Para Jacques Derrida, la famosa "deconstrucción" era una operación consistente en "deshacer una edificación para ver cómo está constituida o desconstituida". Algo así cómo desarmar un reloj para examinar su mecanismo. Nada que ver con el pensamiento de Santo Tomas de Aquino que usaba el reloj para probar la existencia de Dios: si hay un reloj, hay un relojero que lo hace.
Si uno se pone a "desconstruir" el término "transversalidad" tan en boga en el ámbito político últimamente puede combinar a Derrida con Santo Tomas de Aquino. Por ejemplo, funcionarios y políticos "transversales" le niegan validez a la palabra como si esta fuera una moda o una creación del espíritu santo. Pero en un trabajo sobre el discurso político de Kirchner que presenté para un curso de FLACSO descubrí que casi no hay pieza oratoria de los primeros tres meses en los que no mencione la palabra transversalidad en sus diferentes acepciones en distintos párrafos. Hasta a veces se permitió la audacia de mencionarla en actos del conurbano bonaerense. Para el no peronista, si bien no entiende muy claramente de qué se trata el término tiene cierto encanto.
La transversalidad es garantía de que Kirchner no cite a Perón y a Evita cada tres palabras como lo hacían Duhalde o Menem y evite toda la liturgia justicialista. La primera conclusión, entonces, sería que la transversalidad es lo que permite a un presidente de construcción política de poder netamente peronista no parecerlo y ganarse a toda la centroizquierda harta del bombo de Tula y el tapado de zorro de María Julia. La transversalidad sería un poco la máscara de Fernando VII de la era kirchneriana.
La metáfora no es ornamental, la palabra transversalidad en el discurso del presidente va a acompañada a veces de la expresión "refundar la nación o la república" como si hubiera un mayo de 1810 para un movimiento peronista camuflado. Lo que Kirchner llama "transversalidad" para Carrió es lisa y llanamente cooptación de opositores y pretensión hegemónica. Así reconstruye nuestra Derrida telúrica que sufre en carne propia los avatares de la palabrita mágica.
En realidad, Kirchner no hace a nivel nacional otra cosa que lo que hizo en Santa Cruz. Primero, empezó por las líneas internas de su propio movimiento peronista. El mismo gobernador Sergio Acevedo cuando integraba el Movimiento de Renovación Peronista de su tierra decía que él le iba a quitar las pretensiones hegemónicas a Kirchner. Fue el primero en ser cooptado. Otros fueron Granero, actual segundo de Ocaña en el PAMI, que fue vicegobernador de Santa Cruz de una lista rival a la de Kirchner. Y la lista se engrosa hasta que dejó solo y perdido a Rafael Flores, el fundador del MRP que luego pasó al ARI y después a ninguna parte. Ha vuelto a la actividad privada ya que no resulta muy viable ser opositor a un presidente con el 80% de la aprobación pública.
El "acordas o te eliminamos" lo sintió en carne propia Flores mucho antes que Lilita. Sería ocioso hacer la lista de radicales, miembros del frepaso y afines que se volvieron transversales, palabra que por ahora podemos reconstruir como "opositor convertido en oficialista". En una provincia donde casi el 50% de la población vive del empleo público lo demás es fácil de imaginar. Cuando el término transversal se aplica a los medios de comunicación, se puede deconstruir como "periodista opositor convertido en opositor controlado o en oficialista según la gama de operaciones a realizar". Un caso interesante es el del último pingüino Antonio Novas importado directamente de la Patagonia para ser columnista de Canal 9. Los lugareños dicen que era uno de los periodistas más opositores hasta que la transversalidad le pasó por encima. Pero Derrida no se quedaría en este simple análisis. Trataría, por ejemplo, de ver la diferencia entre la práctica y la teoría de la transversalidad. En teoría, la transversalidad es un llamado a un contrato racional entre fuerzas opositoras que se unen más allá de sus identidades partidarias, sin perderlas, en aras de la refundación de la patria.
Es decir, todo argentino puede ser un transversal con solo proponérselo y no por eso tiene que ser peronista o dejar de ser radical. Pero en la práctica no hay manera de que el peronismo bonaerense con Chiche Duhalde a la cabeza asimile o siquiera degluta la palabra transversalidad. Cuando hice el libro "Montoneros, soldados de Menem, ¿soldados de Duhalde?" me cansé de recorrer despachos oficiales.
Beto Conca, segundo de Claudia Bello, tenía un despacho con una iconografía guerrillera digna de un comandante sandinista. Ni Pancho Villa, ni el obispo salvadoreño asesinado, ni la típica foto de Evita Montonera faltaba. A Raúl Magario, jefe de finanzas de la organización Montoneros, el famoso doctor Peñaloza que visitaba a Graiver le escuché un apasionante relato de un andamiaje financiero de la guerrilla en el ministerio del Interior.
