La quimera del gobierno nacional es que toda la prensa piense, diga y muestre el discurso dirigido, la noticia lavada, el mensaje unificado o sea, lea y reproduzca solo el material militante que despacha Télam a todos sus “abonados”, en calidad de “circular” donde el tope del chupamedismo y el ocultamiento de la verdad es tan evidente como asqueante, para cualquier lector crítico y responsable.
El gobierno, que se queja en contra del “monopolio”, porque dice que alberga unos 300 medios propios, se ha convertido (o al menos trata) de ser un contrapeso excedido, concentrando en todo el país más de 700 medios de su propiedad (directa o indirecta) y muchos más, afines, todo, claro está, con el dinero público; obvio es remarcar que si el 99% de esos medios debieran existir por el autofinanciamiento que generan, desaparecerían irremediablemente.
La orden de las autoridades nacionales en materia de comunicación es: “compremos medios” y como si carretearan por las góndolas de un supermercado de medios, van por los pueblos “comprando” radios, diarios y cuanta página web aparece, generando lucrativo negocio para muchos que crean el medio, para vendérselo al gobierno.
El problema, como ya lo explicamos hasta el cansancio, es que esto no tiene efecto balsámico en las noticias ni adormece la realidad comunicativa de quienes se sostienen a la vanguardia de las críticas, ni sepultan la actividad de los medios independientes o libres que muestran los claroscuros de la política corrupta, o sacan a relucir cuestiones de orden interno de un gobierno que hace de la mentira y el ocultamiento una actividad lúdica.
La gente, inclusive aquellos que han votado por la reelección de la Presidenta, evitan los medios afines, porque saben de antemano que están induciendo el mensaje, manipulando la información y produciendo una cartilla propagandística del oficialismo que los 365 días del año, está de campaña. Entonces, aunque es bueno reconocer que habrá un número de ellos que se conformará con el mensaje oficial, la mayoría busca, en las voces disidentes, el aire fresco que aclare el paisaje anodino envuelto en el aire tibio de las buenas noticias que promueve el kirchnerismo desde sus múltiples bocas de expendio, hoy multiplicada como panes, gracias al dispendio incontrolable (e incontrolado) de la caja de usos múltiples.
A las pruebas me remito: Canal 7 no excede el 2,5 en la grilla de canales abiertos y producciones como las de Hugo Morales en el 9, con su autorreferencial programa “Bajada de línea”, no supera los 2 puntos de rating. Si Duro de Domar o TVR se tuvieran que sostener por sí mismos, ya habrían dejado de estar en el aire. Ni siquiera las ficciones graciosamente aderezadas por los dineros públicos, que atrae como imanes a actores, actrices y artistas, dan un resultado ni siquiera decoroso. Andrea del Boca, fanática cristinista, junto con Gastón Pauls, a quien parece haberle ido mejor en la asociación con el Gobierno que en su productora privada, pueden cosechar audiencia; y el paradigma de lo que decimos acá es el bodrio cómico de la artista K Florencia Peña que con “Sr. y Sra. Camas” en Canal 7 sumió al canal donde “militan los mejores”, al más rotundo fracaso televisivo, lo que fue reconocido sin problema por la propia Florencia y el Puma Goyti sin ningún cargo extra, ya que el dinero invertido es de todos nosotros.
Por este motivo Florencia Peña, se dio el gusto de mantener una entrevista con Perfil.com donde dijo cosas como éstas (extracto de un tramo del reportaje a la actriz).
“— ¿Qué balance hacés de “Sr. y Sra. Camas” en la televisión?
—Para mí fue positivo, aprendí mucho, porque además encaré la producción, algo que en la televisión nunca antes había asumido. Este fue un desafío porque después de 25 años Canal 7 volvió a grabar una ficción. Creo que si miramos por el rating, fue un fracaso, pero sabíamos de entrada que no íbamos a tener mucha audiencia. Fueron las propias autoridades las que nos advirtieron que era imposible superar los 2 puntos de rating. No hay encendido a esa hora, ni hay hábito de ficciones. Quise trabajar en Canal 7 para correrme de la situación del rating. Hace mucho tiempo que creo que los actores no debemos quedarnos pegados a los números. El resultado no pasa por esas cifras. Estoy siempre dispuesta a apostar; a veces se pierde y a veces se gana. Una crece siempre que trabaja, más allá de los resultados finales.
