Las crecientes versiones sobre una inminente intervención del Vaticano al Instituto del Verbo Encarnado (IVE) sacudió las entrañas mismas de la Conferencia Episcopal Argentina, cuyos miembros consideraban cerrado el caso por esa congregación argentina siempre cuestionada por su "fundamentalismo doctrinal".
La decisión, probable, de la Santa Sede movilizó a los obispos, sobre todo después de conocerse denuncias recientes contra el sacerdote Carlos Buela, fundador del grupo religioso, por supuesta manipulación y coacción de sus miembros.
Esas acusaciones precipitaron además la renuncia de Buela como superior general de la congregación, aunque el religioso alegó ante el papa Benedicto XVI razones de edad y salud para dejar el cargo.
La posibilidad de una intervención al IVE, aún no notificada por Roma, movilizó de modo urgente al Episcopado argentino, que ya designó un equipo de veedores para iniciar la segunda investigación en una década.
La responsabilidad recayó en el arzobispo Domingo Castagna, emérito de Corrientes, y en monseñor Alfredo Zecca, ex rector de la Universidad Católica Argentina (UCA).
A estos puede sumarse, revelaron a DyN fuentes eclesiásticas, el obispo Pedro Daniel Martínez, coadjutor de San Luis, quien ya se desempeñó como interventor del IVE por disposición del Vaticano entre 1999 y 2001.
Este equipo de veedores ad hoc ofrecerá en agosto próximo un informe preliminar sobre la cuestionada congregación ante una veintena de obispos presididos por el cardenal Jorge Bergoglio, en el marco de la reunión de la comisión permanente del Episcopado.
El reporte incluirá, trascendió, una observación de campo realizada por monseñor Zecca en el seminario que la congregación tiene en la diócesis de San Rafael, provincia de Mendoza. Casa de formación que es considerada hoy el semillero más importante para las magras vocaciones sacerdotales en el país e inclusive "exporta" sacerdotes a los lugares más recónditos del mundo: Islandia, Kazajistán, Papúa, Palestina, Ucrania y Groenlandia, entre otros.
Pero desde su nacimiento en 1984 el IVE tuvo dificultades para ser aceptado por los obispos argentinos, aunque estas discrepancias se agudizaron en 1997 con la designación de Guillermo Garlatti, de gestión pastoral progresista, como obispo de San Rafael.
A esto se sumaba la resistencia de sectores católicos al seguimiento estricto del IVE a prácticas litúrgicas pre-conciliares o medievales, como el uso de las sotanas negras, la celebración de la misa en latín y los cantos gregorianos, entre otras.
Las desobediencias reiteradas a la jerarquía eclesiástica argentina por parte de Buela, políticamente enrolado con el movimiento nacionalista Tacuara, llevaron al Episcopado en pleno a firman un petitorio para solicitarle a Juan Pablo II cerrar los tres centros de formación del IVE y trasladar la casa matriz fuera del país. El arzobispo Héctor Aguer, de La Plata, fue el único que se excusó de rubricarlo.
Ante esta petición, el Vaticano dispuso en diciembre de 2000 intervenir la congregación religiosa argentina y designar "comisario pontificio" al arzobispo Alfonso Delgado, de San Juan, para iniciar un proceso de "normalización" del Instituto.
Buela, quien fue trasladado a Ecuador, resistió la orden eclesiástica y en un claro gesto provocador regresó a Mendoza para celebrar misa, cuando tenía prohibido hacerlo en el país.
El sacerdote consiguió -por gestiones del ex embajador menemista ante la Santa Sede, Esteban Caselli- el amparo del entonces secretario de Estado del Vaticano, cardenal Angel Sodano, quien dio marcha atrás a la orden de cerrar los seminarios y tramitó llevar la casa generalicia del IVE a la diócesis italiana de Velletri-Segni.
Esa intervención del purpurado vaticano derivó en un clima de tensión con el Episcopado argentino, conducido por aquellos años por el arzobispo Esteban Karlic, de Paraná, y que recién pudo distenderse después de que Sodano dejó de ser la mano derecha del Papa.
La investigación del Episcopado sobre el IVE debió reabrirse ahora por las denuncias de familiares de los seminaristas que acuden a las casas de formación de la congregación, sobre todo por la conducción con mano de hierro por parte de las autoridades y ciertos cuestionamientos al manejo económico del Instituto.
El Instituto del Verbo Encarnado dice contar hoy con más de 1.400 miembros distribuidos en 30 países.
Guillermo Villarreal
DyN