Un complejo escenario puso casi en estado deliberativo al gobierno sobre las medidas a adoptar para aplacar la inflación, contener al dólar paralelo y a la vez evitar que se enfríe la economía, mientras la presidenta Cristina Fernández busca unificar criterios en un gabinete cruzado por dificultades de coordinación cada vez más indisimulables.
La Casa Rosada necesita acoplar ideas para enfrentar estos problemas con otras propuestas que permitan reducir el gasto público y achicar un déficit que se proyecta para superar los 110.000 millones de pesos en el año, además de subsidios que alcanzan los 150.000 millones y son una mochila cada vez más pesada.
Los subsidios aumentaron así 50 por ciento con relación al 2012, cuando habían totalizado $ 99.496 millones, según datos de la Asociación Argentina de Presupuesto Público (ASAP). Habrían crecido 20 puntos porcentuales por encima de la inflación y ya explicarían el 5 por ciento del Producto Bruto.
Por eso el gobierno ha iniciado un camino que promete profundizar: aumentó 66 por ciento las tarifas de colectivos, uno de los sectores más subsidiados, y pondrá controles exhaustivos en los ferrocarriles, donde los pasajeros hicieron costumbre no pagar boleto.
En el Sarmiento los mayores controles permitieron un crecimiento del 23 por ciento en los pasajes pagos en lo que va del 2014, mientras que en el Mitre se pondrán en marcha esta semana molinetes para evitar lo que por ahora es "tierra de nadie".
El deterioro de los ferrocarriles urbanos derivó en una lógica por la cual la gente terminaba aceptando viajar mal a cambio de hacerlo gratis.
En el gobierno dicen que eso cambiará, y que las mejoras comprometidas serán acompañadas de más controles en el pago de los viajes.
También se analiza eliminar subsidios a las tarifas eléctricas y de gas, pero solo una vez que se logre encaminar la crisis energética desencadenada a mediados de diciembre, que aún no terminó y marcó el peor momento en una década para las autoridades a cargo del área.
Por ahora, el gobierno parece haber desactivado la advertencia de quite de concesión de Edesur, la distribuidora donde se produjeron la mayoría de los problemas y donde el gobierno mantiene un veedor desde hace tiempo, que debería haber alertado sobre los problemas que se venían.
Pero la presidenta decidió sacarle a las distribuidoras la administración de los fondos para obras, que ahora serán manejados por el Poder Ejecutivo, que ya definió cinco áreas en emergencia hacia las cuales destinarán los primeros trabajos.
Será una tarea titánica, porque las cuadrillas siguen detectando cableados que datan de hace 70 años, cuando el servicio lo brindaba la "Italo Argentina".
Mientras se trata de encaminar la energía, el equipo económico tiene dos grandes frentes abiertos: una inflación que no cede y un dólar blue que no se deja domar y orilla los 11 pesos.
Ambos problemas representan dificultades de no pronta solución para Axel Kicillof, Augusto Costa y Juan Carlos Fábrega, el titular del Banco Central.
Kicillof y Costa parecen no tener coordinación óptima con el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, quien todas las mañanas decidió enfrentarse a la difícil tarea de atajar los penales que le dispara la realidad argentina, exponiéndose como nunca lo hizo un funcionario kirchnerista en diez años a las preguntas del periodismo.
Eso transparentó problemas de comunicación existentes entre distintas áreas de gobierno, y derivó en una marcha atrás con la idea de aumentar el impuesto a la riqueza, importar tomates y la forma de aplicar el aumento del gravamen para motos y embarcaciones "de lujo".
Ante esos traspiés, la presidenta habría recomendado a Capitanich bajar algunos grados el nivel de exposición pública, lo cual se empezó a evidenciar en la conferencia del viernes último, cuando el jefe de Gabinete aceptó una sola pregunta y estuvo apenas seis minutos ante los periodistas.
Pero hay problemas más profundos: el secretario de Comercio deberá ser muy puntilloso en el seguimiento de los 100 precios acordados con supermercados y fábricas, porque navega en aguas profundas en un mar plagado de tiburones. Igual, solo con los "precios cuidados" el gobierno poco y nada podrá hacer para contener la inflación.
Aparenta ser solo un primer paso que deberá ser complementado con una menor emisión monetaria que alivie el frente cambiario, tal vez una leve alza de tasas de interés y, especialmente, medidas destinadas a incrementar la inversión productiva.
Especialistas sostienen que la Argentina sigue muy cerrada al mundo y que el cepo cambiario no hizo más que clausurar toda posibilidad de que alguien traiga dólares al país, teniendo en cuenta una brecha del 63 por ciento entre la divisa en el mercado oficial y el paralelo.
Recrear la confianza de los inversores externos empieza a aparecer como uno de los requerimientos imprescindibles de la hora actual para la presidenta, que por otra parte estaría analizando aumentar la Asignación Universal por Hijo para frenar la sangría del poder adquisitivo en los sectores más postergados.
No será fácil recuperar la confianza: la inversión extranjera directa cayó 19 por ciento en el 2013. No lo dicen los analistas, son las cifras oficiales de INDEC.