Al archivar las diligencias
pedidas hace casi tres años por la Argentina para que el arrepentido iraní,
Abolghasem Mesbahi, alias el testigo C, localizara en Ginebra el banco
del que se sirviera el terrorismo islamista propiciado desde Teherán, las
autoridades helvéticas han enterrado su denuncia, reverdeciendo,
tal vez, el proverbio chino que afirma que “el lugar más oscuro está
justo debajo de la lámpara”.
La decisión notificada por Berna el pasado 13 de julio
refleja que no hay voluntad de investigar, a pesar que el “testigo C” abre
una pista significativa que misteriosamente no se quiere explorar quedando, así,
prácticamente bloqueado un serio intento por avanzar en la búsqueda de la
verdad sobre la causa AMIA.
El
requerimiento de tomarle declaración en Ginebra partió de Buenos Aires en
diciembre de 2001, sin que ninguno de los tres jueces que aquí se sucedieron en
situación de ocuparse del tema consiguieran traer a Abolghasem Mesbahi a señalar
el banco, ni dispusieron medidas eficaces para averiguar si sus alegaciones tenían
asidero con lo que es posible corroborar desde Suiza. La noticia que el ex
agente poseía datos para aportar a la causa AMIA provino oficialmente de
Alemania, donde se refugió el 25 de julio de 1996, gracias a la intervención
del ex presidente iraní, Abol Asan Bani Sadr, a la sazón exiliado en las
afueras de París, desde que lo derrocara el ayatolla Jomeini en 1981, quien
seis años más tarde le hizo llegar por conducto de Mesbahi, una oferta de
reconciliación que fue desechada por Bani Sadr.
El que devendría “testigo C” escapó de Irán vía
Pakistán el 6 de abril de 1996, al temer que el propio régimen teocrático,
del que fuera un disciplinado operador en la interminable guerra sucia
contra sus opositores guarecidos en el extranjero, se aprestaba a eliminarlo
porque, quizá, sabía demasiado. Fue entonces cuando Mesbahi confesó haber
sido un alto cargo del ‘Vevak’, la rama principal de la inteligencia iraní,
revelando -entre otras cosas- que un emisario del ex presidente Carlos Menem
visitó Teherán al finalizar 1994 o a principios de 1995, exigiendo que se
depositaran 10 millones de dólares en una cuenta numerada cuyas cifras indicó
expresamente, a cambio de desincriminar a Irán en la voladura de la mutual
israelita.
Currículo
El “testigo C” nació en Teherán el 17 de diciembre de 1957. Especificó a
sus interrogadores alemanes que se capacitó en Francia, desempeñándose espasmódicamente
como agitador, espía y diplomático, inicialmente en las filas de los
Guardianes de la Revolución (Pasdarans) y después en el Ministerio de Defensa
(Vevak). Explicitó lazos familiares con el Imán Jomeini, en cuya célebre
universidad de Quom, recibió formación teológica. Enumeró haber cumplido
misiones multipropósito en Europa y Estados Unidos entre agosto de 1979 y
noviembre 1988, viviendo intermitentemente en Ginebra en los dos últimos de
aquellos años, siendo puesto luego al abrigo en Teherán hasta la crisis que
precipitó su fuga el 6 de abril de 1996.
En ese marco, añadió que, además, podía colaborar en el
esclarecimiento de otros hechos ocurridos en Alemania y Suiza. Contribuyó -de
ese modo- a resolver el caso Mykonos, el múltiple homicidio en el restaurante
que lleva esa denominación en Berlín, el cual tuvo por víctimas a cuatro
miembros de la resistencia kurda de nacionalidad iraní invitados a un conclave
de la Internacional Socialista, perpetrado el 17 de septiembre de 1992. Fue una
pieza clave en la condena del 10 de abril de 1997 contra el Estado de Irán por
esa masacre, un juicio en el que se demostró el carácter engañoso y
artificial de un informe de 31 páginas presentado por ese Estado para
desacreditarlo.
