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Psique, pseudociencias y astronomía

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PARA ENTENDER CUESTIONES ESENCIALES DEL HOMBRE
PARA ENTENDER CUESTIONES ESENCIALES DEL HOMBRE

Ante el oscuro enigma que encierra el interrogante ¿qué es el hombre? Y ante la “frialdad” de la Ciencia Empírica que escudriña el mundo y la vida, brotan cual plantas los interrogantes: ¿qué son el amor, la dulzura, el altruismo, la solidaridad, la ternura, la compasión… y un largo etcétera de cualidades nobles propias de la naturaleza humana? ¿Acaso un simple bailoteo de electrones, protones, neutrones… quarks (según los materialistas)? ¿Proyecciones psíquicas que parten de la adenina, timina, citosina y guanina (léase ADN) que forman el famoso código genético? ¡Vamos Vadas! ¡No bromees!

 

Más aún; también esas sustancias químicas, ¿acaso poseen la capacidad suficiente para producir poesía, novelas, cuentos, música, pintura, escultura y todas las demás manifestaciones del arte y… ¡toda la espiritualidad!? ¿Y también ciencia escrita en extensos tratados y sofisticada tecnología? Y como si esto fuera poco, ¿también los profundos e interminables pensamientos filosóficos? En pocas palabras, ¿toda la historia universal de la humanidad viene de ahí, del ADN?

¡Vaya genio, otra vez! (exclamaría un crítico). ¡A ver si te animas a superar este enorme y profundo abismo existente entre los simples átomos y el pensamiento humano, pasando por alto la existencia del alma!

Si tuviera ante mí a un lector que pensara de esta manera en contra de mis argumentos basados en la Ciencia Empírica, simplemente le contestaría: ¡A no apresurarse! Vayamos por partes, paso a paso.

En este tema, así expuesto a la ligera, (creo que lo habrá notado el lector), ¡existe un bache!

En efecto, no podemos pasar directamente de un montón de elementos químicos dispersos o agrupados en la corteza terrestre: ¡a la poesía!

Esas sustancias dispersas por el planeta, en su corteza, en las aguas y en el aire, por supuesto que no pueden producir las cualidades psíquicas exquisitas por simple agrupación de moléculas  semejante a una masa de agua que de pronto produce una tromba surgente que dibuja figuras cual fantástica, prodigiosa fuente ornamental. ¿Entonces, hace falta un dios para otorgar sentido a la poesía? A esta altura del conocimiento científico, todo dios, de cualquier especie, está de más; lo mismo las “mil y una” pseudociencias.  

Entre los elementos químicos sueltos y el psiquismo, media un largo camino que los biólogos denominan: evolución, y que yo denomino transformación biológica aleatoria con resultados evolutivos.

Paso a paso, a lo largo de millones de revoluciones de nuestro planeta alrededor del sol, así es como fueron construidos los vegetales y animales, entre estos últimos nosotros, que nos diferenciamos del resto de la fauna tan sólo por el tamaño de nuestro seso y su complejidad.

El feto que se desarrolla, en una de sus etapas, ¡posee neuronas como nosotros los adultos! Así sean también un elefante, perro, canguro, papagayo, delfín o ballena. ¡La raíz del psiquismo elevado se encuentra allí!

Quizás sólo como esbozo, aunque, ¿sabemos acaso qué piensa n delfín adulto? Si este inteligente animal poseyera brazos y manos como nosotros, ¿podría crear arte? ¿Cómo podemos negar esta posibilidad?

Más aún, surgen a borbotones los oscuros interrogantes: ¿quién guió los pasos a seguir desde los elementos sueltos hasta los genes y desde el ADN primigenio, hasta el Homo sapiens? ¡Nadie, por supuesto, descartando a un mítico demiurgo!

¿Cómo diablos se produjo entonces la bendita evolución? ¿Acaso por alguna tendencia por parte de los elementos químicos como el carbono, el nitrógeno, el oxígeno, el hierro, el calcio, etc. etc. hacia la organización de seres vivientes? ¡No, por supuesto!

Viene al caso citar que en tiempos del nefasto oscurantismo avalado por el clero, cierto materialista se atrevió a afirmar osadamente que el alma es un producto del cerebro, así como la bilis lo es del hígado… ¡Bueno!... ¡Casi lo matan!

¿Acaso el fósforo, el hidrógeno, el carbono, el oxígeno… pueden producir pensamiento? Por supuesto que no si andan sueltos por ahí, pero otra cosa es cuando forman parte de una estructura harto compleja como lo es el cerebro, interactuando como formas energéticas.

