El salario promedio en
Este índice de promedio salarial, es el valor que surge de dividir toda la masa de salarios entre todos los asalariados. La incidencia en la vida real de las personas de este dato, es de relativa a nula importancia. Los promedios nunca muestran necesariamente lo que le pasa a la mayoría, especialmente cuando a dichos anuncios le incorporamos algunos datos fáciles de entender:
Informalidad: la informalidad resulta, según datos oficiales, del 36,1%. Ello supone un 50% menos de salario para el trabajador informalizado por igual carga horaria y actividad que un trabajador formal. Si desestructuramos el esquema de planes y subsidios la escala de informalidad —a la que podemos denominar salario sin subsidio— nos da que el salario blanco baja y el negro (negro-negro, más subsidio) sube. En términos generales se estima que la población en negro más subsidiados y sumando los planes, estaríamos en el orden del 45/46% histórico de trabajo no registrado.
Esta es la primera incidencia sobre el promedio salarial, bajándolo considerablemente.
Sueldos bajísimos: el 20% de la base salarial, los sueldos más bajos, se dan mayormente en el interior, siempre postergado. Aprendices, changarines, cosecheros maestranza y otros trabajos de escasa o nula calificación. También se da este fenómeno en las grandes ciudades con los prestadores de servicios por pocas horas o regímenes similares. Este sector (quintil más bajo) obtiene apenas el 5,2% del total de salario pagado (un escándalo). Léase de 100 trabajadores promediados, los 20 que menos ganan, se llevan solo el 5,2 del total… un estado de indigencia total.
Considerando los tópicos anteriores, se estima que una gruesa capa de la masa de asalariados del sector primario, servicios y trabajadores de baja calificación cuentan con un salario que oscila entre los $1.800 y los $2.400. Este sector es el amplio espectro del mundo laboral, el 4to. y 3er. quintil (la clase obrera, y en algunos casos, la clase media caída, y mal desplazada hacia abajo)
Ahora bien, ¿qué significa este nivel salarial? ¿Cómo se compadece con el mercado de consumo? ¿Gana bien un trabajador, o es todo un cuento de la propaganda oficial?
En principio podríamos afirmar que, según datos de los mismos consultores oficialistas, la línea de pobreza es de $ 1700, (otros hablan de $2.200) y que esto representaría el 55% del salario promedio en la Argentina. Dicho de otro modo, el salario promedio nacional no logra duplicar el valor de la línea de pobreza. Si tomamos en cuenta lo expresado anteriormente, puede verse la mentira que significa el promedio del salario obrero indicado, y que en los sectores populares, es de entre los $1.800 y los $2.400, tomando también en cuenta al trabajador “en negro”, “semi en negro”, y los planes.
En consonancia con todo lo anterior, podríamos decir que por lo menos el 40% de los argentinos es pobre, y de ellos, la mitad es indigente.
Pero no solo eso, aún los que perciben salarios que superan los $2.400, cuentan con graves problemas de alimentación, aumento del costo de la educación, de salud, vivienda, tributarios. Este nivel sería el de por lo menos el 60%. El 60% de los asalariados obtendría hasta $2.400.
Quedan los sueldos altos (los quintiles de clase media, media alta y alta) desde dicha suma en adelante. Entre la segunda y tercera franja se reconoce el empleo público más acomodado, el comercio en centros urbanos, obreros calificados industriales, supervisores, etc., son los asalariados que ganan entre $2.400 hasta $4.500.
Solo en los mejores sueldos del primer quintil (el 20% de la escala que más gana) se encuentran los salarios que tributan 4ta categoría, de más de $5.770 en adelante, y representan un millón de trabajadores, apenas el 7,50% de los trabajadores.
El cuento de la distribución de la riqueza
Desde 2003, el gobierno kirchnerista machaca con el latiguillo de la “distribución entre los que menos tienen”. La realidad es que los Kirchner se han beneficiaron del efecto rebote de la gran crisis del 2001/2002, de la pesificación asimétrica, y han pasando la factura de ese efecto como logro propio, ya demasiadas veces, tantas que el cuento se terminó a fines del 2007, y se repite solo por las ganas de escuchar que muchos tienen y que hoy quieren que esto sea real, aunque, infelizmente, no lo sea.
Lejos de distribuir, Néstor (que fue Carlos también) pasó a la historia como el presidente que más deuda externa odiosa hubo de pagar al exterior, y no como el que hizo consumir más al pueblo. Consumo popular que históricamente se merece luego de décadas y generaciones de privaciones.