El “testigo C” destapó, asimismo, que para ser tolerado
en Suiza se concertó a comienzos de 1987 con el oficial de policía de Ginebra,
León Jobé, un personaje ulteriormente separado de la institución por secuelas
de corrupción en un affaire de terrorismo argelino, y que posteriormente, ya de
retorno definitivo en Irán, tomó conocimiento que en esa misma policía existía
un “topo” que cooperaba con el ‘Vevak’, cuyas informaciones habrían
servido en el asesinato de Kazem Radjavi, un referente de la resistencia iraní
en el exterior, abatido salvajemente en las afueras de Ginebra el 24 de abril de
1990. La conocida fiscal helvética, Carla del Ponte, sospechó que el
“topo” era una mujer, la oficial Françoise Spindler, sucesivamente
secretaria y amante del jefe de esa policía de Ginebra, Jean Robert Warynsky.
Casada entre tanto con Fereidoun Ilkhan Bakhtiari, un ex candidato al asilo político
en Suiza procedente de Irán, Spindler obtuvo en diciembre de 2000 una falta de
mérito a raíz de la imputación formulada por Mesbahi. Con todo, el dictamen
reconoce la penetración de la infiltración del ‘Vevak’ en las fuerzas de
seguridad de Ginebra, declinando procesar a la implicada por haber un solo
testimonio acusador.
El Consejo Federal
Anticipado
por nota diplomática del 7 de noviembre de 2003, la jueza de Ginebra, Christine
Junod, tardó hasta el 14 de mayo de 2004 para emitir el auto de clausura
concerniente a las comisiones rogatorias provenientes de la Argentina, que
solicitaban convocar al “testigo C” a Ginebra, identificar el banco
incriminado por éste como el vehículo para financiar las 400 y pico acciones
terroristas llevadas a cabo por Irán en países occidentales durante los años
´80 y ´90, y verificar si desde ese banco pudo paralelamente llevarse a cabo
el presunto pago de 10 millones de dólares destinado a alguna cuenta conectada
con Carlos Menem. A continuación, la Oficina Federal de Policía en Berna esperó
hasta el 13 de julio siguiente para notificar la documentación a la Argentina,
en vísperas del décimo aniversario del atentado contra la AMIA, como si el
momento para dar malas nuevas fuera especialmente elegido.
Sin embargo, esos anuncios de signo negativo contradecían
las promesas conjugadas por el Consejo Federal suizo, el cuerpo colegiado de
siete miembros que gobierna este país. El 19 de noviembre de 2003, en efecto,
al responder por escrito a la interpelación parlamentaria del diputado federal
por Ginebra, Christian Grobet, debida a este escándalo, el ministerio de
Justicia subrayó el compromiso helvético de luchar “contra las cuentas
bancarias que financian el terrorismo”, a consecuencia de haber ratificado dos
meses antes la Convención de la ONU en la materia. Justo en esos días, el
gobierno empeñaba una segunda vez su palabra por intermedio de la ministra de
justicia, Ruth Metzler, ante su entonces homónimo argentino, Gustavo Béliz, de
visita en Suiza, en el sentido que se traería al “testigo C” a celebrar los
reclamados actos de instrucción en Ginebra, y que si persistían los obstáculos
se podía hasta quitarle la competencia cantonal a la jueza Junod y trasladar la
ejecución de lo demandado por Argentina a la jurisdicción federal.
Como
se ha visto, los buenos augurios fueron aniquilados por la magistrada, cuyas
nupcias con un encumbrado oficial de la policía de Ginebra, no han pasado
desapercibidas en la prensa local. Al resolver como viene de hacerlo, en
sustancia, la juez Junod concluye en la inconsistencia del “testigo C”. A su
entender, es imposible detectar huellas en Suiza de ninguna cuenta en torno a
las afirmaciones de Mesbahi.
