Según cálculos realizados por expertos, se señala un 99.999 % de extinciones de formas vivientes, frente a un 0.001 % de éxitos de supervivencia. Ahora ha llegado el turno de explicar las morfologías que muchas veces nos impresionan como verdaderas maravillas, según un mecanismo de extinciones.
Para ello debemos acudir al concepto de proceso. Ese casi ciento por ciento de extinciones de toda la florifauna, significa otro tanto de procesos iniciados que no hallaron correlación con el medio ambiental y se frustraron. La casi nada de formas vivientes que llegó a nuestros días, fue lo que se amoldó transitoriamente al ambiente.
Por eso es que hoy nos admiramos de la belleza, simetría, colorido y aroma de una flor. Por ello nos asombramos de ciertos “ingeniosos” mecanismos de reproducción y distribución de las simientes. Los insectos, las aves y el viento, por ejemplo, cumplen la misión de la polinización de las plantas, y muchas personas apenas caben en su asombro al observar los dispositivos de llamada (aroma, hedor, colorido, néctar, polen) para los insectos y las estructuras anatómicas de la flor para que, al entrar en su corola ciertos insectos, éstos se impregnen de polen con el fin de fecundar otras flores de la especie. Algunos mecanismos de este tipo son verdaderas trampas para pequeños insectos que resbalan o quedan atrapados por un tiempo y obligados a “bañarse” literalmente en polen.
Como un buen ejemplo, tenemos a la enredadera aristoloquia. Sus flores tubulares de hallan tapizadas en su interior por infinidad de pelitos que apuntan todos hacia abajo y atraen a las moscas no sólo por su aspecto, que hace recordar a la materia en putrefacción con un color pardo sucio y amarillo verdoso, sino también sus emanaciones odoríferas que para nosotros son fétidas, pero agradables para muchos insectos. Después que la mosca ha penetrado en el tubo, no puede ya salir de él impedida por los peligros. Pero una vez fecundado el estigma que se halla en el fondo de la flor, ésta produce una serie de modificaciones. Los lóbulos se repliegan y la mosca se impregna otra vez de polen, a continuación se encogen los pelos y desprenden, la mosca queda libre y prosigue su visita a otras flores. Y esto no es todo, pues la flor con cierto movimiento cierra la entrada del tubo de modo que no pase por allí otra mosca porque ya ha sido consumado el acto de la fecundación. Esto es similar a lo que acontece con el óvulo humano, que una vez penetrado por el espermatozoide fecundante, produce cambios en las membranas que provocan el desprendimiento de otros espermatozoides excluyendo de este modo la posibilidad de nuevas fecundaciones (polispermia),
También llamativo es el ejemplo de la polinización de la Salvia pratensis por medio de los abejorros. La salvia tiene dos estambres a modo de una palanca de brazos desiguales. Cuando el abejorro introduce la trompa, ejerce una presión provocando un movimiento de báscula que hace que la parte fértil con los granos polínicos descienda y sea restregada sobre el abdomen peloso del insecto que se carga de polen. Al visitar otras flores más avanzadas en su desarrollo, las poliniza, porque su abdomen con el polen adherido toca los estigmas.
Entre los vegetales existe una infinidad de otros casos que a primera vista parecen ser pruebas de “ingenio de la naturaleza” (como si la naturaleza fuera un ser inteligente a carta cabal, omitiendo sus garrafales yerros). Todo parece encajar a la perfección. La anatomía de muchas flores induce a pensar que ha sido como calculada para determinado insecto pronubo.
Todo esto parece ser una “maravilla de inteligencia de las plantas”: idea subyugante en la cual quedó atrapado Maeterlinck cuando escribió su ingenioso libro titulado La inteligencia de las flores, atribuyendo a éstas algo más que pura selectividad basada en infinitos tanteos al azar de las diversas formas nuevas aparecidas por mutación genética aleatoria, frente al ambiente siempre hostil.
Aparente y superficialmente, la naturaleza se nos muestra como un dechado de armonías en donde la relación de los seres parece haber sido calculada por algún “artífice”.
Así como en este caso descrito de los vegetales, también en la fauna es posible advertir sorprendentes “maravillas” que hacen pensar a muchos acerca de algún plan inteligente establecido en la biosfera. Mimetismo, simbiosis, comensalismo… son todos términos técnicos para designar distintos fenómenos del proceso biológico que llaman poderosamente la atención tanto a legos como a estudiosos que incursionan en la naturaleza.
Aparentemente, toda esa “maravilla” de relaciones interespecíficas y formas de pasar inadvertido el individuo ante sus enemigos, nos da la sensación de inteligencia
La pigmentación de muchos animales, por ejemplo, hace que éstos se confundan con el medio. Una perdiz agazapada entre la maleza es difícil de distinguir de cuanto la rodea.
Existen animales que poseen la facultad de cambiar de coloración para asemejarse al ambiente en que se encuentran y confundirse con él. Esto es observable entre los reptiles, anfibios, peces, crustáceos, insectos, moluscos cefalópodos y otros invertebrados, y en algunos mamíferos con su cambio de coloración.
También es observable en la naturaleza cierta picardía, para emplear un término bien antropológico en sentido figurativo que no cuadra objetivamente al caso. Se trata de ciertos ardides o engaños de que se valen algunas especies. La tortuga aligator, por ejemplo, atrae a sus presas con la lengua como señuelo. Cierto pez pescador, posee un cebo natural en forma de gusano que oscila, se encoge y retuerce como una auténtico verme. A su vez la “flor del diablo”, que no pertenece al reino vegetal ya que se trata de un insecto mántido del África, imita a una flor a la que acuden los insectos engañados que son atrapados y devorados. Incluso una parte del cuerpo de este mántido imita a las moscas posadas en una “flor”, lo cual infunde confianza a las verdaderas moscas que se acercan.
Hay moscas (Eristalis tenax) que se confunden por su aspecto con las abejas. Mariposas que imitan a otras de sabor desagradable para no ser comidas”. Serpientes inofensivas se confunden con las venenosas (falsas yararáes, falsas corales, Etc.
En conclusión, en la naturaleza todo es simulación, engaño, alarde, ostentación y también egoísmo, agresividad, saña, destrucción, muerte…
En resumen: ¡Qué lejos estamos de aquellas “bellas” ideas acerca de una naturaza sabia y querida que tantos ilusos adoran, sin percatarse de que tratan tan solo una pseudociencia que los incautos “adoran” con una visión muy alejada de la realidad.
Ladislao Vadas