“Hay que ser duro con el que se porta mal”. Aníbal Fernández dixit... cuando era duhaldista
“Duhalde es como un jarrón chino en una casa chica, molesta donde lo pongan”, declaró el inefable Aníbal Fernández el pasado jueves 10 de junio. Se fue de boca nuevamente, metiendo bajo la alfombra su pasado bajo el ala del hombre fuerte de Lomas de Zamora. Pues durante su gestión ocupó el cargo de subsecretario de gobierno de la provincia, amén de senador y de intendente prófugo de Quilmes. Luego de huir escondido en el baúl de un auto en noviembre de 1994, pudo negociar desde la clandestinidad gracias al amparo de sus fueros, y zafó de la justicia por los buenos oficios del ahora odiado Cabezón.
Tanta verborrea símil artillería pesada es impresentable, porque oculta la incapacidad oficialista para resolver acuciantes problemas cotidianos:“Mientras los dirigentes se mandan mensajes por la prensa, mientras hablan de jarrones chinos y de candidatos para elecciones todavía muy lejanas, los problemas no se resuelven. Es por eso que el atraso y la marginalidad se consolidan. Es que ése suele ser el resultado cuando la política y la realidad van por caminos distintos”, según la exacta visión del periodista de Clarín Fernando González.
Mientras este análisis va tomando forma, el nombrado Fernández anuncia la posibilidad de una tregua entre Felipe Solá y Néstor Kirchner, luego de tirarse con munición gruesa durante toda la semana. Ante los ojos alucinados de la opinión pública, el jefe del Estado y el gobernador bonaerense se trenzaron en una disputa por espacios de poder y también por guita. Con la mira puesta en preparar el terreno para la futura candidatura de Cristina Fernández de K, su marido y adláteres irrumpieron en territorio duhaldista con la lógica del panzer triturador, pero se encontraron con la resistencia enconada del aún fuerte caudillo bonaerense.
Caída por risible y descabellada la teoría del complot, el kirchnerismo echó mano del consabido recurso del conflicto permanente, para de paso desviar la atención sobre la ríspida cuestión de la deuda externa. Como siempre, arrojó la pelota afuera luego cansarse de efectuar jueguitos para la cada vez más hastiada concurrencia.
Bailando sobre la navaja
Pero la pregunta del millón, es cuáles serán los próximos pasos del ex presidente Duhalde cuando retorne a sus flamantes oficinas de Puerto Madero. Porque la tiene muy clara al respecto de la debilidad política de su eventual oponente, paradójicamente el mismo que ayudó a sentarse en el sillón de Rivadavia. Aunque el santacruceño frunza el seño cada vez que se le recuerda esto, debe recodar que hace un tiempo corto fue un Frankestein político creado por la mano ducha del lomense. Si bien por ahora éste se ha manejado con un perfil bajo, no sería de extrañar que le tire las orejas a su ex amigo Aníbal Fernández, un ingrato oportunista que se cambió rápido de camiseta. Pues en política, esas traiciones difícilmente son olvidadas y dejadas de lado.
Lo que no deja de sorprender, aunque a esta altura parezca trillado, es la constante pingüinera de salir permanentemente con el garrote en la mano, para luego bajar los humos y salir a negociar. Para las cámaras posan terribles como los orcos del Señor de los Anillos, para luego trasmutarse como Mendieta, el perro de Inodoro Pereyra, que suele evitar los conflictos con la cantinela “negociemos, Don Inodoro”. ¿No podrían empezar por ahí, así se ahorran tanta propensión al escandalete? Si para la miope visión del periodismo de saquito y corbatita esto entra en la normalidad, afinando la visión el oficialismo se asemeja a un culebrón.
La cuestión es cuándo se van a dejar de hacer campaña, pelearse con propios y extraños, perseguir fantasmas, y gobernar equitativamente para todos los argentinos de buena voluntad.
Porque en definitiva, quienes lo votaron y lo siguen apoyando, esperan sólo eso, que los represente coherentemente.