que antes de aseverar que estamos “oprimidos” analicemos de quién es la culpa de que los políticos en Latinoamérica sean la única clase social que mejora constantemente su nivel socio-económico, mientras sus habitantes se ven poco a poco con menos oportunidades de tener acceso a la salud, la educación, buena alimentación o una vivienda digna.

Es evidente que la calidad de vida en Latinoamérica se va deteriorando sensiblemente, especialmente en el ámbito social y el cultural, y es responsabilidad de nuestros gobernantes tomar las decisiones adecuadas para encontrar el camino del desarrollo.

Esos políticos, no sólo son elegidos por nosotros, sino que además nacen, crecen y se educan en nuestros países, y forman parte de nuestra propia idiosincrasia.

Es aquí donde se forma una especie de “círculo vicioso”, al que tenemos que convertir en “virtuoso”; ese es el principal desafío.

Los pueblos latinoamericanos reclaman igualdades, pero, ¿qué le ofrece Latinoamérica al mundo? ¿Cuáles son nuestros méritos?

La respuesta no es tan difícil, la igualdad será alcanzada por nosotros mismos en función a los méritos obtenidos.

Si queremos mejorar como pueblo, como familia, o como individuos, nos lo tenemos que proponer, y preocuparnos y esforzarnos nosotros mismos por lograrlo, porque únicamente de nosotros depende.

Si empezamos por cada uno de nosotros a preocuparnos y proponernos mejorar como individuos, mejoraremos como familia, en nuestros trabajos y, finalmente, como sociedad. Cuanto mejor sea nuestra educación, mejor será nuestra cultura, y por consiguiente mejores serán los frutos de nuestros esfuerzos, por lo que no podemos esperar una igualdad de oportunidades si no actuamos en consecuencia, pues estas se nos presentaran según nuestros méritos.

Como ejemplo y argumento citaremos al epistemólogo Jean Piaget que dice: “Uno no entiende todo lo que ve, sino que ve lo que entiende”, y al Dr. Marcos Aguinis, quien dijo: “El mundo se divide en cuatro: los piases ricos, los pobres, Japón y Argentina, pues no se entiende porque Japón teniendo tan poco es tan rico y la Argentina teniendo tanto es tan pobre”. Citamos a estos dos pensadores porque si bien dicen dos cosas aparentemente incompatibles, están muy relacionadas entre si.

En el primer caso, para poder entender, se necesita conocimiento, y este lo adquirimos únicamente con estudio, con educación. En definitiva, es producto de nuestra cultura. En el segundo, Japón llegó a ser un país desarrollado, y por consiguiente una potencia económica teniendo tan pocos recursos naturales, gracias al esfuerzo de sus habitantes y su cultura, desarrollando un gran potencial tecnológico que surge desde el conocimiento.

Así vemos cómo estos dos pensamientos, además de estar relacionados entre sí, nos demuestran que las posibilidades de igualdad serán directamente proporcionales a los propios méritos y esfuerzos.

 

Pablo Dócimo

 
 

22 comentarios Dejá tu comentario

  1. SUPONGO Q TODOS TENEMOS LA FORMULA PARA CONSTRUIR UN GRAN PAIS , UN GRAN MUNDO,ESPEREMOS Q ESTE SEÑOR HAGA DE COSTA RICA UN GRAN PAIS.

  2. Óscar Arias, Premio Nobel de la Paz, utilizar este argumento para darle autoridad a sus palabras, por lo menos es ingenuo, no olvidemos que tambien se lo dieron a Kissinger, autor intelectual y consumador de la doctrina monroe, que baño de sangre a latinoamerica, y fomento la division con cualquier pretexto, no veo como pueden progresar los paises latinoamericanos, algunos de ellos invadidos 19 veces para llevar la "democracia" y los efectos colaterales, eliminar todo progreso cultural ó industrial que compitiera, condenando a la region a ser abastecedora de cerebros habilmente seleccionados ó eliminados por no dejarse seducir; no hay peor ciego que el que no quiere ver y menos aconsejarnos el ejemplo de honduras, donde las ideas se combaten con balas, asesorados en virginia, como miembro de la trilateral deberia saberlo. nickolas

  3. Aunque usted no lo crea, a Obama tambien le dieron el premio Nobel de la paz. Creo que estas alturas, y despues de ver tantos disparates, deberian rectificar el nombre de dicho galardon. Podran llamarlo el.. "Nobel de la paz de los cementerios".

  4. La verdad, me alegro que en un mismo diario convivan gente INOCENTE como el que escribiò este artìculo, con gente COMPROMETIDA con la verdad como Nidia Osimani. Le recomiendo al autor que lea sus artìculos antes de contarnos esta versiòn para niños de la historia.

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