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La fantasía, la realidad y la tradición

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EL PELIGRO DEL PENSAMIENTO MÁGICO
EL PELIGRO DEL PENSAMIENTO MÁGICO

    Recuerdo cuando era niño y mirando el cielo un 24 de diciembre por la noche intentaba ver un trineo tirado por renos voladores y un hombre gordo vestido de rojo riendose estruendosamente. Como muchos de ustedes a esa edad, había escuchado ya “testimonios” de compañeros del jardín o del colegio que habían tenido la misma experiencia.

 

    Recuerdo a un amigo mío contando con ojos asombrados la visita de uno de los camellos de los tres reyes magos al parque de su casa una noche del 6 de enero. Todos sentíamos una especie de gozo indescriptible ante esos hechos maravillosos e inusuales.

    Y es que lo mágico nos alcanzaba, llegaba hasta nuestro cielo y hasta el jardín de nuestras casas en noches de fiesta. Claro que siempre aparecía algúna voz incrédula que contaba por ejemplo, el hallazgo de la “comida” que había dejado para esos camellos, apilada cerca de la casa en un terreno contiguo. “Mis padres la sacaron hasta allí”. Esas explicaciones no solo nos desilusionaban sino que las rechazabamos de cuajo. Es mejor creer en lo mágico. Es mas divertido, nos hace sentir especiales, hace que los demás nos presten atención.

    A medida que crecemos, lo mágico sigue entrando en nuestras vidas a travéz de otros canales. La educación religiosa es un ejemplo claro.

    A la edad de seis o siete años, nuestros niños son introducios por mayores a historias de diluvios, ángeles, animales que hablan, mares que se abren, gente que camina sobre las aguas o se convierte en estatua de sal, demonios que enferman, curaciones milagrosas, etc. Todo esto con la "mayor seriedad" por parte de los educadores. La misma seriedad con la que nuestros padres aseguraban que “Papá Noél se hace chiquitito para entrar por las cerraduras” y con el aditivo de que la tradición es tomada seriamente sin una pizca de visión escéptica por parte de los que relatan o reciben estas historias.

    Ahora, estimado lector, conteste sinceramente: si la educación catequística se le hubiera impartido a usted a la edad de 25 años, por las mismas instituciones o maestros ¿la hubiera absorbido con la misma amplitud de pensamiento que a los seis años, cuando esperaba a Papá Noél mirando el cielo nocturno?

    Me imagino a mí mismo a los 25 años tomando el papel de esos compañeros molestos (escépticos),  preguntándole a mi catequista : ¿De dónde sacó Noé una pareja de osos polares para subir al arca?, o, ¿De qué se alimentaron los leones y pumas (que trajo desde el Chaco) durante 40 días de viaje?

    Seguramente habrá alguna respuesta que suene lo más lógico posible, como suele suceder cuando se quieren justificar mitos o sucesos fantásticos.

    Hay que diferenciar la fantasía de la navidad o del ratón Pérez con las religiones, por supuesto. Nadie mata en nombre del ratón de los dientes, o se inmola en nombre de Papá Noél. La religión suele ser más peligrosa llevada al extremo, de ello hubieran podido dar testimonio las miles de personas que fueron quemadas en las hogueras de la inquisición, con perdón de la paradoja de que no pudieron justamente porque fueron ejecutados. Muchos de ellos por estar poseídos por demonios (un ser tan válido como E.T en lo que a la realidad se refiere).

    En algunos casos la fantasía es más agradable que la realidad. Las pseudociencias por ejemplo, en muchos casos nos brindan ese sentimiento especial derivado de lo mágico: si coloco los muebles de esta manera me irá mejor en el amor; si tomo tales "gotitas" mi mal humor cambiará; mi carta natal me indica que me casaré antes de los 25 años; esta piedra que llevo colganda del cuello contiene una “energía “ especial; si me imponen las manos este cáncer retrocederá, etc.

    La fantasía es mucho mas agradable y placentera que la dura realidad. Lo mágico (en forma de duendes, ángeles, posiones, amuletos, etc) nos alivia y nos hace sentir más seguros ante situaciones de la vida en las que las cosas se ponen feas. De la misma manera, lo mágico puede aterrarnos y llevarnos a hacer cosas tremendas e inhumanas.