— ¿No te dolió saber que tu compañero de ficción –el Puma Goity– dijo que había sido el mayor fracaso de su vida?
—No, y está muy bien poderlo aclarar, porque lo escuché cuando lo dijo, y esa frase la sacaron de contexto. En términos de rating fue el gran fracaso de su vida, pero no se puede comparar con los números de otro canal de aire, se acercaron más a los de cable. Alguna prensa contextualiza, tuvimos muchas críticas positivas. Si hubiera hecho 12 puntos en Telefe me hubieran levantado el programa, mientras que Canal 7 no lo hizo. También fue la primera vez que una ficción de esa emisora reunió a tantos actores populares. Quizá por eso hubo una mayor expectativa, pero el encendido es bajo igual, porque competimos con grandes como Tinelli. No voy a dejar de trabajar porque el rating no me acompañó. El éxito nunca se sabe.”
Está claro que para Florencia Peña y su compañero “esté todo bien”. En un medio privado no habrían podido sobrevivir. Lo mismo ocurre con la producción oficial sobre Papel Prensa, El Pacto, que a pesar de ser una pieza lograda, con actores de prestigio y un argumento bien organizado, la constancia de que es un ring de pelea del Gobierno con el Grupo Clarín, hace que la tira semanal se haya convertido en un rotundo fracaso, contraponiéndose en este caso el exitoso “Puntero” que encarna Chávez, desnudando lo peor de la política del conurbano y (curiosamente) emite el Canal 13.
Más de lo mismo
En el caso específico de la prensa escrita y radial, el protocolo se repite: Página/12, otrora el diario que todos queríamos leer, está a años luz de la creación de Jorge Lanata; El Argentino, homónimo de El Periódico, son panfletos propagandísticos del gobierno; Revista XXIII perdió el 85% de los lectores y así podríamos seguir enumerando los medios cooptados o creados para sostener el discurso oficial, muchos de los cuales ni siquiera existirían, si no contaran con el apoyo y el financiamiento oficial. Demás está decir que para facilitar la distribución del mensaje, los diarios se regalan, hecho de por sí económicamente inviable para una empresa privada que deba sustentarse con capitales genuinos.
El último gran intento por lograr la unicidad del mensaje, fue la advertencia que hizo el Conicet a sus investigadores “de asegurar la unidad del discurso comunicacional”, plasmada en una circular que expresa conceptos y copia procedimientos de la época más dura de la dictadura militar, donde estaba prohibido pensar y expresarse.
Sin embargo la realidad muestra que nuestro país, lejos de ser permeable a las prácticas chavistas, tiene una reacción negativa sobre estos ademanes dictactoriales del Gobierno, y lo más interesante, es que la misma gente que los votó son los que en su mayoría rechazan estos procedimientos y, por ese motivo, diarios como Clarín y La Nación, no solo no han bajado del podio de los más leídos sino que venden cada vez más, porque el público, lejos de las rencillas políticas, pretenden enterarse de todo lo que pasa en el país y en ese marco, no puede dejar de leer y escuchar a la prensa no adicta.
Finalmente, cuando todos los medios, al calor de los dineros públicos, unifican el mensaje para acallar las verdades y la realidad que transcurre con sus múltiples ribetes, cuando se estandarizan, se achatan y pierden el color y el espíritu, ayudan a que se remarque aún más el protagonismo de los medios libres; y los mentores de la estrategia comunicacional del gobierno nacional lo llevan a éste, a una nueva derrota en el estratégico campo de las comunicaciones y en la forma de comunicar.
Rubén Lasagno
OPI Santa Cruz