“Y
tu cabeza está llena de ratas,
te compraste las acciones de esta farsa,
y el tiempo no para.
Yo veo al futuro repetir el pasado,
veo
un museo de grandes novedades,
y
el tiempo no para”.
Bersuit Vergarabat
EEUU
en 1896 tenía ganas de tragarse el rico bocado cubano. Pero no encontraba una
ocasión propicia. Había que motorizar a la opinión pública contra España,
que a la sazón dominaba aún en la isla caribeña. William Randolph Hearst,
mandamás del New York Journal, vio
el filón y se propuso echar napalm al incendio. Cuando el fotógrafo
Remington le dijo que en Cuba no podía hacer fotos de guerra, porque no la
había, le contestó seguro: “Usted
facilite las ilustraciones, yo facilitaré la guerra”. Pronto sus
denodados esfuerzos se vieron recompensados con la voladura del crucero Maine,
fondeado en La Habana el 12 de enero de 1898. Aunque investigaciones
posteriores revelaron que el siniestro, que acabó con la vida de 254
tripulantes, obedeció a una explosión espontánea de pólvora, fue la ocasión
propicia para detonar el conflicto armado. Conflagración que, luego de
concluida, aseguró el dominio estadounidense de Cuba, Puerto Rico, Filipinas
y Guam. Pero esta no se habría desatado, si no fuera por la ola de histeria
colectiva pergeñada por la prensa; que creó el clima pesado para que el
recuerdo del malogrado crucero fuera la chispa del incendio.
En
la Argentina no estalló ningún crucero, ni se agitó a las masas para alguna
guerrita estrambótica. Pero continuamente, en forma creciente y sostenida, la
corporación mediática nacional crea conciencia colectiva mediante el
bombardeo de falacias.
Como
el caso AMIA acumula papelones, cuánto mejor machacar los cerebros de la
opinión pública con el cuentito de la falaz camioneta- bomba, patrocinada
por los ayatollahs iraníes.“Aunque los
más suponen que la voladura de la AMIA fue obra del Hezbollah libanés y que
los autores intelectuales fueron integrantes del régimen teocrático iraní,
gente que no suele disimular su deseo piadoso de ver incinerados a todos los
judíos, los líderes de distintas organizaciones de la comunidad, encabezados
por el titular actual de la mutual que fue devastada hace poco más de diez años,
Abraham Kaul, han decidido insinuar que el máximo culpable del aquel crimen
infame fue en verdad el ex presidente Carlos Menem, el “traidor” que según
una persona citada por los medios locales merece “pudrirse en la cárcel”
por el manejo de la investigación, juicio este que su sucesor y compañero Néstor
Kichner, pareció encontrar perfectamente legítimo. (...) Puede que en su
momento Menem, el transgresor, si haya cometido algunos delitos, pero no
existen motivos para tratarlo como si de algún modo fuera responsable del
peor atentado terrorista de la historia del país, a menos que se lo
atribuyera a su actitud llamativamente pro-israelí, un pormenor que Kaul
pasaría por alto, o porque se hubiera convertido al cristianismo: entre los
musulmanes duros, la apostasía sigue siendo un crimen capital. Sin embargo,
sus muchos enemigos se las han ingeniado para confeccionar una serie de teorías
destinadas a probar que no haber sido por Menem los asesinados por los
terroristas aún estarían vivos o que, cuando menos, los asesinos ya habrían
sido debidamente sentenciados por la justicia. Para algunos, Menem provocó a
los fanáticos sumándose a la coalición que eyectó a Saddam Hussein de
Kuwait, lo que en buena lógica debería haberle granjeado la amistad de los
iraníes. Para otros, a cambio de dinero iraní hizo lo posible por
obstaculizar la investigación. ¿Hay pruebas?. Claro que no, pero ya que
todos los males del país tienen su origen en Menem, pedirlas sería absurdo.
En la Argentina, a Menem le ha tocado desempeñar un papel que es muy similar
a aquel de su “amigo” George W.Bush en
el escenario planetario. Es el malo más malo de todos”, manifiesta
James Neilson en la edición de Noticias del
24 de julio.
Concluyendo:
las masas deben entender una vez por todas que los atentados no fueron a causa
de la traición de Menem a Siria, puesto que la masacre de la calle Pasteur
constituyó el puntapié inicial de la jihad
islámica contra el mundo occidental y cristiano. Dentro de esta lógica
perversa se termina adoptando, gracias al esfuerzo encubridor de la SIDE, la
CIA y el MOSSAD, como enemigo al cuco fundamentalista y los verdaderos
culpables zafan como los mejores.
