Decir que la educación constituye un factor clave e insustituible dentro de un programa tendiente al progreso social, es una verdad de Perogrullo. Los países que mejor han logrado desarrollarse en el mundo lo saben y por eso apuntan sus cañones en esa dirección.
En la Argentina, como era de prever, la situación es totalmente diferente. Al menos ello se desprende un revelador —y preocupante— informe dado a conocer en las últimas horas por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), donde se revela que la inversión pública en educación pasó desde el 4% del PBI en el año 2004 a poco más del 6% del PBI en el año 2010. Esto se tradujo, en el mismo período, en un aumento del número de establecimientos públicos escolares desde 28 mil a 53 mil y de cargos docentes desde 398 mil a 453 mil. Es decir que el esfuerzo en términos de aumentos de la asignación de recursos públicos dedicados a la educación pública ha sido significativo.
Sin embargo, esto incrementó la cantidad de alumnos que concurren a la educación básica, o sea los niveles inicial, primario y secundario. “Según datos del Ministerio de Educación de la Nación, entre los años 2004 y 2010, la matricula total en los tres niveles de educación básica pasó de 9,4 a 9,9 millones de alumnos, lo que significa un aumento de 452 mil alumnos en 6 años”, según el documento. La composición según el tipo de gestión de la institución que recibió este aumento de la cobertura entre los años 2004 y 2010 fue la siguiente:
-La matrícula en las escuelas de gestión estatal aumentó en 79 mil alumnos.
-La matrícula en las escuelas de gestión privada aumentó en 373 mil alumnos.
-Esto significa que, del total de aumento de la matrícula de educación básica ocurrido entre los años 2004 y 2010, el 83% eligió la educación privada.
Estos datos oficiales muestran que, a pesar del importante esfuerzo presupuestario del Estado, las familias vienen optando masivamente por enviar a sus hijos a escuelas privadas. Seguramente que la mayoría de los adultos que toman estas decisiones tienen alta estima y cariño por la educación estatal, ya que en ella se formaron.
“Por eso, las decisiones que están tomando para sus hijos deberían ser interpretadas como un sentimiento de frustración e impotencia frente a la percepción de que las escuelas estatales están en decadencia. Que miles de familias de manera anónima y sin inducciones externas hagan el sacrificio de afrontar la cuota de un colegio privado, además de pagar los cada vez más altos impuestos, merece considerarse como un ‘8N educativo’”, según IDESA.
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Equipo de Economía de TDP