Hoy, la masa salarial araña apenas en 30% de la renta total, muy lejos del 48% del peronismo, del 38/40% de los primeros años ´70, y del 40% de los años ´90, conocidos como “fiesta menemista”. Como siempre, los sectores financieros, especuladores y acopiadores o prestadores de servicios monopólicos gozan de la renta marginal que el gobierno les permite recaudar, hoy multiplicada por una peligrosa inflación del 2/3% que amenaza con debocarse y arrastrar al conjunto humano argentino a la pobreza y desesperanza.
Todo parece indicar que de existir más viento de cola, el gobierno kirchnerista de la señora Fernández aprobará que fluyan más utilidades para los grandes empresarios, y no se produzca ningún aumento real del poder compra del salario del trabajador. Tanto las alternativas devaluatorias, como las de ajuste del gasto público (hoy necesario) terminarán acrecentando el deterioro del poder efectivo de compra del salario:
Por otra parte, la alocada idea de seguir “manijeando” el consumo, ocultando los índices de precios, como quien esconde la basura bajo la alfombra, jugando a mini devaluaciones que sobrevalúen el peso, y de esta forma la pequeña clase media (ese 20/30% que se menciona más arriba) siga jugando a una tablita previsible del tipo de cambio, apostando a confiar en que los dólares del “yuyito” soportarán toda corrida, no solamente es demencial, sino que desde el oficialismo lo llaman “modelo”.
La construcción del relato del kirchnerismo, en el sentido que estamos ante una gestión aún más exitosa que la de Juan Domingo Perón, es una gran mentira bien custodiada por el señor Moreno desde su falsificación estadística. Caen dichas mentiras cuando se analizan algunos criterios respecto de la renta, y su real distribución.
Claro, debe de analizarse, no solo la disparidad del nivel de salarios, los subsidios distorsivos, y el trabajo en negro, sino también los precios relativos y los costos de los alimentos, altamente incidentes en los niveles de consumo popular.
Cabe aclarar que los subsidios, per se, no resultan un incentivo equivocado. Sí lo son los que se deciden con el objetivo de incluir un acto de corrupción que subyace en tal o cual subsidio.
En el mundo se tiende a subsidiar actividades bisagra de la matriz de producción dentro de una estrategia, pero aquí se subsidia el consumo a los corruptos empresarios del trasporte, a la mafia de empresarios amigos de distintos thrust o cárteles. En concreto, se subsidia al empresario ineficiente, fracasado, coimero y corrupto, el que no tiene empacho en mandar a su bolso parte del subsidio sin aplicarlo al servicio/producción respectiva, previo retornar la jugosa “cometa” que, previamente se le pide.
Hacemos todo lo contrario a lo deseado, se encarecen deliberadamente los precios, y se subsidia el crédito del consumo para el gran negocio de los banqueros, se le chupa la ganancia al trabajador que paga caro por lo malo; solo basta ver las diferencias de precios con el exterior, las cuales son escandalosas. Este es otro mecanismo indirecto de recortar el salario, una toma de ganancia indirecta del capital sobre el magro ingreso del trabajador. Hasta se colocan salas de bingo y casinos en pueblos perdidos de la Patagonia, pequeños, pero donde viven trabajadores del petróleo y el gas, mayoría de hombres solitarios que gastan gran parte de sus amplios salarios en estas casas de juegos. Un gran empresario de este rubro es Cristóbal López, que sabe tener este tipo de locales en la zona patagónica.
Sueldos de los años ´50 vs. sueldos K del siglo XXI
Así, releyendo viejos textos, puede notarse que aún en aquel lejano país que teníamos los argentinos de la década del 50, (en 1948 para ser más preciso) se podía distribuir ingreso en términos reales, y no ficcionales como se pretende hoy. Por aquel entonces, existía un nivel de salarios más alto que el actual, el cual permitía un nivel de consumo en términos reales, mayor.
Este fenómeno se producía aún en un país mucho menor al actual, tanto en términos de PBI como de población. Existía una vocación distributiva real, no ficcionada, que logró que el trabajador contara con el 48% de la renta nacional, algo utópico hoy en día, pero, poco difundido por los medios, y menos los el holding monopólico oficialista.
Lo que aquí se propone exponer es cómo le va de verdad a un laburante en
Siguiendo las estimaciones indicadas anteriormente, puede verse que una cifra estimativa promedio salarial a nivel federal, sin desglosar orígenes (léase desde el trabajador esclavo esclavizado, hasta el gerente CEO top de multinacional), se percibe que el número al que se aborda no promedia, lo que era esperable, pero preocupa porque ese número entra en el 4to. quintil de ingresos y cerca del 5to., se podría decir que el ingreso promedio total global es de entre $1.700 a $2.400. Algunos dirán que esto está debajo de lo mínimos de convenio, pero ya se indicó la cuestión del trabajo en negro, y la multiplicación de subsidios:
Tomaremos $ 2.400. ¿Es mucho? ¿Es poco? Existe solo una manera de saberlo, el valor relativo de los bienes, el poder de compra real de dicho valor nominal.