    En otro orden de cosas, por ejemplo, las ciencias de la “nueva era” son siempre mas divertidas que la ciencia clásica, requieren menos investigación y estudio y menos análisis crítico, todo tiene una explicación satisfactoria y los testimonios aportados en sus libros son siempre satisfactorios. En las pseudociencias está refugiada nuestra necesidad de pensamiento mágico de la infancia, nuestra necesidad de seguridad sin demasiadas preguntas. Un espacio que la religión con sus cuentitos de seres voladores y serpientes parlanchinas ha perdido en nuestra sociedad.

    Quiero aclarar que creo que los mensajes religiosos (al menos algunos de ellos) son muy positivos para la sociedad. El predominio de una cultura del amor sobre una del odio es una prédica siempre bien recibida por cualquier humano ético.

    Claro que habría que preguntarse si estos mensajes son patrimonio exclusivo de la religión. El hecho de que por ejemplo la frase “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”, esté presente en todas las religiones del planeta, nos habla justamente de que ese tipo de máximas sobrepasan las enseñanzas de cualquier profeta. Están acuñadas en la sociedad desde el principio de los tiempos y marcan justamente límites a las conductas humanas no positivas para la especie. Son un factor mas de supervivencia.

    La pregunta sería: ¿Hace falta adornar este tipo de leyes milenarias con mitología?. Tal vez sea tarde para evitarlo.

    Quiero contar una pequeña anécdota: Suelo viajar en un tren donde cada tanto aparece un señor con un acordeón a tocar algo de música. Entre sus interpretaciones dice en voz alta: “Solo el amor salvará al mundo”. Es un mensaje lindo y positivo, podría empatarse con el “solo necesitas amor” de John Lennon.

    Hace algunas noches apareció el hombre del acordeón en el vagón y por razones que solo él sabe, contó de donde sacó esta frase que repite entre sus piezas musicales.

    Dijo (Literalmente): “Esa frase me la dijo un extraterretre en un sueño. Era Jesús, pero con la ropa de la virgen. Si, era Jesús con la ropa de la madre, me miró y me dijo esa frase... por eso la vengo a comunicar a todos...”. Es allí donde me pregunto tantas cosas.

    Me pregunto cómo habrá afectado la educación religiosa a aquel niño al que le gustaba estudiar acordeón a la edad de seis años. Me pregunto cuál es la necesidad de incluir lo mágico empatándolo con un mensaje virtuoso que tiene que venir de un extraterrestre que al mismo tiempo es Jesús, que al mismo tiempo es Dios y que se viste con la ropa de la madre.

   Cuanto más claro sería saber que es necesario que los humanos nos amemos, no porque lo dice E.T o Buda o Dios, sino porque de eso depende nuestra supervivencia.

    ¿Qué hubiese pasado si este sueño le decía al músico “tomá un avion y estréllate contra un edificio”?, quiero creer que nada.

    Y descubro que hay diferencias notables de una fantasía a otra. De lo inocente y pasajero, a lo aprendido por ciega tradición.

    Sin embargo en el mundo de hoy mientras nuestros niños miran inocentemente al cielo en busca de Papá Noél, ven aviones en los que viajan otros niños que nunca llegarán a destino porque serán inmolados por creyentes de otros seres invisibles.

    Nuevamente lo mágico (como en el caso de las pseudociencias), nos puede jugar una mala pasada.
    Por eso mismo puede ser muy peligroso no inculcar el pensamiento crítico en nuestros niños. ¿Tendrían la misma cantidad de adeptos las religiones si la catequesis se impartiera a una edad adulta?.

    Si a los seis años creo en Papá Noél y después se me pasa porque veo la realidad, ¿Por qué no voy a dudar de otras fantasías que me contaron a la misma edad?.

    La fantástico es maravilloso, si pago una entrada para ver Jurassic Park o Star Wars. Son películas maravillosas y producen un gozo muy agradable similar al de la busqueda de reyes magos en el cielo. Pero no me dañan. No las incluyo en mi vida.

    Cuando finaliza la fantasía, intento ser mejor por el bien de todos. Y no hace falta que ningún ser sobrenatural me lo pida o me lo recuerde.

    He dejado de lado el pensamiento mágico, y estoy seguro de que en  la medida de que las personas hagan lo mismo seremos cada día mejores como personas y como sociedad, aunque en las noches de navidad levante la vista para ver si esta vez tengo suerte y puedo ver algo que me maraville.

 Martín Gianola

 

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