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Más nafta para el incendio

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PIQUETEROS Y MUERTE
PIQUETEROS Y MUERTE

A todas luces, pretender que se trató de una mera casualidad permanente haría reír hasta a las piedras. Pues el crimen alevoso del dirigente de la FTV Martín El Oso Cisneros justo en la madrugada del 26 de junio, tiene todos los signos de ser más que un mero ajuste de cuentas. Desde el primer momento luego de darse a conocer el hecho, las miras de D’Elía y el resto de los referentes de la agrupación liderada por él, se posaron en Juan Carlos Duarte, señalado como dealer a sueldo de la Comisaría 24 del barrio porteño de La Boca.

 

En el momento en que promediaba la toma pacífica de esta repartición, los integrantes del Bloque Piquetero Nacional se apersonaban en el Puente Pueyrredón para conmemorar el segundo aniversario del asesinato de Maxi Kosteki y Darío Santillán. Indudablemente, este nuevo hecho luctuoso unido al del joven Diego Lucena, fue comentario obligado entre las principales cabezas del universo de los denominados piqueteros duros. Con el Perro Santillán incluido, conjeturaban en conjunto acerca de una más que evidente mano negra para teñir de sangre la brecha social argentina.

Porque desde hace unos quince días, varios sucesos represivos se fueron abatiendo sobre diversos movimientos populares y desde la corporación mediática nacional se pedía a gritos el acatamiento al evangelio según Herr Blumberg.

 

Como astilla en el pulgar

La denuncia de D’Elía no fue, como siempre, analizada en toda su contundente dimensión por los exponentes de la corporación mediática nacional. Desde las páginas de Clarín, La Nación y las pantallas de Crónica TV y TN, se buscó a cuatro manos desautorizar por medio de los consabidos recursos zafatorios como supuestamente y aparentemente. Apelaron al método pingüinero de tirar la pelota afuera, dudando hasta de las lágrimas y el dolor de los damnificados.

Bien insertos en la ecuación piqueteros = caos de tránsito hasta niveles ridículos, no se tomaron el trabajo de investigar lo mencionado más arriba. Sobre todo, siendo un suceso que desde hace casi veinte años se viene repitiendo también en el conurbano bonaerense.

Porque no es para nada de hoy la connivencia entre malos policías, dealers de la droga y punteros políticos, cara visible de la mencionada hasta el hartazgo alianza no escrita entre el poder político y las mafias.

Mafias que, desde hace más de tres años, son combatidas a diario por diversas organizaciones populares que son consideradas por la nombrada como astillas en el pulgar. Las muertes de Kosteki y Santillán fueron precedidas por actos de hostigamiento por parte de punteros del PJ bonaerense a varios integrantes del MTD Lanús, así como el crimen de un militante del MTL en marzo del 2003 en la Villa 21-24 de Barracas Sur, fue precedido de aprietes por parte de matones a sueldo de Guillermo Villar.

Evidentemente, la conformación de un bloque de poder diferentes en los barrios molesta bastante a aquellos grupos ligados a espurios intereses mencionados más arriba.

Los mismos que, ante la indiferencia oficial y la desidia de los medios, no vacilan en matar alevosamente para no perder territorio.

 

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