Consideremos a los artrópodos. De los insectos se dice que actúan  por simples actos instintivos (de instinto: conjunto de pautas de conducta que se transmiten genéticamente, y que contribuyen a la conservación del individuo o de la especie); mas yo pienso que lo hacen en virtud de algo más que esa simpleza. Me atrevo a conjeturar que sus conductas se hallan preprogramadas genéticamente en los ganglios que forman sus cerebritos y que es exactamente la misma forma energética la que actúa en nuestras neuronas, la cual produce “psiquismo” animal. La diferencia entonces, entre una hormiga y el hombre es sólo de grados de complejidad y de calidad de las unidades psicogeneradoras (valga el neologismo), aunque el término psique, según mi acepción no sea equivalente a alma como ente separado del cuerpo sino como un proceso físico-químico.

El concepto de alma como ente simple, surgió en la mente del primitivo homínido, porque no podía entender cómo se producía el pensamiento. Fue una salida victoriosa de lo complejo, que hasta el día de hoy se conserva. ¿Cómo un primitivo podía explicar los sueños, por ejemplo? Ese mundo fantástico que muchas veces se recuerda al despertar.

De esto hacen gala los espiritistas, angeólogos, y otras especies de pseudocientíficos, ya sea convencidos, o con picardía para engañar a los incautos y obtener beneficios monetarios a costa de los creyentes.

De ahí que, las facultades psíquicas como recordar, imaginar, representar, razonar, concebir las matemáticas… y miles de cosas más, no podían surgir de la burda materia que se estudia en física, química y bioquímica.

Pero el primitivo que vivía en un mundo repleto de espíritus inventados por su mente, que lo rodeaba, y el hombre actual que cree (por tradición) en un alma (incluso inmortal), ambos dejan un enorme bache intermedio entre los orígenes y la actualidad.

Por supuesto que un conjunto de átomos de hidrógeno sueltos por ahí, o aglomerados por aquí, no puede producir pensamiento. Pero otra cosa es un entramado de átomos que componen una neurona, en este caso, por emanación energética (téngase bien presente este fenómeno, tanto para explicar las conductas de un batracio, un reptil, un ave, un mamífero, como del ser humano) puede producir eso que durante millones de años, el hombre concebía como alma.

De acuerdo con esta antiquísima noción, el sapo tiene “alma, lo mismo el lagarto, el pato, el oso y la tenía el Australopithecus afarensis (hombre primitivo del África).

No. No existe una neta separación entre la rana y el Homo sapiens. La diferencia se halla en el número y calidad de las neuronas. Comparemos el tamaño del seso de una rana con el del hombre y el chimpancé.

Son las neuronas formadas de los elementos químicos: fósforo, hidrógeno, carbono, oxígeno... las que producen pensamiento cuando esos elementos se hallan entramados de tal modo que pueden emanar psiquismo como una forma energética.

El hombre primitivo jamás podría entender esto y por eso ideó la existencia del alma, lo espiritual.

En otras palabras, el cerebro compuesto de elementos químicos psicógenos, ideó lo inexistente: el espíritu.

Aquí en este punto, existe una cuestión clave que es menester aclarar. ¿Cómo hacerlo? Retornando al cosmos (aunque no tomado en el sentido de universo concebido como un todo ordenado en oposición al caos, sino, según el concepto astronómico, es decir, como mundo, universo, según mi óptica, en su mayor parte en desorden con pequeños focos de orden transitorio).

Aquí, en este punto, conviene entonces retornar a la astronomía, al cosmos, a las estrellas y galaxias.

Ahora cabe la sesuda pregunta: ¿qué tendrán que ver las galaxias con la literatura, el arte, la filosofía y la ciencia? ¿Explicar la vida  el pensamiento mediante las galaxias?

¡Aquí, a esta altura de su exposición –pensará más de un lector- Ladislao Vadas se ha vuelto rematadamente loco!

Sin embargo, para defenderme, según mi teoría (de mi propia factura o… “locura”), es el número astronómico de galaxias calculadas por la astronomía (valga la semiredundancia) lo que ha “facilitado” la aparición del primer plasma viviente, su evolución, y la formación de nuestra masa cerebral con su complejidad.

Entre las aproximadamente, hoy por hoy, 100 mil millones de galaxias calculadas para nuestro universo; nuestra gran patria la Vía Láctea con sus miríadas de estrellas, es tan sólo un puntito en el espacio. No sabemos a ciencia cierta cuantos planetas con potencial biógeno (valga el neologismo), es decir, aptos para generar vida existen en el universo. Pero podemos calcular que, aunque fueran billones, sería muy difícil la instalación de un proceso biológico como el terráqueo dada la alta complejidad de una sola célula viviente.

