“Dos de los más misteriosos episodios de las últimas semanas en materia de
seguridad siguen siendo un enigma para el Gobierno y para los jueces federales
que los investigan. Todavía nadie tiene idea sobre quién fue el indiscreto
que se paseó libremente por la quinta presidencial, ni quién puso bombas en
tres bancos distintos de la Capital Federal. Más aún: las posibilidades de
que estos hechos se aclaren parecen escasas. La única huella que el intruso
olvidó en Olivos no permitió precisar su identidad. Y en el caso de las
bombas, lo máximo que se sabe es que son muy similares a otros artefactos
estallados en septiembre. (Pablo
Abiad, Clarín)
Parafraseando a Jack The Ripper:
“vayamos por partes”. Exactamente, hoy se cumplen 30 días del
retorno de los caños raros, y
no hay nada nuevo bajo el sol. Esto a pesar de la algarada del "gemelo no
reconocido" Aníbal Fernández, quien el mismo miércoles de los sucesos
señaló como probable responsables a fantasmales sectores de ultraderecha,
prometiendo una exhaustiva investigación que un mes después no arrojó ningún
resultado positivo. Desde este sitio se recordó cuándo, durante buena parte
de 1985, estallaban distintos artefactos en colegios, sinagogas, etc, causando
daños pero no víctimas, con el objeto manifiesto de desestabilizar al
alfonsinismo. Si bien existía gran certeza de que el material utilizado
provenía de unidades militares, jamás se dio con ninguno de los eventuales pirotécnicos
para meterlo entre rejas. Además, la Federal parecía ciega, sorda
y muda cuando su jefe de entonces, Comisario general Juan Angel Pirker, le
ordenaba investigar estos hechos. Y hasta hubo algunos trasnochados que se los
achacaron directamente a la omnipresente Junta Coordinadora Nacional. Fernando
Paolella
La visita de un desconocido a la residencia oficial del
Presidente se produjo en la madrugada del 25 de octubre pasado, mientras Néstor
Kirchner, su esposa y su hija dormían en el lugar. El intruso caminó por los
jardines, pidió un vaso con agua —que le dieron— y escapó igual que como
entró: saltando una tapia. Pocos días antes, el avión del Presidente había
tenido que aterrizar de emergencia por el incendio de una turbina.
Ambos sucesos representaron un cimbronazo para el Gobierno.
El jefe de la Agrupación Seguridad de la Casa Militar fue dado de baja y la
custodia de Kirchner entró en zona de replanteos, al punto que la secretaría
general de la Presidencia trabaja en un proyecto para reformularla toda.
Un juez federal subrogante de San Isidro, Juan Manuel
Culotta, quedó a cargo de la causa sobre el intruso. En Olivos se recogieron
pruebas más bien modestas: la huella de una palma de mano, otra de un dedo y
una imagen borrosa de video.
Fuentes judiciales consultadas por Clarín señalaron que,
a pesar del entusiasmo que el Gobierno actuó en un principio, los indicios no
llevan por ahora a nada concreto.
Las bombas en los bancos estallaron casi en simultáneo en
la madrugada del 17 de noviembre. El viernes pasado, el juez que conduce esta
investigación, Daniel Rafecas, recibió un peritaje de la Superintendencia de
Bomberos de la Federal que le permitió reunir siete coincidencias con las
bombas del 1º de septiembre.
Ambos atentados se registraron un miércoles. Los objetivos
fueron casi siempre bancos: en la última oportunidad, dos en Palermo y uno
Citi de Caballito; la vez anterior, uno en Belgrano y otro en Montserrat, además
de un local de McDonald's.
Los artefactos explosivos estaban armados sobre un caño
galvanizado y un sistema de retardo. Y fueron colocados cerca de la 1 de la
madrugada por personas jóvenes. Rafecas acaba de recibir de su colega Julián
Ercolini la causa sobre los atentados de septiembre para incorporarla a su
propio sumario. También le pidió a la Justicia de Santa Fe información
sobre otra bomba que explotó en un cajero de esa ciudad el jueves último.
La única huella digital que apareció en las sucursales
porteñas fue cotejada por la Policía y no arrojó ningún resultado. La SIDE
ahora trabaja en un cruce de llamadas sobre teléfonos públicos de las zonas
cercanas a las explosiones.
Pero tampoco hay demasiadas esperanzas de dar con el
responsable de estos hechos. El Citibank, que sufrió el atentado de Santa Fe
y dos de los registrados aquí, lleva adelante una investigación paralela. En
el Gobierno están desconcertados.
El 25 de noviembre pasado, otro desconocido de unos 30 años,
supuestamente demente, trató de entrar a la Casa Rosada. Entonces hubo más
reflejos: el intruso II hoy está internado en un neuropsiquiátrico.
En el caso de Olivos, la Policía se está manejando con un
identikit armado sobre lo que captaron por las cámaras de seguridad de la
quinta. El único resultado firme, hasta ahora, fue que un pintoresco
personaje televisivo que dice ser parecido a ese dibujo presentó un hábeas
corpus temiendo ser detenido. El recurso le fue rechazado”.
Durante la década del menemismo, reaparecieron estos
mensajes que sonaban como kaboom,
aunque procedentes de ignotas agrupaciones pseudo izquierdistas
como la ORP, que realmente fue un sello de goma para ocultar bajo
la manga a integrantes de los servicios. Por eso, cuando el ministro del
Interior Carlos Corach anunciaba que se “iba
a investigar hasta las últimas consecuencias”, era evidentemente
que jamás saldría nada a la luz.
Jugando con pólvora
Si bien el mentado suceso del intruso en Olivos más semeja a una
cuestión de internitis pingüinera, la voladura de los cajeros
bancarios seguramente a algo que hila más fino. Sobre todo, teniendo en
cuenta los bombazos que estallaron el 20 de diciembre de 2003 en medio de la
marcha piquetera, más concretamente en plena Plaza de Mayo. Va a cumplirse en
tres días un año de esto, pero el juez federal interviniente Norberto Spartacus
Oyarbide aún no encontró nada. Lo cual es raro, teniendo en
cuenta que dicha plaza histórica es continuamente barrida por la vigilancia
de la Federal y la SIDE, con el agregado de que ambas
suelen filmar las diversas manifestaciones que allí se hacen. Y
eventualmente, revisan el sitio donde ocurrirán para que no haya sorpresas
contundentes como la que se menciona. A no ser que éstas, cambiando el ángulo
de la información, se hayan dedicado a plantar algún regalito
como los que estallaron en los cestos de desperdicios aquella
calurosa tarde.
En la cuestión de las bombas de los cajeros, como se vio
anteriormente, sorprendió que no se tratara de las clásicas lanza panfletos.
Según una fuente confiable, escaso tiempo antes de lo narrado, una puerta de
la Universidad de La Matanza fue volada por el aire mediante un dispositivo
semejante a las anteriores. Su autor, un integrante de los Albatros
de Prefectura aparentemente no en sus cabales, se la tomó con una
alumna de dicha facultad acusándola de traficante de drogas. Pero lo
interesante del acontecimiento de este orate, es la peligrosa semejanza del
dispositivo utilizado allí con las de noviembre pasado.
Entonces, de cara a los nulos resultados obtenidos, bien
puede inferirse que se pudo tratar de otra instancia en la interminable
secuencia de las rarezas K para no caerse de la tapa de los matutinos. Aunque
parece que esta vez, se les fue bastante la mano.