También
en otras áreas la trituradora de cerebros mediática lucha denodadamente. En
el álgido tema de la cuestión social, se hacen auténticos malabares en aras
de lograr la definitiva criminalización de la protesta. Aporta su granito de
arena Eduardo van der Kooy, otro especialista del discurso elíptico, quien
sostiene en el matutino Clarín del
lunes 26 de julio, que “el Presidente
transmitió a la sociedad una firme señal de autoridad e impidió, además,
que el debate abierto por la política para enfrentar las protestas sociales y
los brotes de violencia tomara vuelo. Otra vez, aunque parezca latoso, hay que
repetir lo mismo: el Gobierno se quedó sin respuesta ante la apuesta
redoblada de las organizaciones piqueteras y terminó pagando el precio político
que pagó aquel viernes de demencia”.
Fiel
a su estilo, pone en el centro de la escena a la protesta piquetera y se traga
el camello de los reales participantes de “aquel
viernes de demencia”. Si
las organizaciones de desocupados son “terroristas”,
como las calificó Ginés González García, hay que caerles a balazo limpio.
En cambio, las bandas de truchos que se mueven en la periferia del poder, y
son contratadas por éste para laburos sucios, no son molestadas ni un
poquito. Gozarán de buena salud, mientras los sofistas políticos y los
medios boludos seguirán dejando pasar mosquitos.
Como
ayer los medios canonizaron al oscuro Juan Carlos Blumberg como adalid de la
cruzada contra el crimen organizado, mañana bien podría elevarse al engañoso
podio de la gloria popular a algún émulo de Videla o del ingeniero Santos,
pero de buena cuna y con mejor prensa.
Todo por una portada
Asesinan
a un empresario en dudosas circunstancias, y es un producto más de la ola
de inseguridad. Matan
a la estudiante Lucila Yaconis, e inmediatamente la histeria mediática
inventa una ola de violaciones. Un
narco a sueldo de la Comisaría 24 ultima a balazos a un militante social, y
la reacción de sus compañeros es calificada sin más como anárquica
y violenta.
Los
ahorristas estafados son violados de parados por una resolución de la Corte
Suprema, e inmediatamente son sindicados como alteradores del orden público.
Nunca
se profundiza más allá del suceso en sí, sólo se deshace en amagues y
joditas para la tribuna.
Y
para peor, el oficialismo y la corporación mediática se agarran de los pelos
para ver quien llega primero al podio de generar impactos de primera plana.
Parecen saltimbanquis en un juego demencial, donde el Komisario Alberto Fernández
es el sumo pontífice. Pero con el papelón de los casetes voladores y sus
secuelas, “(los Kirchner y
sus adlátares) en las últimas horas quizá
se han dado cuenta de que la realidad suele imponerse a todos los poderes, del
primero al cuarto. Y que no hay operación de prensa que valga. (...) La lógica
K es preocupante. Si por cada papelón presidencial el Presidente va a
entregar cúpulas policiales o
ministeriales, Néstor Kirchner tendría que meditar sobre sus ansias de
figurar en positivo en las tapas de los diarios que lo hacen actuar; por
decirlo de alguna manera, con cierto atropello. ¿En qué quedó la supuesta
cuenta de Carlos Menem en Suiza por cobrar “una coima” para cubrir a los
terroristas de la AMIA? ¿Qué pasó con el famoso complot contra Kirchner
organizado alrededor de un locro en el Regimiento Patricios?¿No era que no se
iba a mejorar la oferta a los acreedores? Con el correr de las semanas, una a
una esas operaciones de prensa introducidas por el Gobierno, lubricadas con
importantes cuotas de publicidad oficial, se desarman cada vez más rápido
bajo la prepotencia de la realidad.
Tras
los destrozos en la Legislatura, el Gobierno administró las buenas noticias
económicas para que cada día los diarios tuvieran un título de tapa. Lunes:
creció la industria. Martes: la economía creció 4,8%. Miércoles: superávit
record y plan de viviendas. Jueves: el empleo creció 7,2%. Viernes: la crisis
energética está superada. Pero ni siquiera semejantes éxitos, bien
dosificados, lograron opacar los papelones.
Pero
el problema no es que fallen en la estrategia mediática. El Presidente debería
de una buena vez modificar su estilo, dialogar en vez de increpar, resignar
popularidad en vez de entregar chivos expiatorios por dos puntos de imagen y
demostrar, sin miedo al ridículo, que a veces conviene reconocer un error a
redoblar la apuesta para tapar un escándalo”,
señala con acierto Darío Gallo en el mencionado semanario.
Ese
sería el remedio; dejar de lado los golpes de efecto para dedicarse a
gobernar para todos los argentinos. Y los medios, deben cesar de ser
inventores a sueldo de realidades de cartón, para acompañar en la difícil
tarea de transformar la realidad. Lo contrario de esto, es el abismo del
desencuentro. Y de allí es difícil regresar entero.
Fernando Paolella