Larga, demasiado larga ha sido la noche oscura para la humanidad dormida. Fueron demasiados los siglos durante los cuales el hombre, sumergido en la oscuridad de la ignorancia, se mecía confiado en los brazos del dogma traicionero.
En efecto, la principal causa del atraso de la humanidad durante la sombría tiniebla de la Edad Media ha sido sin duda la religión. Específicamente la religión judeocristiana que mantuvo frenada la capacidad de los cerebros de Europa que fue luego punta de lanza del adelanto mundial.
Instituciones como la supersticiosa inquisición, muy poco y nada podían aportar por cierto a la causa de la Ciencia.
Todo el potencial intelectual ha estado sólo latente, desperdiciado en el hombre, quien en la seguridad de que lo único que había que esperar en esta vida, era la “otra existencia”, la prometida bienaventuranza, “se dejaba estar”, o se veía impedido de pensar más allá de los prejuicios dogmáticos.
Mientras que Europa dormía en el seno de la ilusoria seguridad que le brindaba la religión, los males socavaban toda placidez. Desde ya que así, en los brazos de la fe, eran más soportables las desdichas, pero el daño inadvertido que al mismo tiempo se autopropinaba la humanidad al desperdiciar el precioso tiempo y capacidad, aún hasta nuestros días lo sentimos Cae sobre nuestras espaldas como un puñal. Ante el féretro es cuando su crudeza llega al máximo al contemplar el cadáver de lo que fue una vida útil, segada prematura e injustamente. Muchos padres deben lamentar la muerte de sus hijos de 20, 30 40 años, o viceversa, los niños se ven en la luctuosa situación de lagrimar ante el ataúd de su madre, o padre, de 30, 40 años. Diagnóstico: cáncer.
Si no hubiese sido por el “dulce” cristianismo, tiempo ha, este flagelo y muchos otros habrían sido dominados.
De no mediar el obstáculo de la religión, entonces la cirugía con láser, el transplante de órganos, el bebé de probeta, los antibióticos, la inseminación artificial… los satélites artificiales, la electrónica, los aceleradores de partículas, la exploración y doblamiento de los planetas, ya hubiesen existido hace más de mil años, y hoy… hoy ya estaríamos libres de casi todas las enfermedades, habitando otros mundos e incursionando en nuestra galaxia.
Mientras se creía que la Tierra “fija” era el centro del universo; que un dios todopoderoso, suma bondad, velaba por todos los hombres de la Tierra; que abrir n cuerpo vivo, o “profanar” un cadáver para estudiar su anatomía era un horroroso y sacrílego delito digno de ser castigado con la muerte, y contradecir el mito bíblico, un sacrilegio merecedor del más altisonante anatema, las enfermedades hacían estragos en vidas jóvenes que empezaban a dar sus frutos en bien de sus semejantes. Una hoy simple apendicitis podía ser fatal entonces. La pulmonía, la tuberculosis, la viruela negra y otras pestes diezmaban a hombres que, paradójica y ridículamente poseían en sus cerebros la capacidad latente para dominar todos esos flagelos con ciencia y tecnología en lugar de recurrir a las miríadas de pseudociencias que pulularon y aún pululan por el orbe entero.
Hoy verdaderamente nos hallamos ante el más rotundo fracaso de todas las religiones, y filosofías de corte quimérico. La delincuencia, el vicio como el alcoholismo, la drogadicción, el flagelo del terrorismo que cobra sus inocentes víctimas, la pobreza, la desnutrición, mortandad infantil…y una larga lista de pseudociencias, muchas de ellas dañinas… ¿y para qué seguir?, son el lamentable resultado.
El hombre inventa fórmulas filosóficas para ser aplicadas al hombre; cree poseer el sistema o método de vida ideal, pero fracasa ante la realidad de la existencia antrópica. Las religiones, por su parte, amenazan con castigos al mal comportamiento con resultados tan adversos como la primera y segunda guerras mundiales, protagonizadas por ¡cristianos! que deberían ser mansos como en sus tiempos primigenios, ¡y dar el ejemplo al mundo entero!
En resumen, ha costado mucho esfuerzo y tiempo para emerger desde las tinieblas, de la oscuridad hacia la luz, pero finalmente ¡aquí estamos! Haciendo caso omiso de los anatemas y otras tonterías, aún luchando contra los tontos prejuicios míticos como la oposición al control de la natalidad.
El paso del tiempo de la alquimia y de “la piedra filosofal”, al de la era espacial y al de la técnica para desentrañar los secretos de la materia-energía con los aceleradores de partículas, es realmente significativo y prometedor para un futuro próximo.
Ladislao Vadas