Pero si tomamos en cuenta los miles de millones de galaxias que componen nuestro universo, la imposibilidad palidece, y la prueba la tenemos en nuestro planeta Tierra, donde se dio esta casualidad, llegándose (complejidad del proceso viviente de por medio), hasta nuestro cerebro pensante.

Pero bueno, aquí el autor ha pegado un salto –se dirá- porque nada nos ha explicado acerca de cómo a partir del ADN terráqueo de este punto galáctico, se formó el cerebro pensante. Aquí entran a tallar dos cosas: el señor azar y  el potencial casi improbable de la materia-energía, por mí denominada en mis libros  esencia universal.

Ese potencial, se centró en el planeta Tierra, sin la intervención de demiurgo alguno, por supuesto. (Si existieran  varios demiurgos léase dioses, entonces sí, el universo entero podría hallarse superpoblado de seres vivientes y conscientes; aunque… uno se haría la metafísica pregunta: ¿y para qué?, amén de interrogarse: ¿de dónde salieron los demiurgos?).

Esta es mi teoría, o si se quiere, para ser más modesto, tan solo una modesta hipótesis.

A continuación me abocaré a una cuestión medular que dejé pendiente. Habíamos dicho que hay un inmenso vacío entre la existencia de miles de millones de galaxias y nuestra Vía Láctea que contiene al ser pensante. ¿Qué tiene que ver el número de galaxias con el pensamiento? se preguntará ahora  sorprendido el lector. Respuesta: habíamos hablado de un cierto “señor”invisible (sólo manifiesto por sus efectos) denominado azar, sinónimo de casualidad como acontecimiento no previsto, cuya causa

se desconoce. Pero aquí, en mi exposición, este concepto se halla algo modificado. No es que la causa sea totalmente desconocida, sino que la podemos identificar como cierta predisposición de la esencia universal en forma de átomos moléculas sustancias químicas…, a unirse para componer cuerpos, en un proceso dinámico. Esto es, por comparación, “dibujar” figuras como lo hacen los chorros de agua de una fuente.

Según el Diccionario de Filosofía: el azar se distingue en tres conceptos: 1) El concepto subjetivista, que atribuye la imprevisibilidad y la indeterminación  del acontecimiento causal a la ignorancia y a la confusión del hombre. 2) El concepto subjetivista que atribuye el acontecimiento causal a la mezcla o a la intersección de causas. 3) La interpretación moderna, según la cual el azar es la insuficiencia de probabilidades en la previsión.

¿Cuál de estas tres definiciones podemos elegir? Quizás me quede con las tres, por no ser tan metafísicas, pues lo metafísico posee la sinonimia de abstracto, abstruso, oscuro, difícil.

Luego, la formación de vida en el universo de galaxias, fue un evento tan improbable, como encontrar una aguja en un pajar, aún recordando que, de acuerdo con mi teoría, acepto los universos múltiples (a pesar de que la noción de universo implica el Todo o conjunto de la materia y de la energía existente, según la definición que da la astronomía).

Ahora bien, sabemos (astronomía de por medio) que el 90 % de la materia del universo se presenta bajo la forma de hidrógeno y se concentra principalmente en estrellas y galaxias. Por otra parte, la materia común del universo representa tan sólo un 10 %, mientras que el resto es materia oscura.

Esto quiere decir que, tan sólo un 10 % del universo, puede ser biógeno, es decir, generador de vida. Pero como la vida es un proceso tan fabulosamente intrincado, su aparición debe ser un suceso muy poco probable, y aún más improbable su repetición. Es como si un billete de lotería saliera premiado en dos veces consecutivas. Y más aún, su complejización hasta constituir un cerebro como el humano, ¡raya casi en lo imposible! Pero… ese casi es la clave.

A esta altura de mi exposición y sobre la marcha, quisiera saber ¿en qué se fundamentaron algunos  astrónomos para: concebir nada menos que otras civilizaciones por doquier, poblando no sólo otras lejanas galaxias, sino también nuestra Vía Láctea a la cual pertenecemos con nuestro planeta Tierra.? ¡A ver “eruditos”, más bien pseudoeruditos,  ustedes tienen la palabra!

Resulta risible entonces, en el ambito exobiológico de los señores ovnílogos, pensar en presuntas inteligencias que en forma de humanoides nos habrían visitado años atrás, en el siglo pasado, para espiarnos con sus naves que el terráqueo crédulo denominó “platillos voladores” con sus  supralongevos, audaces y escurridizos tripulantes.

