Todas las condiciones estuvieron de su lado. Apoyo político, poder discrecional, precios internacionales superlativos, deuda renegociada a su gusto y un ambiente interno y externo que acompañó sin conflictos. Pero el equipo oficial no logró cristalizar todas esas condiciones y desperdició en el "primer tiempo" varias ocasiones de gol. Miles de millones de dólares a su disposición, una presión fiscal sin precedentes y los ojos del mundo puestos en el país.
A pesar de sus yerros, una reelección le había dado el respaldo necesario para liquidar el pleito, llevarse los laureles y dar la vuelta olímpica. Es cierto que hubo algunos momentos de zozobra, pero que no lograron dañar su propia valla. Pero en este "segundo tiempo", se le dieron tal vez mejores condiciones y sin embargo, la pelota se va a la tribuna.
Se perdieron oportunidades increíbles. Otra vez las condiciones estuvieron de su lado para pasar a la historia. La avaricia, la codicia y el creerse todopoderoso, llevaron al equipo patagónico a enfrentamientos sin fin. Primero, con el campo, luego con los medios de comunicación culpándolos de sus propios yerros y permitiendo que la barra brava sindical y piquetera amedrentara a empresarios, opositores y a toda la población. Con el correr del tiempo llegó la desesperación y ante la caída en el apoyo popular, el equipo oficial no tuvo mejor idea que comenzar a "regalar boletos" (imprime billetes sin respaldo), para mantener la ilusión, para después recomprarlos a precios más caros y que parezca que no hubo dolo.
En medio del descontento popular por el mal juego (inflación, desempleo, inseguridad), el capitán del equipo le habla a la gente de lo que pasó hace 35 años, mientras no tiene respuestas a los problemas actuales. El estadio no tiene energía y la tiene que salir a comprar afuera. Las recaudaciones por ventas externas crecen menos y los productos locales son más caros que los importados. La inflación está devorando la ilusión y está dando paso a una masiva pobreza e indigencia, mitigada apenas con el despilfarro de años de ahorro.
En lugar de tomar las riendas del equipo, algunos jugadores (ministros), intentan hacerse los graciosos y se sacan fotos con payasos, para eludir responsabilidades. Se dan cuenta que la miseria se está extendiendo a una velocidad impensada y la intentan maquillar, invitando a la gente a un "banquete" donde se sirven alimentos que tradicionalmente se utilizan para elaborar dietas para animales (menudos de pollo a casi un dólar el kilo). Un bochorno.
Ahora, el que cuestiona al equipo es un enemigo y sobre él cae todo la responsabilidad del fracaso. Si se trata de la inflación, la culpa es de los empresarios, si se trata de la inseguridad, la culpa es de los periodistas, si se trata de la corrupción, la culpa es de la oposición, si se trata del riesgo país, la culpa es de los mercados internacionales, del FMI, del Club de París, de los neoliberales o del Consenso de Washington.
El fracaso es propio y ante el fracaso, el equipo desata toda su paranoia y la emprende contra cualquiera que se contraponga a la tesis patagónica. Aún contra aquellos que alguna vez los apoyaron. Todo ello en un ambiente de desconfianza, temor, pobreza y miseria creciente, en el que la codicia deja un terreno yermo para el crimen. Se acabó el partido. Se acabó la confianza. Otra oportunidad histórica desperdiciada. A esperar el 2011.
Miguel Ángel Rouco
DyN