De esta manera termina el procedimiento de ayuda judicial
desencadenado por los exhortos argentinos relativo al “testigo C” en conexión
con Carlos Menem, debiendo traerse a colación que no se ha iniciado sumario
local alguno en Suiza sobre este asunto concreto y que la mencionada instructora
judicial se limitó a implementar la petición emanada de Buenos Aires. Al
propio tiempo no se debe perder de vista que esta historia carece de vinculación
con el expediente de las cuentas de Menem y su secretario privado, Ramón Hernández,
en Ginebra y Zurich respectivamente, denunciadas hace tres años por los bancos
suizos, y con las peripecias de exhortos diferentes relacionados con el
contrabando de armas argentinas a Ecuador y Croacia en los cuales aparece
involucrado nuevamente Menem, procedimientos que se canalizan por cuerdas
separadas, aunque los dos sean también competencia de la jueza Junod y tampoco
hayan arrojado resultados tangibles todavía.
Las pruebas documentales
Los documentos que se acaban de trasmitir a la Argentina son tres, acompañados
por un ambivalente comunicado oficial. A un interrogatorio en alemán al
“testigo C” celebrado en Karlsruhe, Alemania, el 1 de abril de 2003, se
anexan dos informes policiales de Ginebra en francés del 30 de ese mes y del 24
de junio de 2003, documentos entregados ahora a la Argentina un año después
que fueran producidos. En sus dichos, Abolghasem Mesbahi cita la segunda parte
del apellido compuesto del director del banco a quien tenía por interlocutor en
Ginebra, fonéticamente “el señor Maux”, donde la “x” no se pronuncia y
“au” cuaja “o”. Abunda, describiendo hasta ciertos muebles que los
rodearan, que estuvo en sus oficinas, frente al Hotel du Rhone de esta ciudad,
unas quince veces, en los años 1986 y 1987, y que allí conoció a tres
empleados del establecimiento, todos suizos, uno de origen iraní, Shahrokh
Sharif, que podría escribirse de otra forma, y los otros dos de rasgos y un
dejo de alemán en el hablar, aunque se entendiera con ellos en inglés o en
francés.
Con minuciosidad Mesbahi retrata enseguida la entrada al
edificio, la recepción y la sala de reuniones donde el banquero y su gente
ocupaban la planta baja, y algunas superiores, evidentemente en el 5, Quai de
l’Ille, a pocos pasos del Hotel du Rhone, si la trascripción del diálogo
motivado por el mapa del casco céntrico de Ginebra que le pusieron delante
reproduce con exactitud lo que allí explicó, un edificio de seis pisos
construido en 1955 que se sitúa en uno de los bordes de una de las islas que
pueblan el delta del Ródano, en la desembocadura del lago Léman en Ginebra. En
cuanto al apelativo del banco, el “testigo C” exhumó que un cartel de
letras blancas sobre fondo negro lo proclamaba al costado de la entrada en tres
palabras, recordando con nitidez dos de ellas, Bank y Luxemburg,
habiendo olvidado la tercera, pero al serle sugerido por quienes le tomaban
declaración el nombre Degroof, creyó que coincidía con lo que le volvía
de su memoria. Detalló de inmediato que a ese sitio concurría para manejar
fondos relativos a sus actividades de inteligencia, a partir de una
cuenta a la que accedía con mandatos escritos que recibía por valija
diplomática desde Irán, invariablemente confirmados por fax desde Teherán al
banco de Ginebra, deslindando que los titulares de la cuenta eran Hachemi
Rafsanjani, otrora Presidente de la República islamista de Irán, en estas
horas al comando del Consejo de los Intereses Superiores de Irán, Ahmad
Jomeini, hijo del líder de la revolución, y Ali Fallahian, jefe histórico del
‘Vevak’.
Sin
transición, Mesbahi no aseguró, en esta ocasión ni antes, que desde esa
cuenta se le pagaran igualmente los 10 millones de dólares a Menem, y jamás
dijo que Irán hubiera tenido alguna participación en el atentado de la AMIA.
