Cada uno por motivos diferentes que, en algún punto, se entrecruzan, Néstor Kirchner y Hugo Moyano siguen con silenciosa atención las alternativas de lo que será la elección interna de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), el próximo 23 de setiembre, que en los hechos se ha convertido en el único gran comicio de envergadura nacional de todo el 2010.

Se explica este último punto: con casi 1.400.000 personas en condiciones de votar, las nuevas autoridades de esta organización gremial alternativa a la CGT se elegirán por el sufragio directo de sus afiliados, quienes decidirán nada menos que los nombres para 16.400 cargos.

Por la envergadura de votantes, es un caso casi único en el mundo. Y lo contrario de lo que sucede con las centrales tradicionales, que suelen definir autoridades en congresos acotados y negociados.

La disputa se vaticina muy dura, con sus dos gremios estelares —de entre los más de 200 que integran la CTA— como protagonistas principales: el docente bonaerense Hugo Yasky intentará retener el cargo de secretario general mientras que el estatal porteño Pablo Micheli procurará arrebatárselo.

Detrás de Micheli aparece la figura de Víctor De Gennaro, legendario fundador de la Central y, probablemente, uno de los cuadros sindicales más preparados del país.

Se sabe que la política no es una ciencia exacta y menos la política gremial, donde se han visto impensados escenarios, casi milagrosos. Como la nueva alianza entre Moyano y el piquetero Emilio Pérsico, quienes acaban de homenajear juntos a Evita.

En el caso de la CTA, la próxima elección esconde un debate de fondo: la ratificación de una idea fundacional de esa Central, la de la autonomía de los gobiernos de turno, en este caso del que llevan adelante los Kirchner.

El sector de Yasky, que ha mostrado un apoyo crítico al kirchnerismo, prefiere no centrar el debate en este punto. De Gennaro y su troupe, por su parte, lo sobreactúan. Aún cuando el estatal, en el pasado, haya mostrado cierta fascinación por el primer Kirchner, el del 2003.

Varios años atrás, cuando los presidentes eran Carlos Menem o Fernando de la Rúa, Moyano forjó alguna sintonía con la entonces incipiente CTA. Eran épocas en las que el camionero lideraba un intento de escisión de la CGT oficial, comandada por los llamados "Gordos", a través de su extinto Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA).

Puesto ahora en el sillón de la calle Azopardo, dueño de una importante cuota de poder y operando desde su calidad de aliado del Gobierno, en los últimos tiempos Moyano ha tentado a la CTA con la idea de la fusión sindical. Y lo hizo vía Yasky, según varias fuentes gremiales.

En líneas generales, la fusión es algo impensado en la CTA. Y no es porque sigan detrás de la zanahoria que en su momento significó la incumplida promesa K de otorgarle la personería jurídica y reconocerla con el mismo estatus que tiene hoy la CGT.

Como dicen en ATE, de eso ya "no hay más nada que decir" porque hasta la Organización Internacional del Trabajo (OIT) avaló el reclamo.

En verdad, y aquí hay otro punto del debate de fondo, para la CTA un verdadero triunfo político sería avanzar hacia la plurisindicalización del sector privado (esto es: que pueda haber varios gremios por actividad como pasa, por ejemplo, con los estatales) a través de reformas a las leyes gremiales vigentes.

En el sector de Micheli y De Gennaro aseguran, con obvio discurso de campaña, que sólo ellos pueden asegurar que no se abandonará esa lucha.

El escenario anterior es improbable dada la finísima sintonía entre los Kirchner y Moyano, quien rechaza cualquier idea que disminuya el poder de los gremios del sector privado que hacen fuerte a la CGT. Y a él mismo, claro.

Aquel carácter nacional de la elección interna de setiembre ha tentado al kirchnerismo. Según reconocen fuentes del sector de Yasky y, sobre todo, del que responde a Micheli, los barones del conurbano, generosos, han acercado afiliaciones nuevas a la Central en los últimos tiempos. Léase: nuevos votantes de la interna que viene. Hablan de unas 50 mil nuevas almas fichadas en lugares disímiles como Ensenada, Merlo, Ezeiza o Lanús.

Este fue uno de los motivos por los que se hizo tan duro el proceso de negociación previo al llamado a elecciones, concretado hace algunos días.

Se pelearon, por ejemplo, por los lugares de votación. Es que, más allá de los recelos obvios del sector interno que enfrenta al oficialismo de Yasky, parece que se han producido situaciones hilarantes. Como proponer locales de la CGT moyanista para ubicar las mesas. Al final, serán sitios de la propia CTA o neutrales.

Kirchner sabe, además, que una entronización del tándem Micheli-De Gennaro fortalecerá a un sector sindical que, en principio, estará en la vereda de enfrente al Gobierno en la elección presidencial del 2011.

No es un secreto que los estatales de la CTA integran Proyecto Sur, el partido de Pino Solanas, feroz crítico de la Casa Rosada en temas profundos como energía, subsidios, minería, etc. De Gennaro, de hecho, suena como posible vice del cineasta en una fórmula nacional.

Yasky, en cambio, está en el mismo espacio del moronense Martín Sabatella, diputado nacional que no está peleado con Solanas pero muestra inocultable afinidad con el kirchnerismo.

Mariano Pérez de Eulate
NA