Si algo faltaba para coronar el éxito de este libro
–previa su llegada al cine- era la sugerencia de la Iglesia Católica a sus
fieles, de que no adquirieran o lean dicha obra, porque contribuía a
desacreditar a la legendaria institución.
Sin embargo, ésta opinión
o sugerencia en la posible elección de una obra literaria, no se inscribiría
en un simple hecho aislado ya que puede observarse claramente que en los últimos
tiempos de este Papado se acrecentó muchísimo la
injerencia de la Iglesia en muchas cuestiones domésticas, algunas casi
pueriles.
Y ello sin tener en cuenta a
ciertos prelados de jerarquía, que sugieren tirar al mar a algunos ministros
del gobierno nacional.
Es curioso observar que, a
la par que se apaga lamentablemente la vida del ilustre Juan Pablo II, se
aumenta esta intervención y es dable preguntarse, si la continuidad de su gestión,
contra vientos y mareas, enfermedades e internaciones, no obedecería al interés
de ciertos sectores –no se si llamarles ortodoxos, tradicionalistas,
conservadores o retrógrados- que se esmeran en mantenerlo de pie, visible y
portador de una autoridad que no sabemos bien si en la realidad la ejercería,
por lo menos con cierto grado de lucidez y perspicacia.
Pero eso no obstante, no es
lo preocupante, sino la demencial creencia de que un libro ya coronado por el éxito,
pueda llegar a perjudicar la maltrecha imagen de la Iglesia y minar los
cimientos de la fe cristiana.
Con respecto a la primera de
ellas –su imagen- ¿No creen que más que un libro o una muestra de arte (León
Ferrari), lo que verdaderamente desacredita a la Iglesia Católica, son entre
otros, los numerosos escándalos sexuales en los que continuamente observamos
involucrados a sacerdotes en los cuales la feligresía busca consejos y deposita
su confianza?
Y esto sin que el papado,
analice su pasado. Una historia llena de guerras con armas bendecidas por ellos,
con sacerdotes enrolados en los ejércitos contrincantes, tramas de
complicidades, de inquisiciones, persecuciones y conspiraciones. Flaco favor le
hacen a la causa del cristianismo los que sostienen ser sus genuinos
representantes si no admiten sus propias flaquezas y culpas, las extirpan y
comienzan a transitar un nuevo camino basado en el ejemplo y la sinceridad.
Esto los llevaría
seguramente al ansiado reino de Díos, y no al reino de las riquezas terrenales
y temporales. Una elección que a la luz de realidad ¿creen ustedes que podrán
adoptar?
La fe y la creencia en Díos,
no pasa por un libro que es best seller, sino por una multiplicidad de factores
entre los cuales se encuentra la esperanza de un futuro mejor, sin corrupción,
enfermedades y guerras, dónde el hombre habite su propia casa, dónde no tenga
dolor ni hambre y dónde el ser humano no explote a sus iguales en su provecho.
Un futuro que no creo que
pueda conseguirse o hallarse con hipocresías y acumulando riquezas, haciendo
silencio frente a matanzas y persecuciones; sugiriendo a otros que libros leer,
presionando a gobiernos para obtener prebendas o creando milagros para hacer
crecer la fe.
A lo mejor en vez de leer el
“Código da Vinci”, las máximas autoridades de la Iglesia Católica, deberán
recorrer las páginas del último libro de la Biblia, -“Revelaciones” o
“Apocalipsis”- para informarse
de que a ellos como a todos nosotros, se nos está acabando el tiempo, para
descubrir la verdad de las cosas.
No vaya a ser cosa, que
luego, sea demasiado tarde. ¿no?.
Ricardo D. Primo