Al contrario, hizo hincapié en que Irán quería que Argentina le extendiera
una suerte de certificado de buena conducta, redimiéndola de cualquier
responsabilidad porque no había tenido objetivamente nada que ver. Al respecto,
reiteró sucinta y exclusivamente el chantaje ejercido por un supuesto emisario
del ex presidente Menem en el curso de un viaje a Irán a fines de 1994 o al
despuntar 1995, pidiendo, nada más ni nada menos y vale la pena recalcarlo para
no caer en inútiles amalgamas, 10 millones de dólares para eximir a Irán de
la voladura, incorporando en la presente oportunidad el nombre del funcionario
del ‘Vevak’ que autorizó el pago antes de relatarle la extorsión. Mencionó
a renglón seguido y sin embagues a Saïd Emami, cofundador junto con él del
‘Vevak’ en septiembre de 1985, por lo demás “suicidado” en una cárcel
iraní en junio de 1999, una de sus fuentes, omitiendo las demás por tratarse
de personas aún vivas que continúan activas bajo la bota de la dictadura
integrista. Con el ánimo de favorecer la pesquisa, el “testigo C” dio su
filiación falsa con la que participara en esas tratativas bancarias. Dijo que
circulaba con papeles de Reza
Abdollahi.
El banco
Al hilo de los anuarios telefónicos de Ginebra del pasado reciente, en el 5,
Quai de l’Ille, tuvieron y/o compartieron domicilios declarados varios bancos,
todos actualmente desaparecidos o en proceso de liquidación: Ralli Brothers
Bankers (1983-1986), Overseas Trust (1986-1990) y Security Pacific
Bank (1989-1993), siendo casi inexpugnable a la requisitoria periodística
la información inmobiliaria, conocer la sucesión de propietarios, los hipotéticos
arriendos y sub alquileres, y los periodos en los cuales el edificio de seis
pisos estuvo parcial o totalmente desocupado. Ahí, hoy es dueño y tiene su
cuartel general, el Banco Degroof Suiza, usufructuando el local desde
abril de 2000, habiéndose con antelación mudado temporariamente al sexto piso
del 19 de la Rue du Rhône. Su actual identificación configura la reconversión
helvética del Banco Degroof Luxemburgo, sucursal de la central de nombre
similar radicada en Luxemburgo. Esa sucursal fue autorizada a trabajar en Suiza
como banco independiente de su casa matriz el 6 de febrero de 1996, inscribiéndose
a tal efecto en el Registro de Comercio de Ginebra y en la Comisión Federal de
Bancos en Berna, pero según la Asociación Suiza de Banqueros pudo disponer de
oficina de representación o de captación de clientes desde el 29 de enero de
1987, al constituir sus estatutos, estando habilitada a tener ese tipo de
oficinas en Suiza sin anunciarlo a las autoridades de control bancario o de
sociedades, como suele ser costumbre en este país, escuela del blanqueo de
dinero. Hacia ese año 1987 el “testigo C” hilvanó sus quince visitas al
despacho de su director, un “señor Maux” que, sin duda, debió justamente
ser quien aderezó la instalación del banco luxemburgués en dichas
circunstancias, es decir Fernand de Jamblinne de Meux, cuyo último apellido se
pronuncia en francés como lo hizo Abolghasem Mesbahi, esto es, “mo”,
acentuando la vocal, “el señor Mó”.
