Las escuelas agrotécnicas y agropecuarias del país detentan entre sus particularidades respecto de la educación común estar en su mayoría enclavadas en el medio rural, tener estrecha relación con la comunidad local y preparar para oficios y profesiones requeridos en la zona.

Sin embargo, entre sus costados flacos, algunas escuelas agrotécnicas reclaman una mayor participación de las empresas en el apoyo e inversión en la formación de egresados, la integración con otros establecimientos similares de otras provincias y también de otros países, como los miembros del Mercosur.

Pero no menos importante es que docentes y directivos del medio rural demandan una educación más comprometida con el cuidado del ambiente, con peligros del avance de monocultivos respecto de la calidad de los suelos, con los alimentos que se consumen, con el furor de la tecnología aplicada al campo y la producción de biocombustibles.

En síntesis, uno de los debates que ponen sobre la mesa los integrantes de las comunidades educativas rurales es la calidad de la enseñanza que se está impartiendo.

Elver Ferraresi, coordinador de Prácticas del Instituto Agropecuario Salesiano Nuestra Señora del Rosario, de Colonia Vignaud, en Córdoba, consideró “prioritario que todos entendamos que la educación mejorará el nivel de vida de las personas, y por ende de la sociedad, pero para que ello suceda es necesario que los entes oficiales inviertan dinero, asistencia social y capacidad de gestión”.

Ferraresi sostuvo que una de las maneras para jóvenes que no hayan terminado la educación obligatoria es que a través de la escuela de enseñanza agropecuaria, puedan obtener una formación profesional en alguna especialidad como tractorista, inseminador, tambero mediero, operador de cosechadora, alambrador.

“Sería una forma de brindar una herramienta sólida para forjar su futuro y el de su familia”, dijo para agregar: “Pensemos qué pasa cuando un muchacho o una chica del medio rural no termina sus estudios obligatorios y el sector agropecuario demanda trabajo especializado: se hace muy difícil que esos jóvenes se puedan insertar laboralmente”.

Para el docente, que integra la Federación de Institutos Agrotécnicos Privados de Argentina Fediap, los impuestos “son destinados a cubrir aún más los problemas sociales, sin responder ni dar solución al problema de fondo”.

“Los productores agropecuarios también tienen que ver en el asunto y deberían invertir en la formación de técnicos y operarios, que son la mano de obra capacitada que ellos necesitan, con visión de superación personal y comunitaria”, continuó.

Una cosechadora cuyo valor supera los 300.000 dólares debe operarla personal calificado, y además bien pago. Por ello, los directivos consideraron que “los fabricantes de maquinaria agrícola, también deberían invertir en la educación agropecuaria”.

Entre las sugerencias que las escuelas e institutos agrotécnicos proponen hay muchas formas, entre ellas el financiamiento de cursos de capacitación, donación de implementos y máquinas, acompañamiento técnico y facilitar viajes educativos para alumnos y docentes. “Las empresas transformadoras de la materia prima deberían invertir en educación”, resumió.

Laura Hojman
DyN