En 2003, Néstor Kirchner llegó a la Presidencia con el 22 por ciento de los votos y rápidamente quedó instalado ante la sociedad argentina como "chirolita" del mandatario saliente, Eduardo Duhalde, quien le había puesto la escalera al poder.
Kirchner tomó decisiones resonantes, algunas autónomas, en su primer año de Gobierno y en 2005 enfrentó al bonaerense en un duelo de candidatas a senadoras por la provincia de Buenos Aires entre la entonces primera dama Cristina Fernández y su antecesora, Hilda "Chiche" Duhalde.
Aquella campaña concluyó con la victoria de la actual Presidenta y es recordada por las corrosivas acusaciones de los Kirchner a Duhalde de poner palos en la rueda y ser "El Padrino".
Desde entonces, el caudillo bonaerense, que había reconstruido su imagen pública en la Presidencia, quedó nuevamente opacado y debió conformarse con agrupar peronistas desterrados, en medio de reiterados anuncios de retiro de la política.
El recorrido de la relación entre los Kirchner y Duhalde es un ejemplo claro de lo difícil que resulta que el poder esté repartido, más aún dentro de un partido verticalista como el PJ.
Todo este prólogo viene a cuento del intento de Cristina Kirchner de construir un poder fuera del poder, a partir del 11 de diciembre, cuando un apellido distinto quedará encumbrado en la primera magistratura tras 12 años de kirchnerismo puro.
La movida se volvió evidente en los últimos meses e incluye la confección de listas de legisladores nacionales con kirchneristas incondicionales y el nombramiento de jueces y fiscales vinculados a la agrupación Justicia Legítima, que acompaña la mirada kirchnerista sobre ese poder del Estado.
También se especula con que hombres de fidelidad plena K como el ministro de Economía, Axel Kicillof, y el secretario general de la Presidencia, Eduardo "Wado" De Pedro, puedan integrar como "vices" las fórmulas más competitivas del oficialismo.
Además, Cristina Kirchner figuraría en las boletas del Frente para la Victoria, quizá como candidata al Parlamento del Mercosur (Parlasur), un cargo que se votará en todo el país.
Y Máximo Kirchner, líder de La Cámpora, la organización con más ADN K, sería candidato a diputado nacional por la estratégica Provincia de Buenos Aires, según "arriesgó" otro kirchnerista de paladar negro como Andrés "Cuervo" Larroque.
La Justicia y Scioli
Ese plan de Cristina choca contra dos escollos importantes: la Justicia, donde tiene causas abiertas, que podrían acelerarse fuera de la Casa Rosada y Daniel Scioli, el candidato con mayores posibilidades de llegar a la Presidencia por el oficialismo.
Máximo Kirchner debió salir a la palestra esta semana a replicar una denuncia mediática que lo vinculaba con cuentas en el exterior.
El fogonazo terminó instalando un operativo para difundir la candidatura del líder de La Cámpora.
De todos modos, el heredero presidencial podría ser llamado a declaración indagatoria por el juez Claudio Bonadío, quien lleva adelante la causa Hotesur por presunto lavado de dinero.
Por esa investigación surgieron versiones de que el Gobierno busca una tregua con un sector de la Justicia para evitar sinsabores en medio de la campaña.
Pese al caso Nisman y sus múltiples derivaciones, las últimas encuestas volvieron a mostrar un repunte de la imagen presidencial y de la gestión nacional.
Ese crecimiento eleva la capacidad de influencia de Cristina Kirchner en la elección pero también favorece a Scioli, siempre que la jefa de Estado no obstaculice el ascenso del gobernador.
Hasta hace algunas semanas en el oficialismo prevalecía el siguiente análisis: a Cristina le conviene que el FpV pierda frente a un candidato no peronista —Mauricio Macri— para erigirse en jefa de la oposición, porque si gana Scioli o eventualmente Sergio Massa, el poder del PJ quedará transferido automáticamente al nuevo Presidente.
En el sciolismo ese temor menguó en los últimos días y ahora están confiados en que la Presidenta permitirá que Scioli se adueñe del caudal electoral de todo el oficialismo en caso de ganar las Primarias del Frente para la Victoria.
En ese marco, el gobernador lanzó la última semana un nuevo afiche de campaña con la frase "Scioli para la Victoria" con menos naranja —su color característico— para reafirmar su alineamiento y en las últimas horas recibió elogios de Julián Domínguez, antes rival presidencial y ahora candidato a gobernador, quien fue uno de sus principales detractores.
Para Scioli la campaña electoral tiene distintas etapas.
Primero buscará consolidar el voto kirchnerista con la idea de "continuidad". En caso de prevalecer en las primarias tratará de ampliar su electorado con la noción de "hacer lo que falta".
Por ese derrotero no pondría reparos en la conformación de las listas y debería lidiar con el nombre de su vice: él estaría más a gusto con De Pedro que con Kicillof.
En caso de colgarse la banda presidencial se librará otro debate por ver quién ejercerá el poder. Si en la etapa previa no gana dosis de autonomía, podría ser el "chirolita" de Cristina.
El ministro de Defensa, Agustín Rossi, también anotado en la carrera presidencial aseguró esta semana —en clave de mensaje para Scioli— que si llega a ser Presidente, Cristina Kirchner seguirá siendo la líder indiscutida del FpV.
Difícil cohabitación
A diferencia de Héctor Cámpora, que asumió en 1973 con los votos de Juan Domingo Perón, Scioli tendría un respaldo popular propio.
Y a diferencia de Kirchner, la pelea a matar o morir no forma parte de su naturaleza.
En cambio, el exmotonauta siempre mostró una gran capacidad para convertir enemigos en aliados. Ese sería su juego. ¿Cuál sería el de Cristina? (NA)