Que el hombre no pertenece a una sola especie y que se halla en constante variación, lo veremos en seguida. Por de pronto podemos conocer a través del registro fósil, que consta de unas pocas piezas anatómicas que han llegado a nuestro poder (muchas por mera casualidad), que las ramificaciones han sido constantes y que el tan mentado tronco común a partir de una pareja de privilegiados como lo desea y enseña la pseudociencia teológica, es no tan sólo hipotético sino falso en su totalidad. Veamos, por ejemplo, las enormes diferencias morfológicas que existieron entre un Gigantopithecus del Pleistoceno para quien el paleontólogo chino Weng Cheng Pei, ha asignado una estatura de 3,5 metros, con otros especimenes póngidos que no llegan al metro y medio.
Este detalle se repite luego en el arbitrariamente unificado género Homo, especie sapiens, subespecie también sapiens, cuando comparamos a un negro nilótico de más de 2 metros de estatura con un pigmeo del ex Congo Belga de 1,37 metros de estatura.
De acuerdo con el ciego mecanismo mutacional, la línea hominizante ha originando infinidad de formas que se han extinguido por múltiples causas, como inadaptaciones al medio ambiente, pestes, hambrunas, y lo que es siempre un muy importante factor de aniquilación, esto es las luchas entre las poblaciones a nivel global por la supervivencia y el dominio. Estas contiendas sin fin, con toda seguridad han sido la causa de la supervivencia de los individuos más inteligentes, sagaces, pícaros y egoístas dentro de su ámbito tribal solidario. (Esto es que los individuos son solidarios con los miembros de su propia comunidad, pero feroces frente a toda otra tribu enemiga). Aunque parezca inadecuado, éste ha sido uno de los factores del incremento de la capacidad cerebral del hombre. Las ramas filogenéticas más inteligentes se depuraban de este modo a sí mismas, quedando en ellas tan sólo para la descendencia, la heredable sagacidad. De ahí provenimos, de la picardía, de la astucia para eludir o eliminar al enemigo que ataca un territorio rico en alimentos para sobrevivir a lo largo de millones de años.
Es muy posible que el mismo hombre de Neandertal (Homo neandertalensis) que la mayoría de las opiniones modernas considera una subespecie del Homo sapiens, entonces un Homo sapiens neandertalensis en lugar de ser nuestro precursor, no haya sido más que una rama homínida de pocas luces, aniquilada por alguna otra especie de Homo más inteligente y astuta.
Así como han existido entonces infinidad de especies, subespecies, razas y variedades, también hoy tenemos a la vista la heterogeneidad en el resultado actual provisional del proceso de hominización. Me refiero a la cantidad de tipos humanos diferentes en la actualidad y que los investigadores han dado en denominar como razas o divisiones de una sola especie poligénica.
¡Realmente! ¡Qué lejos estamos de aquella pseudociencia denominada teología, que nos pinta tan sólo un panorama parecido al cuento de “Las mil y una noches”, esta vez protagonizado tan sólo por una pareja de homínidos y luego, hasta hoy, por sus “descendientes”!
Ladislao Vadas