El banquero
Nacido en Bélgica el 18 de junio de 1950 y
naturalizado en Luxemburgo el 26 de junio de 1987, Fernand Maximilien Thérèse
Ghislain Jean de Jamblinne de Meux fue condecorado en 1996 por el Gran Ducado
con el grado de Oficial, debido a su desempeño como administrador delegado del Banco
Degroof Luxemburgo, en cuyo Consejo de Administración perduró hasta
septiembre de 2002. Participó de su fundación en 1987 y encabezó el
desembarco helvético manteniendo, sin embargo, un perfil de gestor
independiente de fortunas que actuara simultáneamente en otros bancos. Por eso
se lo puede rastrear en la sede de Lausana, Suiza, del Banco Internacional de
Luxemburgo, creada en 1985, duplicada en Ginebra en 1994, no obstante con
oficina para reservada captación de clientes no declarada ante las estructuras
de supervisión comercial y financiera desde varios años antes, en el 11 de la
Rue Rodolphe Toepffer, un banco que
terminó reciclándose en la discreta sigla DEXIA, uno de los tantos
bancos privados en la jungla bancaria ginebrina. A Fernand de Jamblinne de Meux
se lo asocia, al mismo tiempo, con el Crédito Mutual del Norte de Europa,
desplegado en Francia, descontando su actuación en dos sociedades de Ginebra,
subordinadas o representantes de otras; Bearbull, intermediaria en
comercio e inversiones concebida en 1970, Odyssey Asset Management,
prolongación de una empresa de servicios bancarios de Luxemburgo desde
1994. Un año antes, se lo descubrió en el escándalo italiano ‘Mani
Pulite’, sin que le acarreara consecuencias penales. El domingo 11 de mayo
de 2003, al mes siguiente que la segunda parte de su apellido compuesto fuera
inserto en un documento judicial a raíz de su incriminación como banquero del
terror iraní, en línea con los recuerdos del “testigo C”, Jamblinne de
Meux pereció sorpresivamente en Bélgica, en la plenitud de sus 53 años,
aparentemente fulminado por un síncope cardíaco mientras jugaba al tenis. Poco
antes de morir, varios de sus familiares y allegados lo evocan jubilado de los
trajines bancarios, extraño a su temprana edad, volcado a las mundanidades de
su título de barón en la nobleza y a los ajetreos del mecenazgo de obras pictóricas.
La jueza
Aferrada a la idea que si hubo una cuenta en Suiza en el Banco Degroof Luxemburgo,
como pretendería Mesbahi, esa cuenta no pudo existir antes de 1996, año en que
recién el banco fue habilitado a tener ventanilla y proponer la apertura de
cuentas al público en Suiza, la jueza Junod cerró el caso. Se basó en la
testifical de un traficante inmobiliario de Ginebra en aquella época, Verner
Pluss, dejando de lado que se trata de un consuetudinario estafador
archiconocido en el ramo (1). Sobre todo, lo hizo tras escuchar de Claude
Roessli -colega de Jamblinne de Meux en el Banco Internacional de Luxemburgo
de Lausana, cofrade en la aventura de implantar bancos luxemburgueses en Suiza
desde los años ´80 y su sucesor al frente del Banco Degroof Luxemburgo
de Ginebra- rechazar que pudiera haber en este último, fecha y lugar, una
cuenta como la descripta por el “testigo C”, vale decir de 1996 en adelante.
La juez Junod eventualmente creyó,
como lo insinúan los informes policiales de Ginebra remitidos a la Argentina,
que Mesbahi se confundió de década. Acaso supuso que cometió un error al
sostener que la cuenta que utilizara remontaba a 1986-1987, cuando transitara
clandestinamente por Ginebra, estimando que se equivocó y que debió referirse
a una cuenta de 1996, nueve años más tarde, una vez que el banco pudo
legalmente ofrecer ese servicio. Olvidó que eso era ilógico y descabellado por
el simple motivo que en ese año 1996 Alemania le otorgó el asilo político a
Mesbahi, con pasaporte bajo control de la emblemática Convención de Naciones
Unidas de 1951, y que si por milagro hubiera pringado una cuenta bancaria de esa
naturaleza con las señas de su identidad apócrifa o real mientras disfrutaba
de la protección del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR),
significa que seguía enganchado con el ‘Vevak’, auto incriminándose en ese
acto de infracciones graves, exponiéndose a riesgos de ser sancionado
penalmente en Suiza y Alemania, antesala de su deportación a Irán, donde lo
matarían.
