El 11 de mayo, como todos los años, nuestros alumnos cantarán en sus escuelas el querido Himno Nacional Argentino.
Previamente, un maestro o profesor esbozará una introducción al “Día del Himno”. Se resaltarán nuestros valores patrios y, seguidamente del discurso vacío de contenido, se dará paso al canto patrio. Dejamos sentado que -en más de una oportunidad- el orador emitirá un texto “liviano”, “descafeinado” y “light” por dos motivos:
a. Nadie le presta atención.
b. Si dice la verdad, es probable que de la dirección “le tiren de las orejas”.
Ante una música que no se escucha o se escucha muy baja, o directamente no se escucha, los educandos repetirán las estrofas mecánicamente sin entender qué, por qué y para qué lo dicen. Es más, los más grandecitos se permitirán jugar, en voz más baja, con uno u otro fragmento. Los maestros y profesores, dependiendo del humor en que se encuentren, pedirán cordura o harán “la vista gorda” rememorando sus picardías juveniles. Finalmente, aplausos mediante, se retirará la bandera de ceremonia y todos los concurrentes se volcarán a sus tareas programadas.
Por lo expuesto, parecería que el Himno, Marcha Patriótica o Canción Nacional oculta un secreto. No es así. El problema es que -como estamos en la Argentina- todo se complica. La documentación está, pero es confusa y la que debería aclarar, falta.
Sucede que ya en 1810, se cantaban en diversos lugares tonadas alusivas a la Revolución. Ya Blas Parera demostraba su talento musical al acompañar algunas letras. Se dice que -por esos días- hacía furor una letra de Esteban de Luca. Pero en julio de 1812, el Triunvirato solicita una “composición sencilla, pero majestuosa e imponente”. Así, Fray Cayetano Rodríguez y Blas Parera componen –respectivamente- la letra y la música.
No gustó demasiado.
Por ello, en marzo de 1813, la Soberana Asamblea General Constituyente encara la composición de un nuevo himno, que dicho sea de paso levante el espíritu general al mencionar los triunfos de Tucumán y Salta.
Téngase en cuenta que la letra del “primer himno” es un tanto fuerte. Los pobres educadores se verían de figurillas para calmar las reacciones hormonales del estudiantado. Veamos:
“Tomad, pues, el fusil, ceñid la espada,
argentinos leales y valientes:
¡ quede la libertad asegurada!
Sed unidos, benignos y obedientes,
Acudid de la Patria a la defensa
Y mueran los que fueren en su ofensa”.
Notará el lector la firmeza de esta letra. Imaginemos -por un instante aunque sea- a nuestros estudiantes con ese texto y el del Plan de Operaciones de Mariano Moreno, escrito ocultado bajo mil llaves. Una mezcla explosiva y peligrosa.
Debido al clima de euforia independentista que impera en 1813, la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata encargan a don Vicente López y Planes y a Fray Cayetano Rodríguez, la composición de una “única marcha nacional, debiendo por lo mismo ser la que se cante en todos los actos públicos”.
Pocos saben que López y Planes compone en 1808 “El Triunfo Argentino”, poema heroico en recuerdo de la expulsión de los ingleses en 1806 y 1807. Muchos menos son los que conocen que participa en las revoluciones de 1809 en La Paz, y de 1810 en Buenos Aires, así como luego en la Sociedad Patriótica, la Logia Lautaro y la Asamblea del Año XIII.
Además, cultiva las más diversas disciplinas: desde la poesía al análisis económico, pasando por la Física, las Matemáticas y la Astronomía. En la faz política, fue Secretario de Pueyrredón, diputado en 1825, ministro de Dorrego, presidente de la Suprema Corte de Justicia entre 1846 y 1848, diputado federal rosista en 1850, gobernador de la Provincia de Buenos Aires y participa en el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos. Todos estos cargos los obtuvo por su capacidad y honradez y no por nepotismo o situaciones acomodaticias.
La Marcha Patriótica se estrena en el Teatro Coliseo, el 28 de mayo de 1813, pero existe una tradición oral según la cual sus estrofas se habrían entonado -por vez primera- unos días antes, en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson. Así lo registra en un óleo, icono muy común en los libros de Historia Argentina, el pintor y sacerdote Pedro Subercasseaux. En otro artículo, veremos la posibilidad de que en ese salón -hoy, Florida 721- no se haya ejecutado el mentado Himno..... ¿Será así?
Imaginemos por un momento al coronel San Martín, con su acento español, junto a su quinceañera esposa Remedios, elevando su voz junto a Alvear, Larrea, Monteagudo, Fray Cayetano y unos pocos más. Allí, acompañados al piano por el catalán Blas Parera, entonan las “estrofas completas” de la canción que hoy conocemos, en “versión incompleta”, como Himno Nacional Argentino.
Por lo visto, hubo dos himnos o canciones patrias. ¡Mejor que sobre!
Posteriormente, en 1860, el músico Juan Pedro Esnaola, hizo un arreglo al original y es esta versión la que se adoptó como legítima.
El complejo momento histórico -transición hacia la independencia- vibra y se acentúa en la canción original, poniendo al desnudo las diversas fuerzas y tendencias en conflicto.
