El
inminente envío de tropas argentinas a Haití, plantea una peligrosa
continuidad en materia de relaciones exteriores, y refleja las contradicciones
de una nación que de boca para afuera se considera parte de la gran patria
latinoamericana, cuando en realidad se asocia a los pedidos espurios del rapaz
Primer Mundo.
De
la postura no intervensionista de Hipólito Yrigoyen durante el primer
conflicto mundial de 1914-1918, se pasó a un virtual alineamiento ideológico
con el Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial, para luego plantear un
novedoso no alineamiento con los colosos EEUU y la URSS cifrado en la Tercera
Posición justicialista. Su impacto mundial fue tan contundente,
que incluso inspiró al líder egipcio Gamal Abdel Nasser al proponer el
nacimiento de un nuevo bloque hegemónico, denominado Países
No Alineados.
Pero
los sempiternos heraldos del Occidente seudo cristiano no tardaron en
exorcizar a esto, pues lo consideraban como un mero apéndice de los intereses
del Kremlin. Aunque siempre se cuidaban de mostrar de que su postura era
sponsoreada y digitada por los cabecillas con sede en White
House y Fort Langley,
esto se hizo harto evidente con el advenimiento del Proceso militar pues los
centuriones estaban convencidos de efectuar el trabajo sucio de la encubierta
Tercera Guerra Mundial. De esta forma exportaron asesinos a Guatemala,
Nicaragua, El Salvador, Honduras y Bolivia, donde bajo el ala de la CIA
mostraron las bondades del macabro argentine
style.
¿De qué mundo hablamos?
Raúl Alfonsín intentó por todos los medios a su alcance de
liquidar esa dependencia estratégica emanada de las oficinas del Pentágono,
buscando una alianza estratégica e ideológica con los máximos exponentes de
la socialdemocracia europea y la Internacional Socialista. Lamentablemente
fracasó, y su sucesor Carlos Menem se sintió apto para plantarse distinto
frente al mundo surgido luego de la caída del Muro de Berlín en noviembre de
1989. Enterrando la doctrina de la Tercera
Posición, una mañana se despertó creyendo que era del mismo
palo que el mandatario estadounidense George Bush (padre), y se
dispuso gentilmente a lustrarle los zapatos. Pero, acicateado por una ambición
sin límites y motorizado por su entonces ministro de Relaciones Exteriores
Domingo Cavallo, intentó ir más allá en su prueba de amor e intervino en la
primera Guerra del Golfo, enviando dos buques de la Armada a hacer acto de
presencia.
Este
audaz acto, mediante decreto de necesidad y urgencia, le valió que los
marinos argentinos fueran incluidos en el desfile de la victoria que organizó
el mandatario estadounidense. Pero no todo fueron rosas, pues los marinos
argentinos fueron insultados, escupidos y corridos por indignados neoyorquinos
que seguramente estaban enterados del cruel desempeño de dicha fuerza militar
durante el nombrado régimen militar.
Dejando
de lado esto, el sacado Menem mandaría tropas argentinas bajo la fachada de
las fuerzas de paz de la ONU, siempre que el amo estadounidense así lo requería.
De
esta forma, se mandaba al traste el sueño de la integración latinoamericana,
el del fundador del justicialismo y el de aquellos que cayeron soñando por
una patria distinta en los fuegos de los años 70.
Su
sucesor De la Rúa, como buen conservador, siguió caminando en esta senda y
luego de su abrupta caída, un rayito de esperanza se creyó entrever cuando
asumió hace un año el santacruceño Néstor Kirchner.
Pero
nuevamente se asistió a un acto de subordinación más, en el extenso drama
de la dependencia de la postrada nación argentina.
Ayudando al policía del mundo
Luego
del confuso 11 de septiembre de 2001, EEUU se sacó la careta y se puso el
uniforme de rati del planeta. Con esa bandera, invadió Afganistán e
Irak, pero se le escapó la tortuga y permanece empantanado soportando una
feroz resistencia armada.
Como
no puede salirse sin morder el fango de la derrota, las huestes de las barras
y las estrellas le están pidiendo ayuda a la alicaída ONU para que desplace
una fuerza de paz, a fin de que ellos puedan salvar las papas decorosamente.
No es de extrañar que este llamado a la solidaridad se extienda a Argentina,
luego de que este país sudamericano ha dado el visto bueno a enviar tropas a
otra nación americana, Haití.
Resulta
más que paradójico que, después de la retirada del contingente español,
las tropas de paz de la ONU se conviertan en blanco fusiles de la resistencia,
pues esta no hace distingos de uniformes extranjeros. Pues dejando de lado los
eufemismos, la mentada fuerza de paz multinacional, se convertirá ni bien
pise suelo iraquí en otro ejército ocupante. Así, se asistirá seguramente
a un remedo del conflicto coreano de 1950-53, pero a una escala más
despiadada y de proporciones incalculables.
Por
eso, la cartera dependiente de Rafael Bielsa debe tener en cuenta las
indispensables lecciones de la historia, antes de embarcar al país en una
descabellada aventura de injerencia externa, por el sólo hecho de hacer feliz
al dueño del perro.
Fernando Paolella