La muerte y la extinción de la especie rondan
el siglo XXI y no es una frase, ni una fatalidad. Un siglo que nació
de un derrumbe de hechos consumados. Recicla
los escombros, los
agujeros negros, la pavorosa herencia del miedo y del terror. Ningún nuevo
pesimismo, ni sucedáneos, aunque Broadway nos quiera jugar una pasada con el
titular de su nueva cartelera: La
muerte se fue de vacaciones.
Es solo un eufemismo, ella no descansa, patrocina las
vacaciones bajo tierra, un mundo de cenizas, el último paseo. Las páginas de
los grandes e influyentes periódicos están untadas de sangre, miedo, horror,
sudor y lágrimas de cocodrilos. Los escombros de la fe se pudren en los
titulares abandonados en algún lugar del Metro, en el basurero de una oficina
de la Bolsa en N.Y. o Londres, entre las piernas de alguna Editora frívola de
pasarela.
Es un subproducto que se recicla una y mil veces, bajo un
maquillaje inútil, la idiota máscara
de la trivialidad, ese perfume banal que lo unta todo con su mala clase. Qué
mal huele el mundo, Dinamarca, como lo dejamos pudrir entre
exquisitas fragancias de perversidad. Que bien sonríe tu calavera,
amigo mío.
La prensa es un pálido reflejo de la descomposición de un
orden internacional ya inexistente, de una sociedad tragada por sus propias
purulentas amígdalas y cada portada se hace sobre otra, como si un pintor de
brocha gorda le pasara una nueva
mano de pintura para que no se vea la vieja,
ya descascarada del día anterior.
No seamos pesimistas, pero tampoco optimistas, ni
alarmistas, ni violinistas en un mundo que no se escucha asimismo, que se baña
una y un millón de veces con la misma sangre, después de tropezar con la
vieja piedra.
La literatura da cuenta de este sub mundo, lo compagina, le
otorga su propia visión, y la realidad, a veces, es inmaquillable. Y aún así,
la ficción existe, es real. Nos reciclamos sobre este gran basurero.
Este
oficio de transformar la realidad, recrear un nuevo mundo, sacar la escoria
del viejo,
otro camino para el lector, contar una historia visitada por la
imaginación, la realidad, empujada por los
sueños, la falsificación
inclusive del tiempo, es el deber del escritor que aún permanece en este
mundo e intenta decir algo nuevo, y apuesta, sobre todo, a un urgente cambio.
El escaparate editorial, sin embargo, el marketing, los tutores de la
imaginación falsificada de las personas común y corriente, apuntan con las
manos en sus bolsillos al fondo oscuro de la realidad, al nicho tibio de la ciénaga,
donde habita un pequeño, tierno,
verde cocodrilo metálico.
Los Medios influyentes, con los poderes fácticos, se han
apoderado de la realidad, son guía y luz en esta época de falsa
espiritualidad, de dioses ruinosos en pugna, derrotados por el dedo meñique
de Ali Babá. Falsean, enseñan una esquina de la calle, su paisaje es el
ombligo imperial, son los sobrinos del gran titiritero. No conocemos la opinión
de los intelectuales, escritores, filósofos, poetas, dramaturgos, salvo
reputados economistas que nos pintan el Apocalipsis global con el lenguaje del
gran oso a punto de invernar.
No todo es negativo, ni mucho menos, no es preciso
demonizar más la realidad, porque cuenta con bastante fuego este infierno. La
realidad tiene, afortunadamente muchos fuegos y de nosotros depende el
verdadero y eterno.
Dicen que los poetas tienen su propio fuego, la palabra
quizás, la mirada de un niño,
la luz que entra solitaria en un cuarto, la poesía siempre reclama un mañana,
enciende en verdad un nuevo fuego. Es belleza,
transformación, denuncia, el nuevo
color.
Su ausencia es notoria en estos tiempos, marginalidad
absoluta, no provoca ni lástima, más bien entona el himno de la indiferencia
con el calculado olvido de Editores y promotores del escaparate y la vitrina.
