Cuando
tú no estás en Nueva York, en Nueva York no hay nadie, dice un Epigrama de
Ernesto Cardenal. Tanto amó el poeta nicaragüense, que Claudia era N.Y. Una
gran metáfora para la Gran Manzana, el espacio, el tiempo, el amor, la multitud
que se borra de la imagen, la memoria difusa en la nieve que cae en Manhattan.
Si no está la amada, el vacío.
Por el Hudson entró algo más que la memoria de N.Y., del país,
y una estatua no debiera alzar una antorcha en vano, o llamar libertad al miedo.
¿Qué ocurre allá afuera que la noche no nos devuelva con su misterio? Ni tú
ni yo amigo lector, sabemos de donde viene el miedo, qué botas usa el terror, dónde
el desierto deja de ser arena. Somos un barril de pólvora, un pozo de petróleo
en constante ascenso hacia el infierno. Nuestras noches petroleras llenas de
insomnio. Cruda realidad la del crudo porvenir. Sin filosofía, Señor Editor,
nosotros somos el fantasma que recorre el mundo. Leo que viene la temporada de
huracanes, como todos los años en La Florida, un mar de prevenciones,
recomendaciones, precauciones, acciones, porque los huracanes son una de las
demostraciones de mayor fuerza de la naturaleza. La naturaleza humana es aún más
impredecible y expansiva, permanente, en su daño. Los huracanes al menos
ocurren en temporadas, se anuncia, más o menos son predecibles y muy democráticos
en su daño generalizado. Nuestra especie es inagotable en su imaginería bélica,
terrorista, sanguinaria, depredadora. Un huracán se puede pasar con un buen
refugio, comiendo las Little Debéis, leyendo a
Edgar Allan Poe, Kafka, Truman Capote, Ray Bradbury,
y a mí, en lo personal, me gusta escuchar tangos: Por las calles de
la vida con Cadícamo-Luna. El Tango es una exquisita perturbación de los
sentimientos, algo así como una tormenta tropical, el ciclón de una fantasía
llena de sueños, en la vida real, y llegan los compases suavemente huracanados
con su eterno parpadeo del corazón. Sus vientos van con las manecillas del
reloj. En el vórtice, como lluvias y vientos, giran los sentimientos.
Sólo ese tic tac personal queda en el ojo de huracán a sus
propios riesgos. Es tal y tan cambiante la velocidad, que no hay una clasificación
posible. No hay refugio para este tornado, porque el Tango reclama
todos los sentimientos, una pasión de por vida, donde el instante se
suma y muere para resurgir en la nostalgia. El huracán te hace recordar que
perteneces a un banco, que tienes una identificación económica, que no has
dejado de ser una transacción bursátil, un objeto de compra-venta, una acción
de Wall Street, un plástico que recorres una ciudad abandonada. El huracán, se
transforma en un tímido salvaje, te suspende por unas horas, días, te recuerda
que formas parte de una caja de inseguridades múltiples, objeto liviano
sin raíces, menos que un árbol, que arrancas sin permiso de la naturaleza. El
huracán te obliga a desmantelar la vida cotidiana, a guardar tus cuadros,
fotografías, tus cosas queridas, a recogerte como un pajarito
en un alambre en una calle vacía. Eres el huérfano perfecto en medio de
la tormenta con tu linterna, zapatos de doble suela, ojos de lechuza
descafeinada, un inútil, ridículo sombrero para protegerte de algún objeto
que te envía el cielo. El huracán es como si un rayo te sonriera en el
living de tu casa y te invitara a jugar a las barajas. Tu sabes
que el tiene el único As del juego. El huracán te hace pensar en todo
momento en su AS. Ahí está pendiendo sobre tus hombros. El huracán nos somete
a reglamentos, a los actos previos a la muerte. Nos reclama un nuevo orden, lo
impone con su presencia. La fuerza del huracán está en lo que podría
sucedernos. Invariablemente, la naturaleza hace un inventario de nuestros
bienes, nosotros que todo lo tenemos ad valore, asegurado, menos aprueba
de estos imprevistos tan sorprendentemente naturales.
El Sueño Americano se filtra por una ventana, el hueco
hostil, vacío de la noche, miro ahora detrás de mi pacífico, inmóvil
ventanal, un tiempo seguro,
aclimatado, más bien indefenso. El trópico
está del otro con su luz, aguas cálidas, y ese tiempo tempestuoso, que
arrasa el futuro. De pronto, un inventario de palabras, de situaciones y sitios
posibles, encuentros, lugares, puntos, agendas, tareas, un lenguaje de
emergencia. Las palabras alerta, albergue, evacuación, suministro, precaución,
orden, limpieza, baterías, agua, seguridad, adquieren una cotidianidad
ineludible y también el peso de su contenido. Advertencia, es un llamado de
atención, a poner las antenas en orden. y amenaza. La radio y la T.V., se toman
la palabra Amenaza, ya es otra cosa, un paso hacia lo desconocido. El huracán
viene, no sabemos cómo, pero su presencia es real. La atmósfera le pertenece y
nuestros movimientos también. Ya somos presa de su voluntad. La
cita anual. Seguro que se preguntará, qué tanto temen si ya me conocen.
Llego puntual en la época, y soplan casi los mismos vientos. Lo previsible no
siempre es tan seguro. Me digo, frente a una bocanada de suspensivo humo, que se
la llevan un aire lento que sigo con la pasividad del instante. No me lleva
lejos, pero me siento segura. Tiene la fuerza de mi propia bocanada. Es el aire
que aun respiro.
Enciendo el televisor. Debo ponerme al día. Estas escenas
ya las he visto antes. Humo, vehículos incendiados, soldados, unos
turbantes caminando entre el humo.
La vieja escena de la inmolación, una película con un mismo rollo, donde solo
cambian los extras. El Gordo Moore es un liviano gramo de esta cruda realidad,
alpiste para un canario vegetariano. Restos que ni la misma muerte quisiera
enterrar, sobre esta pantalla húmeda, chispeante, llena de hollín, el escombro
de la vida para una fosa, que es un lugar común. Palma de Oro para la muerte y
el horror. Esta temporada en el
Infierno continúa más allá del estreno. Un huracán es un detalle frente a
esta tormenta en Irak de vientos cruzados, de noches que ni el más apertrechado
de los Sultanes quisiera enfrentar.
La
Tormenta en que volamos, dijo El Number One, en Colorado Springs,
el dos de junio. Una frase que ya no es premonitoria. Los soldados vuelan
por Irak en medio de explosivos, ataques sistemáticos de una población alérgica
a la ocupación, humillación, torturas y asesinatos. Pero no se detuvo allí en
sus opiniones sobre el tema de la
ocupación de Irak, que le cierra el paso para su segunda vuelta hacia la Casa
Blanca. Y en París continuó con su insospechada arremetida verbal: el normal
que los iraquíes sientan deseo de luchar contra el ocupador y no por ello son
terroristas (sic). El París Match recogió estas frases célebres
del candidato GWB. Se acerca el D, el desembarco de Normandía, la fecha del
inicio del fin de Hitler, pero el desembarco de Busch en la Casa Blanca no está
garantizado.
No soportan la ocupación y solicitó que el mundo se una
para ayudar a los iraquíes a recuperar su
soberanía. Es una manera de instar al mudo, quizás, que ataque a nuestras
tropas, porque ellas son las que retienen y
conculcan la soberanía plena de Irak por parte de su pueblo.
Silvia Banfield