El premio
Nobel de literatura, el judío húngaro Imre Kertesz surgió desde las
cenizas, un sobreviviente de Auschwitz, un campo de concentración nazi
consagrado al horror del horror, en la segunda guerra mundial, aunque él
escapó del destino humano construido para el exterminio de una raza.
La Academia Sueca supo montarse hace dos años en el ojo de
la tormenta de uno de los conflictos humanos y raciales de mayor vigencia y
actualidad, como lo es el de la condición humana tan venida a menos y lanzada
al basurero, no sólo por los nazis, maestros casi insuperables en ese oficio.
Sus títulos dados a conocer unas horas después de haberle
otorgado el lauro, nos reflejan una vida de dolor, esperanza y descubrimientos:
Sin destino, El otro, yo, Kaddisch por el hijo, El fracaso y Un instante de
silencio en el paredón (Ensayo), ligeramente conocidos en el mundo
hispanohablante, refleja que la globalización en materia de literatura
no es tan eficaz como debiera, y sólo nos llega el tintinear de las cajas
registradoras de las bolsas.
Kertesz dijo en sus primeras declaraciones, que el
Holocausto nazi no ha sido superado aún después de más de medio siglo de
haber sucedido. (En el Medio Oriente, Irak, Afganistán, se están viendo
algunos hechos de notable
similitud, porque la guerra es un molino de muchas aspas)
El siglo XX es considerado por los estudiosos como
uno de los más violentos de la historia de la humanidad, y no sólo se trata
de los campos de concentración nazis, sino del asedio de tres años contra
Leningrado, donde murieron millones de personas y la sangre corrió día a día
por las calles. 19 millones de hombres pusieron los soviéticos en esa guerra.
Más de tres veces de los que murieron en los campos de concentración, y
desde luego, una vida es importante, no es cuestión de números.
El
pequeño Pulgarcito de las América, El salvador, en una tarde arrebató, el
ejército mató a unas 30 mil almas, que aún siguen sin pena ni gloria. La
literatura tiene más sangre que páginas, en Nuestra América. La España
franquista también puso su granito de arena con
l millón de muertos en la Guerra Civil del 39 y los 150 mil que
Franco se encargó de despachar en sus casi 40 años de dictadura.
Lo que hoy debemos analizar, como latinoamericanos,
primero, raza y especie, después, es que en nuestro subcontinente el
exterminio ha tenido una larga duración de más 500 años. Ello pareciera
preocuparle poco a algunos estadistas, líderes y jefes de Estado mundiales, e
inclusive escritores, pensadores y analistas. Militares, gamonales, oligarquías
siguieron la agenda de ejecuciones
y tortura . El Cono Sur y Centroamérica, son un vivo ejemplo de
exterminio. El informe de más de 30 mil torturados en Chile bajo el régimen
de Augusto Pinochet, debe ser documento de estudio en escuelas, colegios y
universidades de Chile y América latina.
El Oeste norteamericano fue el Holocausto para los indígenas norteamericanos,
prácticamente exterminados por el hombre blanco.
Nada podrá hacernos olvidar el humo de las chimeneas de
los campos nazis donde se cremaba a los judíos sólo por ser judíos. Pero
nuestra memoria no debe ser discriminatoria, parcial, y sólo recordar ese
pasaje funesto de la historia humana. BAJO LOS PUENTES OSUCUROS DEL SIGLO xx,
SIGUE CORRIENDO LA SANGRE DE LA HUMANIDAD.
Kertesz bien pudo escribir esa temática desde Chile o
Argentina, para no incluir a otros países que han recurrido al exterminio de
su propia población, qué decir de las masas indígenas. La tortura es más
silenciosa que la muerte misma. Es la muerte diaria, vergonzosa y cobarde, una
vileza sin nombre. Mancha de sangre la conciencia de la humanidad.
Y debemos abonar respecto
de sus declaraciones sobre
la preocupación que tiene por el hombre actual, , ya que es más fácil
dominar y ultrajar al hombre del siglo XXI que al del XIX, aunque esto parezca
una paradoja. Tantos métodos sofisticados para que ello ocurra, técnicas
perversas de sometimiento. Ya les estamos viendo.
Dice el Nobel húngaro que fueron Auschwitz y las
dictaduras los antecedentes para que la actual maquinaria de sometimiento se
haya perfeccionado y se mantenga en pie de alguna manera. Chile, Argentina y
otros países latinoamericanos son un ejemplo de esa verdad.
El Medio Oriente es un escenario más reciente de matanzas
y exterminio sistemático, una reedición al revés, la película se
re-embobina, porque la historia es, a veces, circular, un zigzag, su propia
espiral, tantas veces borrada para ser imitada, alterada, manoseada,
presentada con papel celofán y hierbabuena.