Lamentablemente, por una mutilación posterior en la letra a través de un decreto del 30 de marzo de 1900, el mensaje revolucionario y profundo se pierde e ingresa en la formalidad de los actos escolares una versión diluida, timorata y aplacada en sus contenidos ideológicos. De la inspirada Marcha, se quitan más de trescientas palabras. Se pierde -debido a este recorte- la reivindicación de una revolución mestiza, donde confluyen lo indígena y lo español, intentando deliberadamente evitar que se perciba la intención prístina del autor, que era mostrar la unión hispánico-americana, suplantándola, sin ambages, por simpatías pro-británicas que nos llegan hasta hoy de la mano de ensayistas, novelistas y medios de comunicación.
Firmado por el presidente Roca en su segunda presidencia, la parte cantable del Himno se reduce a la primera y última cuarteta, además del coro. Es la versión actual:
“Oíd mortales el grito sagrado
Libertad, Libertad, Libertad
oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad”.
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud,
y los libres del mundo responden
al gran Pueblo Argentino Salud”.
“Sean eternos los laureles
que supimos conseguir
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir”.
Siendo la letra original un poquito más extensa y un tantito comprometedora:
1ro.
“Oíd mortales el grito sagrado
Libertad, Libertad, Libertad
oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.
Se levanta en la faz de la tierra
una nueva y gloriosa Nación
coronada su sien de laureles,
y a sus plantas rendido un León”.
Coro:
“Sean eternos los laureles
que supimos conseguir
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir”.
2do.
“De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar:
la grandeza se anida en sus pechos
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor,
lo que ve renovando a sus hijos
de la patria el antiguo esplendor”.
3ro.
“Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor,
todo el País se conturba por gritos
de venganza, de guerra, y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera Hiel,
su Estandarte sangriento levantan
provocando a la Lid más cruel”.
4to.
“¿No los veis sobre México y Quito
arrojarse con saña tenaz?
¿ y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y la Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto, y llantos, y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?”
5to.
“A vosotros se atreve Argentinos
el orgullo del vil invasor:
vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor.
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer”.
6to.
“El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor,
el clarín de la guerra, cual trueno
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se opone a la frente
de los Pueblos de la ínclita unión,
y con brazos robustos desgarran
al Ibérico altivo león”.
7to.
“San José, San Lorenzo, Suipacha,
ambas Piedras, Salta, y Tucumán,
la Colonia y las mismas murallas
del tirano en la banda oriental,
son letreros eternos que dicen
aquí el brazo Argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló”.
8vo.
“La victoria al guerrero Argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio;
sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la libertad,
y sobre alas de gloria alza el Pueblo
trono digno a su gran Majestad”.
9no.
“Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín,
y de América el nombre enseñando
les repite mortales oíd.
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud,
y los libres del mundo responden
al gran Pueblo Argentino Salud”.
Con este “hachazo”, con este cercenamiento, se aísla la revolución y se circunscribe a la Patria Chica, negando su fuerte contenido latinoamericano.
Quien se detenga y tome conciencia de la exasperante modificación que sufrió nuestro “grito sagrado”, notará cómo ese mismo recorte refleja con claridad dos grandes líneas ideológicas o "las dos rutas de mayo" como gustaba decir el olvidado Raúl Scalabrini Ortiz.
La primera: popular, democrática, revolucionaria y latinoamericana; iniciada por Mariano Moreno y sus chisperos del 25 de mayo. La que luego rebrota en la Sociedad Patriótica y en el artiguismo, y que encuentra su fiel continuidad en la gran gesta de San Martín, en Güemes, en Felipe Varela y en el dorreguismo. Contrario sensu, la segunda ruta es: elitista-etnocéntrica, porteña, pro-europea y liberal conservadora oligárquica.
Por allí caminan, entre otros, Cornelio Saavedra y Rivadavia; y –que en la actualidad- siguen su destructivo andar los defensores de la globalización a ultranza. A los seguidores de esa vía, les molestan los versos que acusan las tropelías de los generales Goyeneche y Tristán; y las ejecuciones de Chuquisaca y La Paz.
Pese a que se lo intente ocultar, el dominio atomizador de los poderosos se vuelca en primer lugar a la cultura. Así, se ocultan o deforman personajes y hechos históricos. Así, tiene una enorme estatua José Garibaldi en Plaza Italia, y se desconoce que fue él quien enfrentó a la Confederación rosista, y con sus huestes saqueó Gualeguaychú.
Así, se elevan estatuas a Canning o Roosevelt como si hubiesen actuado en pro de nuestra nación.
Así, por el dominio cultural, un chico pobre y uno rico convergen en la multinacional de hamburguesas a la hora de elegir un alimento. Así, el pobre intenta copiar la ropa del rico, aunque sea utilizando las copias de los originales.
Ya lo dijo Mariano Moreno:
"Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía".
Tal vez, a algún grupo musical se le ocurra hacer una nueva versión de nuestro Himno, y nos deleite con la poesía completa. Algo así como hizo el cantante Charly García, quien también se queda a mitad de camino y presenta la versión mutilada.
Tiempo después, “Los Piojos”, gracias a su canción “San Jauretche”, muestran a nuestra juventud a un político distinto, pero con eso no alcanza; conocen la canción pero desconocen la obra de Jauretche.
Por último -pero no menos importante-, recordemos que: "La Historia es la Política pasada, así como la Política es la Historia presente".
Néstor Genta