¿Acaso la moderna biología, luego de extensas y complejas investigaciones a lo largo de decenas de años ha podido comprobar la generación de un solo virus? ¿O de alguna otra cosa que se asemeje a un ADN? Aquí, en este punto, creo tener claramente definida la noción de la improbabilidad de la repetición de un fenómeno tan harto complejo como la formación de la vida terráquea que confluyó hacia el Homo sapiens.

Vegetales y animales, somos el resultado de una remota casualidad, ¡casi un imposible!, pero aquí estamos. No sabemos a ciencia cierta para qué pero ¡aquí estamos!, en un profundo y oscuro pozo.

Un átomo de hidrógeno más otro; una molécula más otra; una sustancia química interactuando con otra; plasma viviente, ADN, unicelular, gusano… protozoario, pez, anfibio, reptil, mamífero, ser pensante.

Otra rama evolutiva: unicelular, bacteria, hongo, liquen, alga, helecho, arbusto… árbol gigantesco…

Todo en base a millones de millones de formas vivientes aparecidas que no tuvieron éxito y se extinguieron bruscamente y millones de millones de formas transitorias que no hallaron el camino para perpetuarse y se extinguieron también; y… finalmente, quedó el residuo. ¿Cuál es este?, nuestra fauna y flora actuales y nosotros, destinados a transformarnos y a extinguirnos también, si el hombre no halla el camino para escapar de esta fatalidad.

No sé cuál pudo haber sido la exacta secuencia, pero lo cierto es que las capas geológicas con sus fósiles, cantan a las claras que hubo evolución.

En resumen: exageran tanto los señores platillistas que poblaron todo el universo de humanoides extraterrestres, como los teólogos que nos hablan de cierta creación de la nada de todos los seres vivientes, desde un virus y bacterias patógenas, un piojo, un lagarto…y los mamíferos, entre ellos el hombre…  hasta una descomunal ballena azul.

 

Ladislao Vadas

 
 

6 comentarios Dejá tu comentario

  1. La Masonería Cristiana frente al secularismo despiadado de la Masonería Atea http://eduardocallaey.blogspot.com/2010/02/la-masoneria-cristiana-frente.html A ver Don Ladislao arreglen sus temas internos porque esto se está tornando desopilante. No conformes con presentarnos sus libros sobre masonería atea, ahora sale este muchacho a decir que es mason cristiano catolico y defiende a la Iglesia mas que el Papa. Son muy graciosos muchachos hasta un inocente niño de jardin de infantes sabe que Uds son luciferinos. Pero Uds ni enterados no? No se porque ya no les cree nadie jajajaja

  2. Un poco de humor ante tanta mente desbocada. http://www.youtube.com/watch?v=T7rb7Z-ooow&feature=player_embedded Si hasta el padre se parece a Vadas Aldo

  3. Sr. Vadas: Su razonamiento es muy elocuente, pero..., hay muchos fenomenos que no han sido claramente explicados y/o habilmente ocultados. Suponiendo que la probabilidad de vida en el universo fuera muy pequeña, a lo largo de 15 mil millones de años en 100 mil millones de galaxias, ya que Vd. es un hombre de ciencia me resultaría muy grato que calculara su valor numerico, más aún cuando nuestros astrónomos, por fín, pudieron probar que algunas estrellas al igual que nuestro sol tienen planetas orbitando a su alrrededor.

  4. Interesante el articulo don Ladislao. Me permito hacer la observacion de que quedaria mas claro si echara mano al crucial concepto de emergencia ( ontologica por supuesto). Es un concepto clave que no esta lo debidamente difundido en la filosofia actual. Como Ud. debe saber, esta tratado con buen detalle en textos de Mario Bunge. Siempre les digo a mis amigos "somos hijos de las estrellas".Tomada a la ligera y sin meditarla, parece una frase descabellada, pero finamente analizada, no lo es. Me alegra enterarme de que alguien la ha meditado.

  5. LADISLAO: ES , ALTAMENTE IMPROBABLE QUE UNA PERSONA FORMADA POR EL SISTEMA EDUCATIVO ACTUAL , INTERPRETE QUE ; EL PSIQUISMO ES TAMBIEN UN PROCESO FISICO MAS. Y DE PENDIENTE DE LOS SENTIDOS LIMITADOS.! PERO , ESTE ES EL CAMINO DEL CONOCIMIENTO , NUNCA LEI NADA MEJOR EN CIENCIA QUE SU VISION DE LA VIDA Y EL MUNDO, ATTE DIEGO.

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