África es el continente más expoliado, humillado y bajo
un constante exterminio y esclavitud de su gente, pero la historia ahí se da
una vuelta de campana porque la miseria humana es negra. Nadie ha pagado hasta
hoy una rupia por la negra humillación de la especie.
El tema que puso hace dos años la Academia Sueca sobre el
tapete en la mesa es de lo suyo actual, de una vigencia conmovedora, que a
veces colinda con el trágico ridículo de los hechos.
Se trata, dicen, de las épocas en que el hombre está casi
totalmente subordinado al poder político, donde se plantea si es posible la
existencia de la vida y el pensamiento individual.
Claro no debemos sólo circunscribir el tema a los esquemas
totalitarios, en condiciones de encierro absoluto, porque es más vasto y
complejo el tema, aunque del primero se trata, nos parece hacia donde apunta
el narrador húngaro. Y nos ha crecido un muro de 660 kilómetros después del
de Berlín.
Su obra es esencialmente autobiográfica. Sus trabajos
actuales aun giran sobre el mismo tema, de acuerdo a esas fuentes,
y la novela Liquidación, recoge
los escombros de los comunistas en Hungría.
Esperamos que el húngaro Kerteszt, judío no practicante
como Kafka, se siga pronunciando sobre un tema vital de nuestro tiempo,(ya
caso no queda tiempo) el conflicto palestino-israelí, un asunto que supera
los tiempos, de hoy, ayer, y que mantiene en vilo a la humanidad envuelta en
el horror que creíamos superado. Él, mejor que nadie podría decirnos que
está sucediendo en ese infierno, donde los muros se lamentan de quienes
concentran tanto odio en sus venas.
Kerteszt debiera ser invitado por Chile, Argentina,
Paraguay, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, para documentarse sobre esas réplicas
del horror, e inventariar de manera más global el Holocausto, y al tiempo
transmitir su dramática y aleccionadora experiencia a esta parte de la
humanidad.
Después de toda, ha dicho que ha sido fiel asimismo, su
obra es ese compromiso con la memoria y con la humanidad. Tantas matanzas en
Nuestra América, que no es para sentirse orgullosos, la verdad, Ttlatelolco,
para no ir tan lejos. Es que por donde miremos, la sangre recorre las venas de
América. El Realismo Mágico y cualquier otra ficción real, no podía surgir
si no en esta región tan poco transparente, con Alejo Carpentier y García Márquez,
como dos precursores de un tejido que no deja de buscar su propia telaraña.
Colombia, tan mágica, dolorosamente dulce, y mar de
escombros desde hace 50 años, donde la imaginación es la loca de la casa,
sigue arrastrando su dolorosa humanidad.
Un punto y aparte ha sido el marketing lanzado por los
expertos con relación a las memorias de Gabriel García Márquez, el popular
Gabo, que prácticamente borró de la mente humana el impacto que podría
haber tenido el premio Nobel, aún más tan desconocido para América. Y ahora
con su nueva noveleta, confirma el narrador Colombia su vigencia en la vida de
la literatura castellana y universal.
Las ventas han sido extraordinarias desde un inicio y
seguramente en las próximas semanas se extenderán a otros idiomas, y este
será un nuevo año para el mago de Macondo.
García Márquez, recorrió en 1957 los países socialistas
y se detuvo en Polonia, Auswichtz, lo que tal vez muy pocos recuerdan o saben-
El narrador colombiano recorrió íntegramente ese campo,
que los nazis no tuvieron tiempo de borrar del planeta. "Las
interminables alambradas del campo de concentración de Auschwitz, relata, están
intactas". En algún momento
llegaron a ejecutar a 250 judíos al día, los hornos crematorios no daban
abasto, testimonia Gabriel García Márquez. Una hora duraba el proceso de freír
un cuerpo en el horno y los guardianes jugaban al poker esperando que se
cumpliera el proceso, como las señoras lo hacen jugando canasta, mientras
esperan en guardia al pollo que
se está dorando en la cocina, agrega.
Los nazis le dieron uso a muchos productos que salían del
cuerpo humano, inclusive hicieron maletas con sus pieles, tomó nota ene se
entonces, el escritor aracateño.
¿El
mundo ha cambiado desde ese entonces? Es una pregunta test. Usted tiene la
respuesta, amigo lector.
El
exterminio en la tierra es una vieja rueda que viene rodando desde tiempos
inmemoriales y noe s una tortuga la que precisamente la mueve.
Rolando Gabrielli