Si se toma esta renta anualizada de $28.800 (sin aguinaldo) podremos en términos relativos comparar ingresos de este país que preside Cristina Fernández —rebosante de dólares por exportaciones privadas y retenidas, y de supuestos largos años de crecimiento— por ejemplo, con el país atrasado y feudal que recibió el peronismo en la década del ´40. Veremos que este paraíso K que gozó de 60 meses de rebote económico o falso crecimiento, no es tan paradisíaco.
Según estudios del autor Carlos Russo en Acción Social del peronismo de Editorial Centro Editor de América Latina, y en la obra Historia Integral argentina, un obrero promedio real, ganaba, en 1948 —comienzos del peronismo real— unos $480 pesos, esto es unos $5760 anualizados. Se podía ir a un mercado y comprar con su propia plata, por ejemplo, las siguientes cosas: 850 kilos de papas. 270 kilos de carne vacuna. 425 kilos de azúcar. 936 litros de leche. 1560 kilos de pan y 269 docenas de huevos. Tomamos estos valores, por ser los esenciales, permanentes y de mercado del consumo popular.
O sea, en los ´40, y aún saliendo del feudalismo en que se había sumido el país, se producía un real shock de consumo y se había mitigado el hambre argentino con los excedentes de producción. ¿Pasa esto con los K? Ni por asomo.
Siguiendo con el ejemplo anterior, traspalando ingresos nuestro obrero prototipo K anualizado gana algo así como $ 28.800. Si tuviera que comprar los mismos productos que el obrero promedio del peronismo, necesitaría por lo menos $ 34.646 (1) y con un proceso de inflación que le come el ingreso día tras día.
El obrero K, entonces, está 17% abajo del poder de consumo de otrora. Todo esto pasa 60 años después, cuando el mundo entero hubo de entrar con altibajos en procesos de modernización e institucionalización (y altos ingresos en muchos casos). Nosotros seguimos con altibajos estancando a una parte enorme de la población en niveles de supervivencia e inequidad, permitiendo que la porción de renta siga siendo tan desventajosa para la clase trabajadora como en las épocas que tanto se critican, como los ´80, y con condiciones únicas e inmejorable viento de cola de la economía. El gran ganador, en la argentina K es el capital y no el trabajo.
Este fenómeno explica la permisión tacita (cuando no connivencia) de un Estado que a decidido no pelear contra el empleo en negro, y representa una transferencia de ingresos de la clase obrera a la empresaria fenomenal. Y todo esto se sostiene, además, desde un INDEC que trata de disimular los números mencionados, o sea, los precios caros y los salarios bajos. Mentir los números sería el punto de apoyo del modelo K.
Mientras, desde la falta de voluntad de distribución real de ingreso que evidencia el gobierno, de paso hace buenas migas hace con “los gordos de la CGT”, saboteando los reclamos de los trabajadores.
El déficit sigue siendo institucional
Los argentinos nos encontramos hoy como los abandonados de la isla de Lost: aceptamos en silencio y sin mirarnos, sin discutir salidas reales, las duras recetas.
Sí, nos dan planes y modelos. En ese cóctel letal que como talerazo se baja al pueblo, hay de todo; emisión desmedida, inflación, desinversión privada, aumento descomedido del gasto público, cierre ilegal de importaciones, caída de la calidad de los bienes que se consumen, encarecimiento de los precios internos, etc. Todo en un marco político de alienación, descreimiento y resignación. Las clases populares rezan para no caer en la indigencia, las clases medias mirando para otro lado, jugando nuevamente con una perversa convertibilidad con tablita a la santacruceña, y cruzando los dedos para que el dólar no explote y el sueño no termine como lo hizo en 1987/89 y 2001/2002.
Como siempre, la clave de la recuperación política, social, institucional, económica y ética está en la producción genuina y el trabajo digno, la prudencia y la ética pública, el respeto a las autoridades institucionales y a la justicia; y por último, la calidad de visión de los representantes del pueblo, que tienen que volver a ser tales. Los argentinos menores de 45 años, evidentemente, no han tenido líderes que lleven un proyecto adelante.
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
José Terenzio
(1) Se tomaron los precios promedios del mercado normal minorista en Buenos Aires, a valores marzo/abril de 2011, de los productos indicados, a saber: 1 kg. de carnes $40. 1 kg. de papas $2,50. 1 kg. de azúcar $3. 1kg. de pan $9. 1 docena de huevos $9,20. 1 litro de leche $4,20.