El pasado 20 de marzo, el Presidente de los EE.UU., Barack Obama, concluyó su visita a Brasil.
En la conferencia de prensa brindada por el mandatario junto a su par Dilma Rousseff, en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, Obama elogió el modelo económico del país vecino refiriéndose al mismo como un ejemplo a seguir por su progreso hacia una democracia próspera habiendo resurgido luego de tantos años de dictadura.
Por su parte, Rousseff le expresó puntualmente la inquietud de que su país ocupe en breve un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU como miembro permanente.
La preponderancia que los EE UU están dando a cada uno de los países de la región quedó demostrada en las palabras de Obama: “es hora de que Estados Unidos trate sus operaciones económicas en Brasil con la misma seriedad de sus tratos con India o China", mientras que en su gira determinó, irrevocablemente, no pisar siquiera la Argentina.
Resulta imposible soslayar el crecimiento económico exponencial que ha tenido Brasil en los últimos años, sin embargo, un dato a resaltar es que el mismo incrementó de manera artificial el valor de las propiedades, a lo que se suman tasas de entre un 20 y 25 % para créditos inmobiliarios.
El panorama que presenta en la actualidad ese país empieza a resultar, para algunos analistas, similar al que antecedió a la crisis “subprime” de los EE UU en 2008.
Aún cuando su sistema financiero parece operar sin problemas, los bancos privados desembolsaron unos US$ 26.900 millones para el financiamiento de viviendas mientras el sector público a través del Programa “Mi casa, mi vida”, otorgó créditos que incrementaron el capital invertido en los últimos cuatro años en casi un 20 %, habiendo duplicado en los primeros meses del 2010 lo otorgado durante el mismo período del 2009.
El problema parece estar en el desequilibrio entre las variables ahorro e inversión, desequilibrio que podría conducir al país a una crisis similar a la vivida hace 3 años en los EE UU.
Un freno a la mayor expansión del crédito hipotecario es la tasa de interés que en Brasil no resulta comparativamente tan baja como ocurriera en los EE UU, desencadenando así en la crisis “subprime”.
Otro aspecto parece ser la mayor regulación del sistema financiero brasileño en comparación con el norteamericano, en el que muchas operaciones inmobiliarias no fueron registradas en los estados contables mediante el recurso de la securitización del crédito.
Los préstamos hipotecarios en Brasil han crecido 2,4 veces del PBI nominal, esto es, que las deudas alcanzaron el 24 % de la renta, mientras que la economía norteamericana colapsó con solo el 14 %. Y a esto hay que anexarle la inflación y la deuda externa.
Por último, el escenario descripto precedentemente, induce necesariamente a pensar en las dependencias comerciales.
¿Alguien puede ser tan ingenuo como para suponer que una crisis en Brasil, de características similares a las que afectaron a los EE UU en 2008 no redundaría en un altísimo costo para la Argentina?
Considerando además la situación real por la que atraviesa nuestro país, no la que nos cuentan desde los atriles, claro está.
Nidia G. Osimani