¡Atención mortales que viene el mesías! Pero este abstracto ser mesiánico, fruto del Homo, nos salvará únicamente si prima la cordura, la buena voluntad de los hombres y el abandono de toda pseudociencia habida y por haber.
¿Quién puede ser este liberador no prometido por nadie?
Se trata de lo mejor que pudo haber producido la humanidad para beneficio propio: la Ciencia Experimental, con su descendiente la Tecnología.
Todos, tarde o temprano, estamos en sus manos, aún sus detractores, y nadie, ni sus más contumaces criticones se avienen, no les pasa por las mientes siquiera, retrogradar al pasado, abandonar los beneficios aportados por el conocimiento científico, abandonar las comodidades de las ciudades, la asistencia médica, los veloces transportes, las comunicaciones, las diversiones sanas, las aliviadas tareas, la cultura dependiente de la tecnología.
Nadie, lejos ya de toda pseudociencia y charlatanería barata, es capaz de retroceder para recluirse en la vida pastoril de antaño o como agricultor primitivo con arados de madera tirados por bueyes, sin industrias, sin vestimentas confeccionadas con máquinas, cubiertos de pieles o ropas de lana hilada o de algodón hechas con sus propias manos, en viviendas de adobe, piedra o madera, ya sea en plena llanura, montaña, selva o valle, para finalmente sufrir y morir como perros abandonados a cualquier edad, víctimas de cualquier peste.
Todo el actual adelanto nos empuja a continuar avanzando contra viento y marea. Nos resulta imposible retroceder y volver a un pasado lleno de pestes, hambrunas e innumerables víctimas de cataclismos telúricos.
Si bien nuestra capacidad para entenderlo todo es aún pobre; si bien nuestro conocimiento frente al complejo universo aún es incipiente, lo cierto es que, lejos de toda pseudociencia y charlatanería arrolladas por los experimentos científicos, ya poseemos la clave científico-tecnológica suficiente para emerger de esta situación inicua en que nos hallamos sumergidos en la sociedad global.
Es necesario tomar plena conciencia que la sana Ciencia Empírica y la Tecnología bien aplicada, constituyen la única salvación para todos, incluso para los animales y plantas.
No se trata, ni por asomo, de religión alguna, dogma, ni de ninguna especie de dios de los que aún pululan inocentemente por el planeta (en la imaginación), ni nada a lo que deba rendirse culto, ceremonia o devoción. ¡Nada de eso!
No existe como objeto de culto, no es dogma alguno porque se aviene al cambio, a nuevas aperturas; es flexible, si falla una teoría se elige otra; se trata, en resumen, de lo mejor que ha producido el ser humano para sí mismo en su choque yo-entorno. Consiste en comprender en lo posible dicho entorno y poder así enderezar los acontecimientos, dominar realmente al mundo para evitar catástrofes, y no como lo pretendían hacer vanamente, ilusoriamente, los creyentes del pasado creadores de dioses para después invocarlos vanamente.
Nunca puede tener razón un Feyerabend (filósofo estadounidense de origen austriaco) cuando dice, por ejemplo, que al hombre hay que entenderlo desde dentro al mismo tiempo que critica a la ciencia por su frialdad. (Véase: Paúl Feyerabend: Adiós a la razón, Madrid, Tecnos, 1987, pág. 80), cuando dice, por ejemplo, que al hombre hay que entenderlo desde dentro, al mismo tiempo que critica a la ciencia “por su frialdad”, pues se olvida que existen ramas de la Ciencia como la psicología, la psiquiatría y la etología, que tratan precisamente de entender al hombre “desde adentro” y aliviarlo en sus penurias.
No existe tema o problema alguno que no caiga bajo la jurisdicción de la Ciencia, y nuestro futuro se halla en sus manos; pero… ¡mucho cuidado con las pseudociencias, porque suelen ser traicioneras! Porque pueden hacerse pasar por verdades para los nescientes alejados de todo conocimiento científico auténtico.
Ladislao Vadas