“Agrego
estas líneas mientras corrijo las pruebas de galera y escucho los boletines
radiales sobre lo sucedido en los juegos olímpicos. Empiezan a llegar los
diarios con enormes titulares, oigo discursos donde los amos de la tierra se
permiten sus lágrimas de cocodrilo más eficaces al deplorar “la violación
de la paz olímpica en estos días en que los pueblos olvidan sus querellas y
sus diferencias”. ¿Olvidan? ¿Quién olvida? Una vez más entra en juego a
escala mundial de los mass media. No se oye, no se lee más que Munich,
Munich. No hay lugar en sus canales, en sus columnas, en sus mensajes para
decir, entre otras cosas, Trelew”, narraba
Julio Cortázar en final del prólogo de su Libro
de Manuel,
el 7 de septiembre de 1972.
Ampliando,
quizá este mejor dicho argentinizando,
Cortázar le da un nuevo sentido a aquella famosa puntualización de Marshall
Mac Luhan de que el “medio
es el mensaje”. Siguiendo este peculiar acierto cortaziano, en
muchas ocasiones los medios son utilizados como un suprapoder para masajear
las mentes, y de paso crear conciencias adictas.
“Con
la fuerza de los grandes temas informativos, la visita de pocas horas a Buenos
Aires del ministro de Defensa de EE.UU., Donald Rumsfeld, presentado como un
“enviado del presidente Bush”, y los acuerdos formalizados con su colega
argentino, José Pampuro, se instalaron en las primeras planas de todos los
diarios nacionales y presiden las páginas políticas, con largas coberturas
que coinciden en la buena sintonía entre Washington y Buenos Aires.
Clarín
vislumbra detrás de los planes de radarización, “fuertes negocios y
razones estratégicas” por parte de EE.UU. Eduardo van der Kooy observa tras
los movimientos de Rumsfeld que su país sigue considerando a la Argentina,
junto a Brasil, como un factor “estabilizador” regional en casos como el
de Bolivia y Venezuela, más allá de cualquier “conflicto de política
interna”.
La
Nación encuentra un “Fuerte gesto de confianza de los EE.UU.”, ante el
ofrecimiento de ayuda tecnológica que le permitirá a la Argentina
desarrollar armamento de última generación.
Página/12,
el más crítico de la presencia del “señor de la guerra” en Buenos
Aires, señala que “no se avanzó por la inmunidad total requerida por
EE.UU.” para sus efectivos que participen en ejercicios militares. Al igual
que Clarín, marca que Argentina apoya al subsecretario de Rumsfeld, Paul
Wolfowitz, para la conducción del Banco Mundial y Mario Wainfeld le dedica
una de sus cada vez más frecuentes columnas de opinión.
Los
tres diarios económicos consignan en tapa que el enviado de Washington instaló
el tema de la radarización de la frontera. El Cronista, sin eufemismos,
apunta que “EE.UU. quiere que (la empresa) Northrop participe de la licitación”.
Sin
embargo, tanta catarata de párrafos no dilucida a qué vino realmente el
principal ladero de Bush
Sin
embargo, esto no figuraba en la apretada agenda del estadounidense. Y ni se
habrá mosqueado por la ausencia del primer mandatario, puesto que tenía muy
en claro lo que pretendía obtener en estas playas.
Un lacayo linajudo
Durante
el decenio menemista, Argentina acuñó el término relaciones
carnales para
definir una política de subordinación absoluta a los intereses estratégicos
estadounidenses. Pero esto no le impidió sufrir los dos peores atentados de
su historia, que si bien aún permanecen no esclarecidos, hay suficientes
indicios que indican que fueron perpetrados por razones totalmente ajenas al
conflicto de Medio Oriente. Bush
Otro
de los puntos que particularmente interesó sobremanera a Washington en este
período, fue la evolución de la interminable guerra civil colombiana.
Buscando crear un cerco alrededor del territorio controlado por las FARC,
insertó
dentro del Plan
Colombia a
casi todos los países latinoamericanos, quizá para en un futuro no muy
lejano bancar una intervención militar a gran escala.
Durante
el mandato pingüinero, a esas obsesiones se le deben agregar un par más: el
narcotráfico y el terrorismo. Si bien el primero es la continuación de la
famosa guerra
contra las drogas lanzada
por Ronald Reagan desde 1981, el segundo adquiere un nuevo significado luego
de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Librada a escala mundial,
como una superación de la guerra fría, EEUU invita gentilmente a Occidente y
a sus satélites a encolumnarse contra la media luna islámica, como si se
tratara de una versión corregida y aumentada de las Cruzadas medievales.
Aunque
por ahora, y felizmente, se libra este combate anacrónico en Medio Oriente,
las miras de la Casa Blanca se ponen sobre la Triple Frontera. Codiciada porción
de terreno, bien enclavada en el centro de Sudamérica, cuya riqueza consiste
fundamentalmente en ser una de las reservas de agua más grande del planeta.
Pero si bien estos muchachos son codiciosos, como no tienen un pelo de
tarados, que mejor encuadrar esta pretensión bajo la excusa de que allí
anduvo hace algún tiempo el mismísimo Bin Laden en persona, quien junto con
Hezbollah, Al Qaeda y la mar en coche, pergeñaron los atentados contra la AM
Pero
claro, para erradicar a los cabeza
de toalla afincados
allí, y de paso establecer una cuña que mire hacia Colombia, es necesario
contar con el visto bueno de los países de la región. Mientras que la
administración republicana da casi por descontado el apoyo argentino, es
claro que lo contrario sucederá con Brasil y con Paraguay.
Esto
sucederá, sobre todo, si el objetivo en ciernes de EEUU es
Lo
que nos espera.
Fernando Paolella