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TAN ALEMAN COMO EL PAMPA

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DE AVIONES Y TECNOLOGÍA NACIONAL
DE AVIONES Y TECNOLOGÍA NACIONAL

    En el cielo de La Paz, se vio surcar la semana pasada a un avión argentino. Una aeronave que en un momento, pasó del sueño a la pesadilla a causa de la desidia y a la falta de visión geopolítica de los políticos pornógrafos de la indiferencia. Es la historia del IA-63 Pampa, que hace unos días atrás se anunció que eventualmente sería vendido a Bolivia, a cambio del gas que el país del Altiplano exporta a Argentina.  
  
Durante el menemismo, Terminator Cavallo había sugerido el total desmantelamiento de la industria aeronáutica militar, pues así lo indicaban los personeros nefastos de las relaciones carnales. Pasaron seis años de ostracismo obligado, hasta que el 2 de julio de 2001 el resucitado Pampa fue presentado en la feria internacional de aviación de Farnoborough (cerca de Londres), por la firma estadounidense Lockheed Martin Aircraft (con la que el gobierno de la Alianza había firmado un convenio) y por el entonces ministro de Defensa  Ricardo López Murphy.
  
Según la historia oficial, el Pampa (hermanito del IA-58 Pucará) fue diseñado en 1977 cuando los personeros del Proceso estaban obsesionados con la idea de poseer un caza bien argento. Esta iniciativa cobró renovado impulso luego de la guerra de Malvinas, cuando la Fuerza Aérea y la aviación naval sufrieran gravísimas pérdidas a manos de los Harrier y Sea Harrier británicos.
  
El primer prototipo pudo volar recién en 1984, cuando alboreaba el gobierno radical de Alfonsín. Este se dio el lujo de sentarse como copiloto en uno de sus primeros vuelos, para demostrar que con la democracia también se puede abandonar el suelo.


Un proyecto con acento germano


  
Pero el orgullo nacionalista de contar, nuevamente luego de los Pulqui I y II, con un avión de combate made in Argentina es sólo una cortina de humo. Es que, como esas dos míticas aeronaves que fueron orgullo de la “patria justa, libre y soberana”, el Pampa también fue pergeñado por técnicos alemanes provenientes de la Luftwaffe.
  
Según el libro La ruta de los nazis en tiempos de Perón de Holger Meding (Emecé, 1999), en 1948 se traslada a Córdoba el ex director técnico y jefe de la fabrica militar de aviones Focke-Wulf- Flugzeugbau,  Kurt Tank . Allí, en el flamante Instituto Aerotécnico, junto con medio centenar de colaboradores construyeron los aviones mencionados anteriormente. Con ellos arribaron pilotos de renombre como Hans Rudel (que ostentaba un récord de 500 tanques rusos destruidos) y Adolf Galland (as de la batalla de Inglaterra).
  
Tank permaneció en la provincia mediterránea hasta la caída de su protector Juan Perón en 1955, emigrando a la India donde continuó en lo suyo. Pero permanecieron allí gran parte de sus colaboradores, los que redoblaron sus esfuerzos sin importarles quienes ocupaban el sillón de Rivadavia. Uno de ellos, el ingeniero Eyting, en 1966 se dedicó de manera preponderante al desarrollo del IA-59 Pucará antes de partir a los EE.UU para trabajar en la Lockheed Martin.
  
Otros técnicos y profesores alemanes siguieron en la Escuela Superior de Aeronáutica (el antiguo Instituto Aerotécnico) siguieron trabajando en el campo de la construcción de aeronaves, y de proyecto a proyecto, fueron muchos sus viajes de ida y vuelta entre Alemania y Argentina. Hubertus Froestl, por ejemplo, fue enviado por catorce meses a Friederichshafen a principios de los años 80, en el marco del a colaboración con la empresa Dornier en el desarrollo para la construcción del IA-63 . Esto no es verso, ya que fue confirmado por el mismo Froestl al autor del citado libro el once de enero de 1990.
  
Los argentinos somos individuos que nos ufanamos de ser grandes inventores. Con orgullo patriótico declamamos ser los autores del bondi, la birome, el dulce de leche, el tango y demás. Pero se incurre en el olvido deliberado que durante el gobierno “nacional y popular” de Juan Manuel de Rosas, hasta el poncho gauchesco (que Soledad revoleaba con deleite) era confeccionado en los telares de Manchester.
  
Y, un siglo después de esto, la Argentina fue el quinto país en el mundo en poseer cazas a reacción gracias a la tecnología y mano de obra aportada por los derrotados en la Segunda Guerra Mundial.
    Sin olvidar, claro, que el mentado Pampa es un dilecto hijo del águila con la svástica entre las garras.

 

 Fernando Paolella

 

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