Von Clausewitz la tenía muy clara. Tanto, que acuñó una definición que aún hoy merece ser tomada en cuenta por todos aquellos dados a los análisis políticos:“La guerra es la continuación de la política por otros medios, y la política es la continuación de la guerra por otros medios”. Y fue otro alemán, Friedrich Ratzel, quién en 1897 acuñó otro término que aún hace furor: geopolítica. Definida como la“teoría política que consideraba la configuración y situación geográfica de los Estados determinaba su desarrollo histórico”, fue motorizada en 1923 por Karl Haushofer y su banda de alucinados, quienes deseosos de revanchismo luego de la derrota en 1918, sintieron que su idea se hacía realidad con la subida de Adolfo Hitler en 1933. “La geopolítica adoptada por el nazismo utilizó las reivindicaciones territoriales germanas para inflamar de un falso patriotismo al pueblo alemán y llevarlo luego contra los muros de París, Moscú, Atenas o El Cairo, pisoteando los derechos nacionales de decenas de pueblos”, según el autor Oscar Marioni. Derrotado el Tercer Reich en mayo de 1945, tanto la URSS como EEUU tomarían debida nota de ese novel concepto, y lo hicieron parte integrante de sus usinas de pensamiento.

Pero la URSS se desbancó a finales de la década del 80, y su antiguo aliado y posterior enemigo frío se quedó solo para comerse la gran torta planetaria.

Al sur del río Grande

La integración latinoamericana propugnada por San Martín, Bolívar, Artigas y otros fue dinamitada por la burguesía comercial ligada a los sectores británicos, a mediados del siglo XIX. Estos intereses británicos se hicieron fuertes en el Río de la Plata, pero también pusieron sus miras en la región salitrera andina, donde motorizaron la guerra entre Chile contra Perú y Bolivia (1879-1883), como antes lo hicieron para aniquilar el modelo de desarrollo independiente paraguayo en la contienda de la Triple Alianza (1865-1870). En el siglo XX, luego del crack financiero de 1929, la rubia Albión le cedió malamente el puesto al águila calva de las barras y las estrellas.

Es harto sabido las relaciones, carnales o similares, que América Latina ha mantenido con los EEUU a lo largo del pasado siglo, por eso no es necesario cargar las tintas con ello. Pues ahora, a poco de iniciado el llamado Tercer Milenio, es posible asistir al advenimiento de una nueva etapa en las relaciones entre países latinoamericanos.

Superada la década infame de los 90, en la que proliferaron los extravagantes (por decirlo de manera suave) mandatarios privatizadores, del estilo de Menem, Collor de Melo, Fujimori, Salinas de Gortari y Pérez, en el a veces denominado patrio trasero de la ambición estadounidense.

En la Argentina, cuando el pintoresco sultán de Anillaco le cedió el bastón presidencial al anodino De la Rúa, se intentó una relación más madura con el imperio del Norte; pero sólo fue de palabra ya que la cancillería casi calcó las vilipendiadas relaciones carnales de Guido Di Tella. Con el advenimiento de Duhalde y su anterior protegido Néstor Kirchner, la Argentina pareció conformar unas relaciones de buenas migas con Venezuela, Chile, Cuba y Brasil, al mismo tiempo que se resolvía priorizar al MERCOSUR frente al ALCA.

¿Lo que vendrá?

Pero Néstor Kirchner emite, también en las relaciones exteriores, varias señales contradictorias. Con Chile se pudrió todo a causa de la crisis energética, y también el presidente trasandino Ricardo Lagos puso el grito en el cielo, harto del apoyo argentino al centenario reclamo boliviano por una salida al Pacífico. En estos días, se habla del interés por parte de Bolivia de adquirir 12 aviones Pampa IA-63, a cambio del gas boliviano vendido a Argentina. No es difícil de imaginar cuál será la reacción trasandina, si el acuerdo llega a materializarse.

El Brasil de Lula, en cambio, es actualmente el aliado más firme que tiene el país del gran río color de León, mientras que se abstiene de condenar a Cuba como lo pide el presidente con cara de mono malo y mantiene excelentes relaciones con la Venezuela del verborrágico Hugo Chávez. Pero en cambio, anunció que enviará tropas a Haití, por lo menos verbalmente apoya la falsa teoría estadounidense del auge terrorista islámico en la mentada Triple Frontera, así como condena la violencia guerrillera en Colombia.

Pero la gripe le impidió al mandatario símil pingüino concurrir a la cumbre de Guadalajara, donde se zanjó un trascendental acuerdo entre la Unión Europea y el MERCOSUR; quizá una auténtica mojada de oreja para los intereses estadounidenses.

Los años subsiguientes serán testigos del avance o retroceso en esta dirección, que muy posiblemente marquen el comienzo de una etapa de desarrollo independiente muy cerca del ideario de los próceres, y lejos de los santos patronos expoliadores.