Con esta foto estreno mi carpeta de imágenes. Todas fueron borradas finalmente por el "técnico en informática", aprendiz de suicida, cuando se debatió por más de una semana con un artefacto rudimentario que sólo reclamaba reformatearlo, eliminar unos virus instalados por los carniceros chinos que intentaron reparar la máquina e instalar un antivirus.
Soñé varias noches que le arrastraba desde la más profunda raíz de su estupidez, del lado invisible de su sentido común, de los pulgares ocultos de la irresponsabilidad, aquel lugar selecto donde muchos guardan la perversidad, allí, desde ese sitio eriazo donde las neuronas ya no funcionan. Pero sólo sentía el viento de mis dedos agarrotados por no alcanzar la cabeza, los sentidos - el común especialmente- difuso en algún agujero negro de la galaxia humana. Ví como un águila le arrancaba los ojos y un mono le pelaba un banano frente a un Reality Show, que elogiaba la inteligencia de los macacos. Cuando comprendí que ya todo era inútil, porque había otra víctima a la cual le había borrado todas las direcciones y huellas visibles de un BlackBerry, y ese era su propio jefe, comprendí que en “Limbo City” todo es posible y que yo soy una brusca en el temporal de la nada.
Estaba más seguro en el triángulo de las Bermudas, entendí ese atardecer tropical de rostros y rastros vacíos, donde la huella marca su propio olvido. Ahí supe que lo mejor era cerrar un capítulo más, sobre todo, cuando el fracaso estaba anunciado de antemano. Una devota en la fe ciega, complacida ante una circunstancia que se extendía por obra y gracia de la negligencia frente a sus propios ojos, sentenciaba que en la vida siempre hay víctimas y victimarios. Eso me hacía ver rodar la cabeza de un cordero del sacrificio en papel maché, donde se perdía toda la autenticidad del rito y la esperanza de salvación. Sugería que arriba estaba la solución y el cielo como el opio alucinaba esta hija de la adormidera, flotaba en el humo del látex blanco y lechoso con sus peregrinas interpretaciones. Hay muchas palabras que es mejor que se las lleve el viento, antes que cosechen tempestades.
En Limbo City, pareciera que las palabras no se conocen entre ellas, rebotan y caen como basura cómica y son irreciclables restos de pompas de jabón. Nacen obsoletas, se desarticulan, deterioran, marchitan fuera de la lengua. No las rescata ni el 911. Tantos lectores de un sólo libro, para una neurona oscura como una aceituna violácea. Quien tenga la posibilidad, perdone a los estúpidos, por nacimiento o adopción y les otorgue un salvo conducto, porque lo necesitarán.
Los días traen sol, lluvias intensas con tormentas eléctricas, nubes locas, cielos grises, una agenda propia de la informalidad climática de nuestra época, que va agudizándose. Alguien diría, hay problemas más reales que algunos cientos o miles de fotografías personales perdidas. Deja las imágenes a la memoria. El ser humano es un suicida mayor y en gran escala por medio del refinamiento de sus guerras y el caprichoso manejo de la naturaleza y sus recursos para satisfacer su poder, lujo y dominio. “Siempre ha sido así”, respondería un habitante de Limbo City y ello no cambiará. Me detengo frente a una piedra cada día y le pido por favor que se haga un lado. Al principio creí que no me escuchaba y avanzaba hasta tropezar y caer. Después me fui dando cuenta que no estaba en ella que yo tropezara y decidí pasar por el lado. Ahora se ven mejor mis rodillas y la punta de mis zapatos. La piedra se ríe, a veces me saluda. Ya no se le ve tan humillada, ni se siente responsable de la estupidez humana. Estoy seguro que me quiere decir, por fin entendiste. La piedra está en tu cabeza, es cuestión de actitud. Pero es de una amabilidad y comprensión exquisita, prefiere el silencio y saberse comprendida que no es una piedra en el zapato, sino parte del paisaje, algo natural, como los buenos días. Ambos salimos ganando de alguna y muchas maneras. Pisar una piedra es un acto de soberbia, me dije, a partir de ahora. Qué derechos tenemos sobre el terreno que habitan, su capacidad de permanecer en un mismo lugar complacidas con lo que les alcanzó de la repartición del mundo. La naturaleza es sabia: una piedra remueve el silencio y se aferra al principio de soledad compartida con un mismo paisaje. La piedra agradece el día que alguien la mira con buenos ojos, reconoce su valor y si es de río, que la dejen en su curso como si no existiera otro lugar para permanecer intacta o entregada al suave desgaste del tiempo.
La foto que preside esta nota muestra al ruso Vladimir Ladyzhenskiy y al finlandés Timo Kaukonen, campeón cinco veces del Torneo Mundial de Sauna. En este torneo trágico, el ruso falleció dentro del sauna a 110 grados y el finlandés se encuentra en estado crítico. Según las reglas, el sauna debe estar a 110 grados, y se debe agregar medio litro de agua al calentador cada 30 segundos. El último en abandonar el cuarto es el ganador. Esta vez un cadáver y un moribundo, que de acuerdo a últimas informaciones está fuera de peligro. Como en Finlandia se inventó la palabra sauna y es un deporte nacional, es probable que vuelva a estas pistas del relax en extremo. Ahora se encontró con un cortocircuito, del cual se salvó, mañana no sabemos si habrá una nueva oportunidad
Desde tiempos inmemoriales el hombre busca realizar proezas, hazañas y crea torneos, competencias, se anima en verdad a batir algún récord, a superar cualquier desafío y se empeña en alcanzar cimas, velocidades nunca antes efectuadas. Este bípedo, animal en dos patas es un Guiness Récord por naturaleza. Alguien lo formateó para alcanzar y obtener alguna famita, un lauro, ser estrella, empinarse por el hombro del vecino, lucir el músculo, obtener alguna ganancia, ser parte de algún registro, convertirse en posteridad. El idiota se las cree y no hay obstáculo para sus metidas de pata. La historia está más que plagada de estupideces ya históricas, porque pasaron a la historia, donde todo se vuelve a repetir, como si se hubiese olvidado.
Mientras el ruso y el finlandés se achicharraban a placer, duraron más de 6 minutos en el sauna del infierno, a unos 160 kilómetros de Helsinki, sin ceder para levantar sus nalgas competitivas y salir por la puerta de la vida, Rusia es arrasada por decenas de incendios bíblicos y el mundo, Oriente-Occidente, pende de un hilo nuclear, como lo han dicho diversos especialistas. No hablemos de la epidemia del desempleo en Europa y Estados Unidos. De la peste bubónica de la falta de confianza y el miedo. De los muros que han crecido como hongos después de la caída del de Berlín. No he visto los resultados de la bolsa, Los domingos no funciona ese universo futurista que nos tiene en vilo y donde estamos bajo la alucinación de un deseo frustrado. Son los suicidas del sistema, algunos los llaman salvadores, pero juegan a su propia ruleta rusa. Las inundaciones en Pakistán y la cadena de tragedias climáticas globales, con desprendimiento de glaciares, hundimientos de islas, Tsunamis, (maremoto es tan ruidoso e impactante, terrorífico el término) y el sol que trae su propia agenda. El derrame de petróleo - la fuga de 5 millones de barriles del pasado 20 de abril- en el Golfo de México por "accidente o negligencia" por parte de la compañía británica BP, British Petroleum .
El círculo de la naturaleza no lo cierra una campana en el Golfo de México, ni nadie lo cuadra, pero el paso equivocado del hombre tal vez, se encargue del propio hombre.
Rolando Gabrielli