El excesivo celo por preservar “la intimidad familiar”, la “verdad objetiva de los hechos” y “el respeto por la investidura” no pueden ser elementos que se interpongan entre la verdad y el encubrimiento de un crimen.
Lo que ha sucedido en Río Negro, en la familia del gobernador Carlos Soria, es a todas luces un crimen pasional y a pesar de que desde la justicia se trate de “preservar la investigación”, utilizando toda clase de eufemismos y descripciones rebuscadas para referirse a lo que pasó en realidad dentro de las cuatro paredes de la casa, con los datos aportados por la prensa y el Fiscal, es condición suficiente para aventar una teoría altamente probable de que se trate de un homicidio del Gobernador en manos de su mujer.
Los indicios que gracias a la prensa se han conocido del incidente, son por demás elocuentes y resulta preocupante, que el vicegobernador haya salido a decir que se trató de un “accidente doméstico”, pues las palabras de Alberto Weretilneck denotan un apresuramiento en el juzgamiento de los hechos, una ignorancia total sobre lo ocurrido o la intención de encubrir la verdad.
Entre un “accidentes doméstico” y un crimen hay una separación conceptual demasiado grande como para rectificarse sin quedar en ridículo o sospechado de querer guardar las apariencias para que el hecho en sí no aparezca como lo que es, un crimen y se suavice con palabras atenuantes de una realidad que tarde o temprano saldrá a la luz por la magnitud de la persona que involucra.
Ayer el Juez desestimó el “accidente doméstico” y se refirió a un hecho intencional, aunque dejó abierta la puerta a la siempre recurrible “emoción violenta”. Lo cierto es que se cayó la teoría del suicidio (el arma fue disparada a dos metros o más, no hay rastros de quemaduras y pólvora en el rostro del fallecido) y por la misma razón la del “forcejeo”. Queda solo la hipótesis que sí, manejan claramente desde un primer momento los peritos: discusión con probables contactos físicos (golpes), aparición de un arma en manos de la mujer y el disparo que terminó con la vida de Soria.
Uno de los indicios del shock nervioso que sufrió la mujer del gobernador, es que ni bien le disparó, salió a decirle a los custodios “maté a mi marido”. De acuerdo a las fuentes especializadas que se consultó, no existió premeditación en el hecho (planificación del asesinato), pues de ser así la ejecutora, aprovechando el momento y la razón justificada de ingerir alcohol por la celebración del año nuevo, “podría haber consumido rápidamente (después del crimen) media botella de Champagne, vino o cualquier otra bebida que impulsara el test alcohólico a valores fuera de lo razonable, con lo cual su defensa tendría aún más chances de encontrar una pena más atenuada”, indicaron las fuentes a OPI.
Sin embargo nada de eso ocurrió. Las fuentes en Río Negro aseguran que, de todas formas, existen críticas hacia la actuación inicial del Juez quien no demoró a la mujer, la cual recién a las 09:30 del día 1º de enero se presentó “voluntariamente” junto a un hijo y al abogado, a prestar declaraciones ante las autoridades. En cualquier caso particular, los sospechosos directos, involucrados en un hecho de esta magnitud y ante un escenario tan claro como el que se presentó en la chacra donde ocurrieron los acontecimientos, quedan inmediatamente a disposición de la justicia hasta que se aclare la situación.
Más allá de eso las palabras del titular del Superior Tribunal de Justicia Víctor Sodeo Nievas, llevan a cerrar la hipótesis del crimen, ya que contó en C5N que el matrimonio tenía profundas desavenencias, desde el inicio de la campaña política de Soria y otras fuentes revelaron públicamente que el gobernador quería impedir por todos los medios que su esposa Susana Freydoz se radicara en Viedma, durante su mandato.
Posteriormente a la muerte del mandatario, salieron a la luz relaciones amorosas que habrían disparado en la pareja más de una discusión en todo este tiempo, incluso, algunos aseguran que en más de una oportunidad “volaron cosas de la casa” y que ambos (Soria y Freydoz) eran personas de carácter muy fuerte, venales y que en raptos de enojo se comportaban en forma violenta.
Es indudable que la tragedia destroza formalmente a la familia del Intendente de General Roca, el hijo del gobernador y enloda políticamente su carrera; sin embargo todos los testimonios recogidos en Río Negro, coinciden en que nada puede impedir el esclarecimiento rápido y certero de los hechos, aún cuando se trate de la esposa del mandatario y la muerte de éste haya sobrevenido en una pelea conyugal, donde la mujer le disparó a quemarropa. Se deben terminar los eufemismos y las vueltas para llamar a las cosas por su nombre, aún cuando esto involucre, dolorosamente, a figuras del poder y la forma en que se presenten los hechos no sean del todo agradables y/o convenientes para la institucionalidad de la provincia o el prestigio familiar de un apellido profundamente arraigado a la política de Río Negro.
Rubén Lasagno
Agencia OPI Santa Cruz