“Son fuegos de artificio”, alegó
con total naturalidad Claudio Loser, aquel enemigo íntimo de Ernesto
Tenembaum que supo trasegar por los pasillos del FM
I
, cuando se le preguntó en el mediodía del sábado, si la
contienda entre el citado organismo internacional y las huestes pingüineras
iba a llegar a mayores. Y no se equivocó un ápice, puesto que en la mañana
del lunes 18 de abril, los titulares de los principales matutinos porteños
daban cuenta de las señales de acercamiento entre Rodrigo de Rato y el
presidente Néstor Kirchner: “La
mayoría de los matutinos de circulación nacional considera que, tras el
encuentro que mantuvieron ayer Roberto Lavagna y Rodrigo Rato en Estados
Unidos, el acuerdo entre el Gobierno y el FM
I
se encuentra “más cerca”.
Clarín,
a través del enviado en Washington, Jorge Velázquez, titula “Se destrabó
la pulseada con el FM
I
:
negocian un nuevo acuerdo”, y señala que la Argentina “evitó fijar una
fecha” para solucionar el caso de los holdouts. Además, Marcelo Bonelli
presenta el “‘Plan B’ de Kirchner: pagar y salir del Fondo” y Daniel
Muchnik indica que el organismo “sigue siendo ‘acreedor
privilegiado’”.
En
La Nación, Hugo Alconada Mon afirma que Lavagna “alcanzó su objetivo”,
dado que “logró un primer punto de consenso” con el FM
I
.
Sin embargo, al igual que sus colegas, el diario de los Saguier subraya que el
ministro de Economía “criticó ayer la intromisión creciente” del
Fondo”,
según
el sitio Diario
sobre diarios.
En
definitiva, esta ventisca de papel sólo significa un nuevo capítulo de la
novela sempiterna de las relaciones entre el Fondo y el gobierno argentino.
Donde a veces se negocia a cara de perro, para seguidamente continuar haciéndolo
con la mejor sonrisa, para concluir cerrando tratos entre efusivos apretones
de manos y ellos contentos. Nosotros no tanto, por cierto.
Un matrimonio espurio
En un análisis anterior, se puntualizó que el presidente facto
general Pedro Eugenio Aramburu fue el encargado de hacer ingresar al país al
FM
I
. Cuando asumió, el 13 de noviembre de 1955, la inflación
llegaba a un 12,3%. Cuando le cedió la banda presidencial al civil Arturo
Frondizi el 1° mayo de 1958, la misma llegaba a 113,7%. En tres años, se
disparó un cien por ciento en gran medida gracias a las recetas del citado
organismo financiero internacional. Cuando los militares del Proceso derrocan
a
I
sabel Perón, el 24 de marzo de 1976, los índices marcaban
un tope de 444%. Asumido José Alfredo Martínez de Hoz y su famosa tablita
financiera, la misma osciló entre un 175,9 y un 159,5%. Cuando
Galtieri desplaza en un golpe palaciego a Roberto Viola, los numeritos habían
trepado a un 626,7% a principios de diciembre de 1981. Concluida la guerra del
Atlántico Sur, ya con Bignone como liquidador de la dictadura militar, los
mismos andaban por un 672,3%. A finales de mayo de 1989, con un Raúl Alfonsín
contra las cuerdas, la danza de la fortuna macabra saltó a un pico de
4923,6%. Los argentinos nos habíamos caído del mapa, y no sólo por obra y
gracia del FM
I
. Pues sino también con una gran ayudita de los mismos de
siempre, como se vio anteriormente.
Colocado
el pelado Domingo Cavallo en la sillita de oro de la convertibilidad, en 1996
se alcanzaría el menor porcentaje inflacionario con un 0,3%. Cuando
concluyeron los diez largos años del menemato, la Alianza que lo sucedió se
dio cuenta que la tercera economía de América Latina llegaba a fin de siglo
con cuatro trimestres de caída del PB
I
, y con una tasa de desempleo de 17%. Al ministro de economía
José Luis Machinea el FM
I
le había impuesto como meta lograr un déficit de 4500
millones de verdes, ni bien despuntara el 2000. Es sabido que naufragó en el
intento, precipitando al país a la debacle de diciembre de 2001 de la mano de
quien otro que Domingo Cavallo.
Si
bien la relación ambivalente Argentina- FM
I
parece entresacada de un filme al mejor estilo de Bananas,
pero
es bien real y hace llorar a millones. Pero también al gobierno
nacional le viene de pelos a la hora de desviar la atención, puesto que
mostrarse duro con los acreedores externos siempre es buena excusa para
movilizar voluntades, plantear absurdo boicots y posar ante las cámaras como
nacionales y populares.
Para
luego, como siempre, poner pesito sobre pesito, y acá no ha pasado nada.
Fernando
Paolella