En medio de un clima enrarecido, con una nueva muerte por un caso de gatillo fácil en el barrio de Palermo, la cara de goma de Luis Majul se enfrentó con el bigote cepillo del ministro del Interior Aníbal Fernández, en el programa La Cornisa en la fría noche del domingo 13 de junio. Lo que primeramente se pautó como una entrevista, degeneró en un contrapunto en el cual el bastonero de su majestad estuvo a punto de perder la calma.
Conociendo que la mesura no es una virtud que lo caracteriza, Fernández saltó varias veces como leche hervida acusando a su oponente de “irrespetuoso” y de incurrir en “golpes bajos”. ¿El motivo?. Majul aludió a una pancarta ubicada en la pared de la casa del joven secuestrado Christian Ramaro, que decía “basta de verso”. “No es ningún verso lo que el gobierno hace”, se tiró de cabeza el titular de la cartera política ante un sorprendido Majul. “Pero ministro, la manera de pelearse que tienen es algo frívolo”. “Eso es un golpe bajo”, le espetó Fernández mientras sus bigotes se electrizaban. “Con lo que dice, me está faltando el respeto porque no es una pelea sino un conflicto de intereses”, replicó mientras se lo comía con la mirada.
Majul intentaba poner paños fríos, pero se daba cuenta que su eventual e inesperado contrincante se salía de la vaina. “Vamos a ver lo que hacen, pero creo que es mejor ser frontales a ser hipócritas. Por un punto de rating no se puede hacer cualquier cosa. Se necesita un Estado fuerte, pero no hay una política desde arriba”, le espetó El Turquito ahora en el rol de opositor. Los ojos de Fernández lanzaban chispas, que de un momento a otro parecerían la lava del Etna.
“No me gustan los golpes bajos. Si no decimos lo nuestro, la verdad se queda renga. A Duhalde no le creo. Recuperamos más de 7 millones de pobres, la pobreza es un objetivo, una consigna, una misión”, le retrucó el ministro en una catarata de palabras como para tapar al insólito entrevistador. Entre tanta cháchara defensiva, una merece especial atención pues es de creer que se trató de un acto fallido. Aníbal Fernández efectivamente declaró que “la pobreza es un objetivo, una consigna, una misión”, pero, ¿no se le habrá caído la frase “el combate contra la pobreza.....”? Porque sino, sería terrible pensar que el real objetivo del oficialismo es precisamente ése, dejar a los argentinos como Tarzán. Por cierto, nunca se sabe.
De frívolos y frivolidades
Cuando se disipan las tinieblas interesadas del fantasmal complot anti pingüinero, el oficialismo se reagrupa con las miras puestas en las elecciones del 2005. Sobre el tapete tiran como dados algunos nombres, pero el que suena más pesado es indudablemente el de Cristina K. A pesar de que de su declaración jurada se le piró la tortuga con 10 palitos, los transversales acaudillados por el ex periodista Miguel Bonasso se apresuraron en darle la bendición por anticipado. No es descartar que del otro lado, los justicialistas no inscriptos en este nómina, surjan algunas sorpresas como la reaparición del muerto político Carlos Saúl Menem.
Pero el aún callado y semitapado Eduardo Duhalde aún no dijo su última palabra, pero no sería descabellado inferir que antes del nombrado acto eleccionario, deje su postura de convidado de piedra y asuma su condición de jarrón chino.
Buenos Aires es muy grande, virtualmente un país dentro de otro, un enorme bocado de cardenal apetecible para la fauna política vernácula. Un lindo ringside en el que se darán con todo los pesos pesados de uno y otro bando. Pero en el medio siempre quedarán aquellas bajas colaterales, víctimas de décadas de indiferencia y desencanto, muchas veces tenidas en cuenta cuando hay elecciones: la gente.