¿No
hay poesía en el mundo? ¿La poesía es un vicio para el desencanto? ¿Qué
es un poema? ¿Algo qué nunca se ha dicho? ¿lo dicho deja de ser poesía? ¿Cuál
es la gracia, el encanto de un poema? ¿Lo nuevo o la verdad? ¿Un poema es el
perfecto disfraz de la realidad o la máscara transitoria? ¿Un poema son la
intimidad de sus palabras o la historia que encuentra el propio lector? ¿Un
poema es un ruido o un sable? ¿Un poema puede tener su origen en un desierto
y seguir creciendo? ¿Un poema puede ser soñado por otro poema? ¿Una palabra
que no se multiplica, es un poema? Un poema si es verdadero, no necesita
llave.
Es notoria, por decir lo menos, la tradicional ausencia de
la poesía en las vitrinas, políticas
editoriales, planes de la cultura, en los gobiernos, en la vida cotidiana, en
los Medios de Comunicación, en la T.V., en cualquier
actividad pública.
Es materia de hospicio, abandono, casi siquiátrica, del
“poeta loco, todos tenemos un poco”. Las ciudades y sus centros culturales
han hecho un borrón y cuenta nueva sobre el cadáver de la poesía, exquisito
manjar del pasado. No hay tiempo para este arte inútil. Hoy es más
importante un barril de mierda que un libro de poesía.
El poeta norteamericano, residente de San Francisco, Neeli
Cherkovski, profesor de Filosofía del New College of California, autor de
ensayos, narrativa, poesía, biografías
de Ferlinghetti, ha brindado unas
impactantes declaraciones en México sobre el deterioro de la cultura
estadounidense y de la ausencia de un espíritu de vida.
Cherkovski
se refiere a una suerte de apagón cultural, cierre de bibliotecas, librerías,
editoriales, a un pensamiento uniforme, la ausencia de “una sensibilidad en
las personas para celebrar la vida”.
En declaraciones exclusivas a La Jornada de México
desde San Francisco, el poeta y ensayista norteamericano, reclamo la necesidad
de tener sueños y nuevas utopías para la humanidad y el hombre.
“Que no haya más fronteras artificiales entre México, Estados Unidos y
Canadá. Como ocurre en la Unión Europea, no hay más pasaportes entre
Alemania y Francia, por ejemplo”, Cherkovski se considera un heredero de la
cultura, del pensamiento, el espíritu Beat
y recordó a Ginsberg, a Ferlinghetti que aún vive en San Francisco,
quienes con Kerouac, pensaron en un mundo libre, poético, sin fronteras
humanas ni físicas.
“El espíritu beat depende de que haya justicia
para todos y más atención a los problemas de la Tierra; hay que cuidar los ríos,
el mar; necesitamos un mundo limpio y con respeto a los animales y al bosque;
hay que respetar a las personas con lenguajes y expresiones diferentes.”
Son palabras de un poeta norteamericano que cree en el futuro
''Este
fue el regalo de los beats: la visión de un mundo de paz sin guerra,
pero siempre con una mente rebelde ante el poder, sentenció”, Cherkovski.
Es más, agregó, el gran regalo de los beats al mundo, que tiene mucha
vigencia, es la posibilidad de no pensar que las personas de otras culturas
son peligrosas. Ellos estaban en contra de la falsa idea de las diferencias
entre ser moreno, negro o amarillo.
Cherkovski. considera que venimos de una sola familia, el
mundo requiere de una voz poética, un lenguaje común con diversos tonos y
palabras. desde luego un planeta
pacífico, en paz, creativo, con esperanza. ''Todas las personas necesitan una
cama, sexo, agua, amor, fuego... todas nacen y mueren, esta es la primer
circunstancia que nos hace iguales. Somos una sola unidad en la gran expresión
de la vida y las cosas de los hombres.
''Cuando
estoy solo en la noche me es posible escuchar voces de personas muy antiguas
que me dicen: 'Neeli, es necesario escribir, conocer todas las partes del
mundo, porque el mundo es una cosa, es un animal, todas las personas somos una
sola persona'."
La
poesía es una herramienta para alcanzar ese estado de cosas y espiritualidad.
No es sólo su propuesta, sino es la voz de la sensatez. ''Porque lo sagrado y
lo espiritual no sólo está en las iglesias, está en las calles y el mercado
y también cuando un joven se sienta en una silla enfrente de la computadora
para escribir tal vez por primera vez un poema”, apuntó el autor de Los
hijos de Whitman.
Rolando
Gabrielli