Al trastocar las fechas de semejante manera, interpretando
que lo que Mesbahi dijo haber hecho en 1986-1987 lo hizo en 1996, la jueza Junod
quebró la validez de su testimonio. No reparó que ese banco pudo tener
representación en Ginebra sin necesidad de declararlo desde casi diez años
antes de conseguir la licencia, concretamente desde 1987, como lo admite la
Asociación Suiza de Banqueros en Basilea y es habitual en Ginebra, y que desde
esas oficinas se pudieron gestionar y administrar cuentas en la casa matriz de
Luxemburgo, o en otros bancos suizos o foráneos, por más que no tuviera
licencia para ofrecer cuentas propias a la clientela potencial, al margen que es
factible que aconteciera exactamente igual con el Banco Internacional de
Luxemburgo, conjeturando que el banco delatado por el “testigo C” fuera
éste y no el Degroof, bancos en cuyas plantillas de funcionarios se
repiten sintomáticamente varios nombres como en un cine continuado.
Recapitulando,
no es superfluo contextualizar que la ley suiza, hasta 1990, permitía a un
negociante, abogado, fiduciario o gestor de fortunas abrir cuentas bancarias a
pedido de un cliente sin descorrer el velo sobre su real identidad, y que fuere
como sea, antes o después, el secreto bancario cae ante una investigación
penal encarrilada. Si los estamentos judiciales federales de Buenos Aires, y los
deudos de las víctimas de la AMIA, no se rebelan contra el archivo que acaba de
decretar Ginebra, habrá finalizado el sepelio suizo del “testigo C”, y
varios crímenes de lesa humanidad, en Argentina, Irán y Europa, tendrán la
opacidad imprescindible para continuar sin castigo.
Juan
Gasparini
Especial desde Ginebra
(1)
Verner Pluss, patrón de Pluss Management en Ginebra, y de otras cuatro
sociedades inmersas en el negocio inmobiliario que ya han fenecido, asumió ante
la policía suiza, haber sido el propietario del edificio del 5, Quai de
l’Ille entre los años, 1987 y 1992. Dio a entender que de 1987 a 1989 se lo
alquiló a la Overseas Trust, y que de 1989 a 1992, permaneció vacío,
hasta que lo vendió, sin consignar el comprador. En su medio, del cual se haya
retirado, nadie conoce si Verner Pluss guarda domicilio en Ginebra, mientras es
tenido por un viejo trampista, cargando con acusaciones penales y en el fisco.
RECUADRO
El heredero del
enigma
Una red de indicios anudan históricamente los nombres de Fernand de Jamblinne de Meux y Claude Roessli, alrededor de las filiales helvéticas de los bancos luxemburgueses Degroof e Internacional. A la par con ellos dos, y también en condiciones de firmar comprometiendo a ambos establecimientos, se repiten los nombres de Leonard o Len Martel y Bernard Blank. Como si quisiera escapar a los reflectores de los organismos de vigilancia financiera, Claude Roessli, un suizo nacido en el Cantón del Valais, no tiene residencia en Ginebra, en la cual empero ejerce su profesión de banquero. Mantiene un domicilio en el Canton vecino de Vaud, con capital en Lausana, pero vive en un apartamento de Ginebra con habitaciones en uno de los seis pisos del 5, Quai de l’Ille, el fatídico punto que ha hecho famoso el “testigo C”. Al margen del Banco Degroof, tres compañías remiten a esa dirección, y una cuarta al 18 de la Avenida Louis Casaï de Ginebra, coincidente con los escritorios de la Bearbull donde se ha percibido recortada la silueta del extinto Fernand de Jamblinne de Meux, todas ellas piloteadas presentemente por Claude Roessli; a saber, Finance Technology, Finigest, Sofina y Guineu.