Alicia Pierini , defensora a ultranza de Menem y ahora de la ciudad, hablaba todavía como si estuviera dirigiendo la columna norte de Montoneros. A Rachid , primer secretario de Medios , lo encontré medio archivado en Cascos Blancos. "Con Menem nos rendimos al imperio, pero no quedaba otro remedio como había dejado el país Alfonsín. Lo que yo quería era comunicar esa rendición al pueblo" (sic) me dijo. Pablo Rojo, el ex director del Banco Hipotecario, fue el único vergonzante, me expresó que sólo fue jefe de la UES en el Nacional Buenos Aires y sólo tiró pastillas de gamexane.
Kunkel, actual funcionario, alter ego de Kirchner, lo encontré con una iconografía rosista en su despacho municipal. De puro curiosa, me fui hasta Entre Ríos donde Busti me dijo que con su gabinete de gobierno juntaban 115 años de cárcel. El personaje más divertido fue Hernán Orduna que pasó de preso a jefe de policía.
Una de las entrevistas más impactantes fue la de Diego Guelar que me recibió formalmente como un embajador de las relaciones carnales y terminó llorando cuando recordó cómo un compañero soportó la tortura y no lo delató.
Hubo un momento en donde el despacho de Beto Conca se convirtió en una unidad básica en la que me enseñaron como se hacía un secuestro y el recibo que daban cuando robaban un auto. Sólo a Julio Ramos se le puede ocurrir tenerle miedo a estos transversales por su pasado montonero. Son respetables burgueses que después de tanta cárcel y muerte, dicen como Perié, la próxima vez no es "Perón o Muerte", si no Perón o Heridas leves. Obviamente, todavía no nombré al alma mater de la movida, Juan Carlos Gullo, que no era menemista , pero siempre era un amable componedor entre distintas personalidades montoneras o filomontoneras (siempre me invitaba a las reuniones y hasta organizó almuerzos para mi libro. Por supuesto, que me di cuenta de que tanta gentileza venía de que ya estaban hartos de clandestinidad en democracia y me habían elegido por ser neutral para blanquear su pasado. Paradojas del periodismo de investigación o cómo cuando uno investiga es siempre operado por la fuente , algo inevitable).
Todo ese grupo conforma el famoso grupo Michelangelo dirigido por Juan Carlos Gullo y Carlos Kunkel que tienen un discurso lo más parecido a Tutankamon, pero que siempre han sido muy pragmáticos a la hora de construir poder. Si no fueron beligerantes con Menem, menos van a hacerlo acompañando a Kirchner, excepto que se decidan a darle pelea a Duhalde en el conurbano. Pero como dice Jorge Asís por ahora tienen el poder movilizador que entra en un renault 128. Ergo, reconstruyendo transversalidad, se puede denominar a todo ex montonero que estuvo con Menem o con Duhalde y que hoy es tan peligroso como un león herbívoro.
La transversalidad se completa con los ex montoneros antimenemistas como Bonasso o Verbitsky que a mi juicio juegan un papel menos importante que le asignan la gente de derecha que los ve como ideólogos de Kirchner cuando en realidad Kirchner es ideólogo de sí mismo y sabe manejar muy bien esa izquierda para que no investigue, se deleite con operaciones mediáticas mientras él desarrolla relaciones económicas y empresarias largas de enumerar y nunca claramente explicitadas.
El grupo Confluencia de Marcelo Fuentes es una especie de independientes, semiprofesionales, sin pasado de izquierda pero dispuestos a ser cuadros kirchneristas sin pasar por el movimiento justicialista. Un ejemplo de transversalidad piquetero sería, por ejemplo, D Elia. Existen los transversales freelance como Chacho Alvarez, Martin Sabatella, Luis Juez, etc.
Pero aquí llegamos a la madre de todas las definiciones, en realidad, transversalidad sería un intento de construir un aparato kirchnerista para deconstruir el aparato duhaldista. Una contienda que queda aplazada mientras Kirchner siga alto en las encuestas y la situación económica tienda a mejorar. Obviamente, cuando Derrida inventó la palabra deconstrucción ignoraba la existencia del movimiento peronista y de esa nueva mutación de movimiento vertical en transversal.
Probablemente, si lo hubiera conocido hubiera renunciado a la palabra clave de su filosofía. ¿A quién se le puede ocurrir desarmar la cultura peronista del poder para ver cómo está construida?